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La metafísica de Eros

Eros Farnesio. Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.

El amor, en su forma más trascendental, es un impulso que nos lleva hacia la unión con lo divino y con el cosmos en su conjunto. Esta visión del amor está profundamente arraigada en la filosofía platónica[1] y neoplatónica, pero si se exploran las ideas de otros filósofos antiguos, como Empédocles[2],  se entiende cómo el amor también puede ser visto como una fuerza creadora que da origen al universo, conocida por los griegos como Eros[3].

Como no puede ser de otra manera, la literatura y el arte griegos reflejan esta visión del amor como una fuerza que nos conduce también hacia lo divino. Sólo hay que examinar las representaciones de Eros en la poesía épica, la lírica y la tragedia, así como en la escultura y la cerámica, para mostrar cómo la figura de Eros se convirtió en un símbolo de la unión con lo divino y el cosmos.

Por lo tanto, Eros era a veces considerado como un principio cosmogónico, es decir, como una fuerza creadora que estaba presente en la génesis del universo. Esta idea se encuentra en la obra de algunos filósofos presocráticos, como Empédocles y Anaxágoras.

Para Empédocles, Eros era una de las dos fuerzas fundamentales del universo, junto con la fuerza de la discordia o el odio. Según Empédocles, el universo fue creado cuando Eros unió los cuatro elementos básicos (tierra, agua, aire y fuego) en una esfera perfecta. Sin embargo, la fuerza del Odio también estaba presente y de vez en cuando separaba los elementos y creaba el caos y la destrucción. De esta manera, Eros y el Odio actuaban como fuerzas contrarias que mantenían el equilibrio en el universo.

Anaxágoras también consideraba que Eros era una fuerza creadora que estaba presente en la génesis del universo. Según él, el universo fue creado cuando Eros unió las partículas primordiales que lo formaban, pero esta unión fue imperfecta y dejó algunas partículas sin unir. Estas partículas no unidas crearon las estrellas, los planetas y otros objetos celestes. De esta manera, Eros era una fuerza creativa que había permitido la formación del universo, pero también había dejado espacio para la imperfección y la variabilidad en el cosmos.

Hesíodo describe el origen del mundo y de los dioses. También menciona a Eros.

“En primer lugar existió el Caos. Después Gea, la de amplio pecho, sede siempre segura de todos los Inmortales que habitan la nevada cumbre del Olimpo. En el fondo de la tierra de anchos caminos existió el tenebroso Tártaro. Por último, Eros, el más hermoso de todos los dioses y todos los hombres el corazón y la sensata voluntad en su pecho”[4].

Según Hesíodo, Eros (el Amor) es uno de los dioses primordiales que nacieron del Caos, junto con Gea (la tierra) y Tártaro (el abismo). Hesíodo describe a Eros como una fuerza poderosa que puede mover a los dioses y a los mortales, y lo presenta como un dios que puede unir a los amantes o sembrar la discordia entre ellos.

En la Teogonía, Hesíodo también describe a Eros como el padre de algunos de los dioses del Olimpo, como Hedone (el placer) y las Gracias (Aglaia, Eufrosina y Talía). Esta idea de Eros como un dios generador de placer y belleza se hizo muy popular en la literatura y el arte posteriores, donde se le representaba a menudo como un joven alado y hermoso que sostenía un arco y flechas.

Eros, entidad primigenia, principio metafísico y poder generador que construye y anima las relaciones entre las cosas, entre los hombres y entre los dioses…

En definitiva, nos encontramos con una figura compleja y multifacética que ha sido interpretada de diferentes maneras a lo largo de la historia. Como mencionamos en párrafos anteriores, la filosofía griega[5] y la mitología griega[6] coinciden que Eros ha sido visto como una entidad primigenia, un principio metafísico y un poder generador que construye y anima las relaciones entre las cosas, entre los hombres y entre los dioses.


[1] Platón habla mucho sobre el amor en su obra el Fedro o en El Banquete. El amor es una forma de locura, pero es en el amor supremo el que se manifiesta en el deseo del bien.

