Archivo mensual: septiembre 2022

Sobre el destino de los héroes

El héroe clásico concibe el mundo como un campo de batalla donde proyecta su voluntad acorde con la idea del Orden de la manifestación, pero los caminos son múltiples y las hazañas son diferentes y muy desafiantes hasta que, por fin, el héroe cumple el último propósito de su destino que es el de encender la llama que anida en su interior. Esta llama perenne, algunos la citan como la Sabiduría, para otros es la Verdad; pero, en definitiva, la idea es manifestar la ley del cosmos en este mundo, cumpliendo así con la máxima “lo que es arriba es abajo”.

El héroe clásico tiene el mundo bajo sus pies y en ese mundo también se encuentran las fuerzas sutiles que dominan la naturaleza, una naturaleza que está constantemente en movimiento, que oscila entre morir y nacer. A esto hay que añadir un factor que va más allá del alcance del hombre y los dioses: el destino.

El destino para el héroe tiene dos vías: por un lado, seguir en su hogar y morir anciano al lado de su familia con una vida tranquila hasta que alcanza el final de sus días, sin dejar ninguna huella de resplandor y eternidad, cayendo así en el olvido para siempre, sin memoria…; por otro lado, la vida breve pero la gloria eterna de ser recordado como un héroe a través de todas las generaciones, como es el caso de Aquiles, o bien, alcanzar el Olimpo como Hércules, o el caso de Menelao, que vivió eternamente en los Campos Elíseos. En suma, héroes que eligieron la opción más difícil, el camino más arduo y tortuoso, como es el caso también de Eneas, héroe troyano que se exilió de su patria, moldeando su nuevo destino y aceptando así formar parte del elenco mundo heroico que deja atrás las comodidades, las riquezas, las alabanzas efímeras y las superficiales. En otras palabras, el héroe quiere ganar el combate más importante que se le presenta: alcanzar su propio destino.

El héroe clásico amanece con su espada afilada para entrar en combate, pero sin temor. Las armas de los héroes caídos son los trofeos a disputar en los juegos agonales funerarios, bajo la atenta mirada de la Niké, la diosa alada de la Victoria, que muestra el valor del esfuerzo, la convivencia, la fraternidad y el crecimiento espiritual. Poseer las armas de Aquiles, por ejemplo, dotaba al héroe de un vínculo más cercano con el rey de los mirmidones y, a su vez, reforzaba una relación fraterno-espiritual.

La cultura romana también tiene como filosofía de vida este sentimiento de victoria y el deseo de ganar. Sin embargo, fueron los griegos quienes levantaron una sociedad “agonal”, competitiva, luchadora, que, desde una temprana edad, les eran impuestos entrenamientos físicos obligatorios, manteniendo así una condición física inmejorable. Igualmente, también se participaba en los eventos deportivos como las olimpiadas. En suma, los juegos agonales eran un simulacro para la guerra, que era el principal objetivo. Pero, el héroe clásico, aquel que decide ir más allá de la guerra, más allá de la hazaña bélica, decide poner a prueba sus facultades físicas-espirituales y prioriza la conquista de su verdadera naturaleza a la decrepitud de la vejez.

Fresco del palacio de Aquileón en Corfú, Grecia: Aquiles elige la gloria eterna, imperecedera, arrancando la flor de su juventud para permanecer con nosotros gracias a Mnemósine, la memoria. Aquiles arrastra el cadáver de Héctor frente a los muros de Troya.

LOS TRABAJOS DE HÉRCULES s. III. MOSAICO DE LIRIA. VALENCIA. | mosaicos  romanos

Hércules, héroe por excelencia en el mundo grecorromano, a través de sus doce trabajos, alcanza la apoteosis con la ascensión al Olimpo. Una vez que se fraguó la voluntad divina, se instauró el Orden después del Caos, porque precisamente el héroe se rodea de un mundo caótico, en ruinas, rodeados de monstruos, de seres de naturaleza salvaje e indómita, pero, precisamente, el propio héroe da respuesta a estos desafíos del devenir y nos enseña a combatir las múltiples caras del destino.