[2] https://encyclopaedia.herdereditorial.com/wiki/Autor:Emp%C3%A9docles

[3] Eros en la Antigua Grecia de Claude Calame es un libro que explora el papel del amor en la filosofía antigua griega, y en particular, su relación con la creación, la mortalidad y la inmortalidad. La aportación del autor ha sido clave para entender, de manera profunda, el concepto de Eros.

[4] Hesíodo. “Teogonía” en “Obras y Fragmentos. Teogonía, Trabajos y Días, Escudo, Fragmento, Certamen”. Editorial Gredos. 2000. Madrid, p. 76.

[5] Para ampliar más información sobre la filosofía griega relacionada con Eros y la mitología griega os emplazo al siguiente enlace que me ha resultado muy interesante para entender las asociaciones de Eros:

https://www.worldhistory.org/trans/es/1-10328/eros/

[6] Véase el siguiente enlace: https://es.wikipedia.org/wiki/Eros

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El origen de los démones

La sociedad griega es totalmente opuesta a la nuestra y los términos que nosotros usamos hoy día no tienen nada que ver con los de la época griega. Por ejemplo, la función de la religión de nuestra época está secularizada a nivel social; en la sociedad griega la religión está inserta en todos los campos de la vida pública, social y política. Igualmente, el término démones (demonios) ha ido cambiando a lo largo de los diferentes periodos de la literatura griega. Para entender las variantes que ha adoptado dicho término debemos remontarnos a la religión prehelénica, minoica y micénica donde la naturaleza cobra un cariz notable al representar los fenómenos atmosféricos (lluvia, trueno, etc) como demonios, fuerzas que dominan la naturaleza y al hombre y a la que hay que respetar. Asimismo, el sol, la luna, los ríos, el mar, las estrellas, representan démones que guían el curso de la vida del hombre.

Hesíodo

Después, en Los trabajos y los días de Hesíodo se cuenta el relato de las cinco edades del mundo (v. 109-201). Es en la edad de oro donde los hombres vivían como los dioses, sin saber lo que eran las enfermedades ni la vejez, sin conocer el sufrimiento ni el hambre. Eran, pues, hombres ricos y poderosos. Tras llegar la inevitable muerte,  los hombres de la edad de oro morían vencidos por el sueño y eran  depositados en la tierra, por voluntad de Zeus, como demonios benignos y, concretamente, como demonios que moraban sobre la tierra, convertidos en guardianes de los hombres, que acompañaban y guiaban entre ellos, sin ser vistos, envueltos en nubes, observando la justicia y la injusticia y repartiendo la riqueza, como reyes. Así pues, los hombres de la generación de oro eran entes protectores, que no van al más allá, a otro plano, sino que moraban y actuaban sobre la tierra con los vivos. Hesíodo le da el nombre de “démones”.

Por otra parte, Daimon es sinónimo de Theos (Dios), pero en Homero y en Hesíodo se refiere a los dioses o a la divinidad, en general. Por ejemplo: Cuando Homero dice de Licaón que un dios “lo lanzó en las manos de Aquiles” (Ilíada XXI, 47), no se refiere a un dios en concreto, sino a un demonio (daimon). En Homero la palabra daimon se aplicaba a los dioses en cuanto poder indefinido; sin embargo Hesíodo es el primero en referirse con esta palabra a divinidades menores (Trabajos y días v. 123).

Por lo tanto, los démones de Hesíodo no actuaban como seres intermedios entre los dioses y los hombres. Eran concebidos como seres inmortales y que moraban en un plano intermedio,  participando de la acción invisible y la vida eterna de los dioses. En Homero, el demonio ejercía sobre la humanidad una acción bienhechora o funesta (Ilíada, XV, 418, 468; XXI, 93). De aquí surgió el término  polidemonismo, es decir, la creencia en muchos demonios que circundan la vida del individuo.

En el ámbito filosófico, Pitágoras expresa “el aire está todo lleno de almas a las que se llama demonios y héroes. Son ellas las que envían a los hombres los sueños y los signos de la enfermedad y la salud” (cf. D. L., VIII 32). Aquí el término cambia drásticamente, con respecto a Hesíodo y Homero, pues, los pitagóricos enfatizaban la idea de que el alma recibía en cada renacimiento un nuevo daimon.

En Platón el término demonio va oscilando por matices muy concretos: el demonio asesor que guía al hombre durante su vida y conduce su alma ante los jueces después de su muerte (Fedro, 242); el demonio-alma, alma razonable dada a cada hombre (Timero, 41ª); y, por último, el producto de un dios y una mortal (Leyes, IV, 717b).

En Sócrates, se refiere al guía del alma durante la vida y después de ella, es un protector personal que acompaña y conduce.

“Me sucede no sé qué divino y demoníaco…Es una voz que se hace oír por mí y que, cada vez que eso me ocurre, me aparta de lo que eventualmente estoy a punto de hacer, pero que nunca me empuja a la acción” (Apología de Sócrates, 31d)

Empédocles  elabora, al parecer, su versión de la caída de los daimones en términos decididamente míticos. Empédocles explica la manera en que un daimon podía, en cada vida sucesiva, ascender a reinos más altos de la creación (plantas, bestias, hombres), padecer la mejor forma de encarnación posible en cada uno de ellos y reconquistar su estado original de dios. (Empédocles)

En la literatura mágica y pseudocientífica atribuida a Orfeo hay una destacada obra titulada Dodecaetérides donde hay varios versos que declaran que su contenido fue dictado por un demonio, una revelación. Asimismo, en el Papiro de Derveni (S. IV a. C.), rollo de papiro que contiene comentarios órficos, menciona invocaciones y sacrificios que apaciguan las almas. Afirma que mediante un encantamiento de los magos se puede cambiar la actitud de los daimones que salen al encuentro y son almas vengativas. Estamos, pues, muy probablemente, ante algún ritual funerario que pretendía tranquilizar las almas de los difuntos y evitar que los daimones las hostigasen por las faltas cometidas expiando así sus culpas. También, se alude a la existencia de daimones en el más allá, servidores de los dioses y que podrían tener como misión castigar a los hombres injustos.

En cuanto a la tragedia destacamos el Áyax de Sófocles y al personaje de Casandra de la guerra de Troya. En ambos casos se le atribuye una locura, causada por un daimon externo, que le llega como un castigo divino y la designación fatalista e inevitable del destino.

  • ¡ay de mí!, poseído de divina locura (Áyax, v 610)
  • Nunca, por propio impulso, hijo de Telamón, te has apartado de tu razón, como para arrojarte entre rebaños. Un mal divino debe haberte llegado (Áyax, v 183).

En definitiva, a través de este blog  y examinando los versos de Homero,  encontramos bastantes huellas del culto al alma, las cuales nos hace admitir que los descendientes de los antiguos griegos creían en una vida consciente del alma (psique) separada del cuerpo y  que ejercía una notable y destacada influencia sobre los hombres. Dicha creencia, siendo la fe el principio activo, les llevaba a cumplir diferentes clases de culto a las almas de los muertos. Con Hesíodo se continúa, de manera viva y fresca, la creencia en la exaltación de las almas de los muertos y su paso a una vida superior. Además, hay que tener presente, ante todo, el motor personal y familiar, los rituales que desempeñaron en sus prácticas privadas, predominando, en todo momento, el culto a los muertos, a los antepasados, a los daimones o a los héroes estrictamente locales.

FUENTES PRIMARIAS:

Obras: Teogonía; Trabajos y días; Escudo (Alma Mater)

Ilíada (Clásicos de la literatura)

Áyax. Las Traquinias. Antígona. Edipo Rey (El Libro De Bolsillo – Clásicos De Grecia Y Roma)

Obras completas de Platón. III. Diálogos dogmáticos: Fedón, Gorgias, El banquete, El político, Timeo, Critias: Volume 3 (Platón. Obras completas)

Apología de Sócrates (Cultura Clasica)

BIBLIOGRAFÍA

La religión griega en la polis de la época clásica (Universitaria)

Diccionario crítico de esoterismo (2 vols.) (Diccionarios)

ENLACES DE INTERÉS

Empédocles

El démon

Áyax

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El démon

Empédocles

Empédocles

Se puede hablar de Empédocles de transmigración de una entidad personal que cambia de cuerpo a lo largo de las generaciones. A esta entidad, que otros autores denominan “alma”, Empédocles le da el nombre de demon, lo que subraya su carácter divino, ya que en la tradición griega la palabra “demon” (daimón) se aplica siempre a entidades divinas.
El demon no es una entidad espiritual, contrapuesta, como tal, a un cuerpo material, sino una entidad extensa que entra en composición con el cuerpo, pero sin confundirse con él.
El demon, como entidad transmigrante, sobrevive a los sucesivos cuerpos en los que encarna, manteniendo su identidad personal, como lo demuestra la conservación de memoria de sus anteriores encarnaciones.
La transmigración del demon no se limita a los seres humanos, sino a toda clase de seres vivos: plantas y animales.
La razón de la transmigración del demon es religiosa y moral. El demon es desterrado de la compañía de los dioses como castigo por una culpa cometida: el sacrificio cruento y el consumo de la carne. La razón de ellos es parentesco que la propia transmigración de los démones origina entre los seres vivos, ya que cualquier animal puede contener un demon que anteriormente pudo ser un pariente cercano. Por eso, matar animales sería como un parricidio o un infanticidio, y comerlos, un acto de canibalismo. Lo mismo, y por las mismas razones, cabe decir del consumo de cierto vegetales, como el laurel y las habas.
La transmigración del demon es la expresión de la condición miserable de la raza humana. Sin embargo, la rueda de las reencarnaciones no constituye un círculo perverso del que sea imposible salir. Al contrario, Empédocles lo concibe como un proceso de ida y vuelta, en el que cabe la transmigración a formas inferiores de vida y también a formas superiores, incluso como dioses. La razón es que se considera como un ciclo de purificación penitente, sensible a la observancia de preceptos rituales cuya principal característica es la abstención de los alimentos impuros: la carne, el laurel y las habas.
El ciclo de la transmigración responde al siguiente esquema ternario:
1. Condición feliz entre los dioses
2. Condición miserable reencarnado en cuerpo mortales
3. Recuperación de la condición primera tras un proceso de reencarnación ascendente.
Es el mismo esquema presente en todas las tradiciones religiosas que tienen una concepción cíclica de la vida: vida-muerte-retorno a la vida (resurrección/reencarnación)
Las características del demon vienen a identificarse con divinidades intermedia, más próximas a los hombres.
En el nacimiento del demon es definido por una mezcla de los cuatro elementos fundamentales que componen la realidad (fuego, aire, agua y tierra), los cuales, al mezclarse entre sí, producen los distintos géneros de seres vivos.
El demon, pues, viene a ser uno de esos elementos que entran en composición del ser vivo, asumiendo la identidad personal del individuo, haciendo de éste como un todo.

Fuente de referencia:

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El alma de las plantas y los animales en la Grecia antigua

Aristóteles

Aristóteles

El corpus filosófico del pensamiento griego, en concreto de Aristóteles, se basaba en la idea de que el alma inferior es el alma «vegetativa» a cuyo dominio están limitadas las plantas. A ella se deben la nutrición, el crecimiento, la procreación y el marchitarse. Superior a ésta es el «alma sensitiva», que distingue al animal de la planta; sus «facultades» se refieren al movimiento local, a las percepciones de los sentidos y, con ello, a la representación y al apetito. Para esta distinción capital entre planta y animal, se apoya Aristóteles en el hecho de que la planta no tiene ninguna unidad íntima y no posee ningún órgano central, mientras que para los animales y los hombres este órgano es el corazón.

La cúpula de la sabiduría griega consideraba que de todos los seres vivos, inferiores y superiores, el más elevado y el más peculiar es el hombre. La causa de su indudable superioridad sobre todas las demás criaturas radica, sin duda, en la facultad intelectual, en el espíritu, denominado Nous (el espíritu), o sea, la tercera y superior forma del alma, que en la realidad empírica se da siempre en unión de las otras dos inferiores. Mientras que el alma animal nace y muere con el cuerpo, el espíritu, por el contrario, preexiste desde toda la eternidad y, viniendo de fuera, penetra en el cuerpo, es decir, en el esperma masculino, en el momento de la procreación o durante ella y se aparta después de la muerte, totalmente incontaminado, del cuerpo y del alma animal. Este espíritu está libre de todo sufrimiento y no es influido por el cuerpo ni por el alma animal. Su actividad consiste esencialmente en el puro pensar.

Por otra parte, si comparamos el alma animal con el alma humana descubriremos que para los griegos antiguos las dos almas tenían mucho en común. Por ejemplo, la psiqué se menciona en Homero cuando Eumeo mata a un cerdo para Ulises y Homero detalla: «la psiqué lo abandonó»(La Odisea, XIV). Sin embargo, no se hace mención de que esta psiqué se dirigiera al Hades. Después del animal mencionado por Homero, el único animal que en la poesía antigua se dice que posee una psiqué es la serpiente. Hesíodo describe el cambio de piel de una serpiente con las palabras «sólo la psiqué permanece» y Píndaro menciona la psiqué dos veces en el caso de la muerte de una serpiente.

animalesEl Thymos (la fuente de las emociones y de los sentimientos) si que se asocia a muchos animales, como bueyes, cerdos, caballos, lobos, corderos, entre otros, en la obra homérica de La Ilíada y La Odisea. En la mayoría de los casos, el Thymós se nombra en el momento de la muerte, no existiendo diferencia alguna entre la descripción de la muerte de un animal y la muerte de un hombre.

Como ya hemos detallado en líneas anteriores, no se atribuye Nous a los animales. Era muy corriente asociar un Menos (la parte del alma relacionada con la valentía, el ardor de un guerrero, la fuerza innata)  a una pantera y a un león, a mulas, a un jabalí, a caballos, entre otros. Para ampliar más información detallada de lo que es el Nous, Thymos y Menos os remito a su enlace correspondiente de este mismo blog. Es fundamental discernir las partes del alma.

Por otra parte, en tiempos post-homéricos, la doctrina de la metempsicosis volvió a asignar una psiqué a los animales y creó la palabra empsico (lo que contiene una psiqué) para hacer referencia a seres vivos. Es curioso destacar que Empédocles creía que la carnicería sacrificial equivalía a un asesinato y en sus escritos las almas humanas de las víctimas sacrificiales protestaban por la muerte que les aguardaba. Sin embargo, según Yámblico (Vida de Pitágoras), Pitágoras negaba un alma humana en los animales sacrificiales. Asimismo, Pitágoras pensaba que en la cadena de las reencarnaciones la psiqué también se introducía en las plantas. Empédocles apoyó esta misma idea y prohibió la masticación de hojas de laurel, planta que él consideraba la forma más elevada de las encarnaciones vegetales, defendiendo incluso que él mismo había sido un arbusto en una existencia anterior.

Obras de referencias recomendadas:
EL CONCEPTO DEL ALMA EN LA ANTIGUA GRECIA
Iliada (B. CLÁSICA GREDOS)
Odisea: 62 (Letras Universales)
068. Odas y fragmentos (Olímpicas. Píticas. Nemeas. Istmicas. Fragmentos) (BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS)

 

 

 

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¿Qué hay más allá de la muerte?

mas allaRobert Lanza, investigador norteamericano,  afirma que tiene pruebas definitivas para confirmar que la vida después de la muerte existe y que de hecho la muerte, por sí misma, no existe de la manera en la que la percibimos. Lanza argumenta que la respuesta a la pregunta «¿Qué hay más allá de la muerte?», cuestión sobre la cual los filósofos llevan siglos reflexionando, radica en la física cuántica y en concreto, en la nueva teoría del biocentrismo. Según este investigador norteamericano, la solución a esa cuestión eterna consiste en la idea de que el concepto de la muerte es un mero producto de nuestra conciencia.
Lanza afirma que el biocentrismo explica que el universo sólo existe debido a la conciencia de un individuo sobre él mismo. Lo mismo sucede con los conceptos de espacio y tiempo, que este científico explica como «meros instrumentos de la mente». Lanza argumenta que con esta teoría el concepto de la muerte como la conocemos «no existe en ningún sentido real», ya que no hay verdaderos límites según los cuales se pueda definir. «Esencialmente, la idea de morir es algo que siempre se nos ha enseñado a aceptar, pero en realidad sólo existe en nuestras mentes», opina Lanza. Asimismo, evidentemente, creemos en la muerte porque nos asociamos con nuestro cuerpo y sabemos que los cuerpos físicos mueren.
Lanza señala que el biocentrismo es similar a la idea de universos paralelos, la hipótesis formulada por físicos teóricos según la cual hay un número infinito de universos y todo lo que podría suceder ocurre en alguno de ellos. En términos de cómo afecta ese concepto a la vida después de la muerte, el investigador explica que, cuando morimos, nuestra vida se convierte en una «flor perenne que vuelve a florecer en el multi-universo» y agrega que «la vida es una aventura que trasciende nuestra forma lineal ordinaria de pensar; cuando morimos, no lo hacemos según una matriz aleatoria, sino según la matriz ineludible de la vida».

mas_alla_mitologiaEn Animasmundi el concepto de la muerte es uno de los pilares fundamentales. Si nos centramos en varios periodos de la antigua Grecia observamos que los filósofos en sí eran observadores de la propia naturaleza, primeros científicos que se atrevieron a hablar de la muerte y del más allá. Anaxágoras, por ejemplo, toma muy en consideración en su física el concepto de infinitud, porque es imposible que lo que es deje de existir por división.

Empédocles también duda de que la muerte y el nacimiento sean esos límites radicales que los hombres comunes creen que son.
Sócrates , abocado al suicidio,  plantea que no tiene miedo a la muerte, puesto que, como filósofo auténtico que es, ya conoce esa agonía liberadora.

Para los iniciados en los misterios, tanto en los misterios de Eleusis como en las hermandades dionisiacas, órficas y los grupos filosóficos que se entroncan directa o indirectamente con estos místicos, el viaje de la muerte se convierte en un trance ya vivido que sólo tiene para el iniciado una posible conclusión: la transformación en un ser bienaventurado que goza la gloria de una iniciación sin la sumisión a la tiranía del tiempo, libre y liberado de las ataduras del mundo.

Con Leucipo, vemos que los átomos están en movimiento desde la eternidad.  Su número, dado el número infinito de átomos y la inmensidad de espacios vacíos, es también infinito. Los átomos y el espacio vacío son los dos únicos elementos constitutivos de la realidad. Pero igual que en los seres individuales hay infinitos espacios vacíos, así también el espacio vacío circunda nuestro mundo y todos los mundos posibles y se extiende hasta el infinito.

La muerte posee un lugar de honor en la especulación platónica y quizás el pasaje más revelador es la narración, en el Fedón, de los argumentos de Sócrates para encarar la muerte con entereza. El verdadero filósofo se ha ejercitado en el morir y es capaz de liberar conscientemente el alma del cuerpo. El deambular del sabio por los caminos de la muerte le llevará directamente a una meta superior, puesto que no se dejará aturdir por las trampas del inframundo en las que tropiezan los hombres comunes. Para ello, cuenta con los conocimientos que, gracias a una disciplina rigurosa en vida, le otorga la anámnēsis, la capacidad de recordar todas las existencias pasadas. El filósofo, por tanto, posee un poder, gracias a su esfuerzo y tenacidad, que a los hombres comunes les promete la iniciación: el control sobre la propia muerte, el dominio imaginario sobre la alteridad radical que se esconde tras el morir.

Os recomiendo también leer, de este blog, el artículo siguiente: ¿Hay una vida? Antes de la muerte.

Obras de referencias recomendadas:

1. Historia filosofia griega vol. 3: siglo: Siglo V. Ilustración. (VARIOS GREDOS)
2. Historia filosofia griega vol. 1: primer: Los primeros presocráticos y los pitagóricos. (VARIOS GREDOS)
3. BIOCENTRISMO: LA VIDA Y LA CONCIENCIA COMO CLAVES PARA COMPRENDER LA NATURALEZA DEL UNIVERSO (2012)
4. Fedon
5. Robert Lanza
6. The Independent

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Empédocles

Empédocles

Empédocles

En este blog el debate central lo ocupa el alma humana y su destino. Por eso, creo muy importante destacar la figura de Empédocles pues expresa que el cuerpo es sólo «la tierra que envuelve al hombre», puesto que la naturaleza vistió el alma de una «extraña cobertura de carne». Mientras el cuerpo, después de la muerte, se desintegra en los cuatro elementos que lo componen (tierra, agua, fuego y aire), el alma humana, por el contrario, tiene origen divino.

El alma, en su existencia preterrena, fue un espíritu bienaventurado en el reino de los dioses, en inalterable unión con el Uno. Pero por la culpa del «odio violento», que intenta en todas las partes del mundo convertir la unidad en multiplicidad, el alma es desgarrada de su unidad feliz, del «cielo», y lanzada a la infame tierra, a este «lugar sin alegría, donde la muerte, el rencor, y una multitud de males semejantes, enfermedades agotadoras, poderes destructores, obras perecederas, van de un lado para otro, en lo oscuro, sobre el valle de la desgracia». El alma tiene que hacer una larga peregrinación a través de toda clase de cuerpos de animales y plantas, hasta que al fin por medio del amor puede volver de nuevo a la unidad divina. De esta manera, el alma del hombre es un peregrino en la tierra, un extranjero que va errante sin reposo, que ha sido expulsado de su patria celeste y empujado a las ciudades de los pecados y de la impiedad. A la caída del alma corresponde una elevación gradual, ya que le ha sido concedido poder expiar la culpa sometida en su existencia preterrena; esto sólo puede conseguirse con una vida purificada, es decir, con una vida limpia.

A través de la doctrina de la transmigración de las almas adquiere su peculiar significación la estrecha relación que existe entre hombre y animal que resulta de la filosofía natural de Empédocles. Tienen importancia extraordinaria las consecuencias de este parentesco: un lazo común abraza a todo lo animado, un mismo derecho válido para todos. De aquí se deduce lógicamente un mandato categórico: el respeto y la consideración ante todo lo viviente. Por lo tanto, es una injuria horrible matar animales y comer su carne. Los cuerpos de animales que los impíos devoran son «morada de almas en pena»´.

El alma de Empédocles se merece un lugar especial en este blog porque surge de la doctrina pitagórica sobre el alma que hemos mencionado varias veces en el blog. Además,  es muy relevante su concepto sobre el «Daimon» que también lo hemos estudiado con anterioridad.

Artículos relacionados con la misma temática:

Transmigración del alma

Daimon

Metempsicosis

Los órficos

Orígenes de la religión órfica

 

 

 

 

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El alma en los filósofos presocráticos

Demócrito y Heráclito. Johann MoreelseLos filósofos presocráticos concibieron el alma como el principio vital que determina las actividades de los seres vivos, pero no alcanzaron una comprensión del alma como una realidad independiente del cuerpo, divina e inmortal. Así por ejemplo, los atomistas aceptaron su existencia, pero la consideraron compuesta de átomos más perfectos que el resto pero materiales, la concibieron formada de átomos esféricos y lisos, y por tanto mortal.

La filosofía griega puede ser dividida entre aquellos filósofos que buscaban una explicación del mundo en términos físicos y quienes subrayaban la importancia de las formas inmateriales o ideas. La primera escuela importante de la filosofía griega, la jonia o milesia, era en gran parte materialista. Fundada por Tales de Mileto en el siglo VI a.C., partió de la creencia de Tales según la cual el agua es la sustancia primigenia de la que procede toda materia. Anaximandro ofreció una idea más elaborada y mantuvo que la base de toda materia es una sustancia eterna que se transforma en todas las formas materiales conocidas comúnmente. Esas formas, a su vez, cambian y se funden en otras de acuerdo con la regla de la justicia, es decir, una especie de equilibrio y proporción. Heráclito consideraba que el fuego es la fuente primordial de la materia, pero creía que el mundo entero está en constante cambio o flujo y que la mayoría de los objetos y sustancias se producen por la unión de principios opuestos. Consideraba el alma, por ejemplo, como una mezcla de fuego y agua. El concepto de nous (inteligencia), sustancia infinita e inmutable que penetra y controla cada objeto viviente, fue desarrollado por Anaxágoras, que también pensaba que la materia consistía en partículas en una escala infinitesimal pequeña, o átomos. Compendió la filosofía de la escuela jonia al proponer un principio no físico director, junto a una base materialista de la existencia.

ESQUEMA DEL PENSAMIENTO FILOSÓFICOS DE LOS PRESOCRÁTICOS

TALES DE MILETO

Predijo un eclipse solar.

El agua es el origen de todas las cosas.

Midió la altura de una pirámide en Egipto, teniendo en cuenta la sombra de sí mismo.

ANAXIMANDRO DE MILETO

La materia prima era algo indefinido, algo así como que «todo lo que se ha creado, tiene que ser distinto a lo creado».

ANAXIMENES DE MILETO

El origen de todo es el aire.

Tiene que coexistir los 4 elementos para que surgiera vida.

PARMÉNIDES

Todo lo que hay ha existido siempre.

Todo lo que existe es eterno: nada puede surgir de la nada.

Los sentidos nos hace ver cómo cambiaban las cosas; pero, la razón nos dice otra.

Optó por la razón.

Los sentidos se equivocan; la razón es la fe en la razón humana.

HERÁCLITO

Creía en los rasgos constantes.

Nada dura eternamente: «nunca te bañarás dos veces en el mismo río». Tú y el río no son iguales de un día para otro.

El mundo está basado por constantes contradicciones: «si no hubiera nunca invierno, no nos daríamos cuenta de la primavera».

Tiene que haber una razón universal (logos) que dirige todo lo que sucede, pero que la mayoría vive su propia razón.

EMPÉDOCLES

Se fía de los sentidos.

El agua pura será siempre agua pura.

Los 4 elementos se mezclan entre sí y al separarse (muerte) quedan intactos. Ejemplo: la mezcla de los colores.

ANAXÁGORAS

Todo estaba compuesto por  pequeñas partículas, invisibles a los ojos humanos.

No aceptó la idea de que tierra, agua, fuego, aire se convierta en sangre y fuego.

Le interesó la astronomía.

DEMÓCRITO

El alma está conectada al cerebro y al morir se pierde la conciencia. Al desintegrarse en átomos, entraría en otra alma en proceso de creación.

El creía en lo material: materialista.

El alma está formada por «átomos del alma»

La naturaleza está compuesta por átomos.

Todo ocurre mecánicamente.

No acepta ninguna fuerza espiritual en la naturaleza.

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Obra recomendada:

Historia de la filosofía griega (VARIOS)

Enlaces recomendados sobre la misma temática:

El alma en Tales de Mileto

El alma en Epiménides

Empédocles

Jenófanes de Colofón

El alma a través del mito

El alma de las plantas y de los animales

El alma a través de el mito

 

 

 

 

 

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