Los dioses lidian también con esta fuerza desconocida llamada destino. Un ejemplo que ilustra la idea del destino en el mundo olímpico es cuando llega la hora de la muerte de Sarpedón, hijo de Zeus, a manos de Patroclo. A pesar de que la muerte de Sarpedón es discutida entre los dioses y Zeus quiere evitarla, finalmente se dictamina lo que está escrito en el destino de Sarpedón:

[Hablando de Sarpedón] deja que muera a manos de Patroclo en reñido combate; y cuando el alma y la vida le abandonen, ordena a la Muerte y al dulce Hipno que lo lleven a la vasta Licia, para que sus hermanos y amigos le hagan exequias y le erijan un túmulo y un cipo, que tales son los honores debidos a los muertos. (Ilíada, Canto XVI).

Ya sabemos que el destino es inescrutable. Ni los propios dioses pueden dominar esta vasta fuerza que se les escapa de sus dominios.

A escala terrenal, el destino del hombre se caracteriza a través de la vejez (Geras), el Engaño (Dolos), el Hambre ( Limos, Etón), y las Moiras como la última estación del hombre. Las implacables Cloto, Láquesis y Atropo (la tríada temible de la que todo hombre quiere escapar) acechan al héroe en su caminar.  Zeus no puede salvar a su hijo Sarpedón y accede finalmente a lo que indica la balanza del destino; no obstante, Afrodita si salva a su hijo Eneas y le insufla en su mente un propósito nuevo para el que ha sido elegido. El destino nos puede resultar en ocasiones caprichoso, pero no es tal como lo pensamos.

El destino es tal como es. En nuestra mente limitada no podemos alcanzar a entender la fuerza del destino y sus dictados cósmicos. Estamos aún muy lejos…

En la imagen de arriba, Eneas representa al héroe clásico que hemos descrito en párrafos anteriores. El héroe sufre la derrota de su patria por la cruenta guerra de Troya. Su alma oscila entre quedarse como esclavo de los aqueos, como trofeo, o bien iniciar su propia búsqueda de la verdad, su destino, la libertad…Es decir, Eneas debe reiventarse, recorrer el camino del Caos al Orden, buscar su sede, su camino y su misión, tal como hizo Hércules, Ulises, Menelao…En el cuadro de arriba se observa la huida de Eneas tras la caída de Troya.

El punto de partida de Eneas es la creencia en una eterna alternancia de mundos que nacen y desaparecen. Del mismo modo que hubo varias generaciones de dioses y de fuerzas sutiles que dominaron el cosmos, también en la tierra esos mundos se han de renovar. De aquí se interpreta que Eneas porta esa luz cósmica y renovadora, a pesar del aniquilamiento de su patria y así el destino teje un nuevo sendero para el héroe troyano. Se abre una nueva vía de iniciación para el héroe que la acepta y se responsabiliza de su nuevo camino.

Breve reseña mitológica sobre Eneas

Eneas, Príncipe troyano, hijo de Anquises y de Afrodita (Venus). Su destino no estaba ligado a Troya, a pesar de casarse con Creusa, hija de Príamo y Hécuba, reyes de Troya. Eneas lleva linaje divino, pero era muy complejo que reinara en Troya junto a su mujer. Afrodita tenía para su hijo la misión de fundar una nueva Troya, arquetipo de la futura Roma, bajo la voluntad de Zeus (Júpiter). La Eneida relata el peregrinaje de Eneas a través del Mediterráneo y las dificultades que la enemistad de Juno (Hera) pone en el camino del héroe.

En efecto, Eneas posee un rango de héroe clásico, de linaje divino, con unas características muy afines al héroe tradicional. Para Platón (Leyes, IV, 716), el hombre que posee templanza interior, y control de sí mismo, es “amigo del dios”. Dioses y héroes fraguan un nuevo Orden, un mismo Destino. Aunque en el Olimpo Hera y Afrodita se enfrentan, Zeus se niega a favorecer a un bando u a otro cuando se da el decisivo combate entre Eneas y Turno que también pretendía la mano de Lavinia, hija de Latino, rey del Lacio. Turno cae en el combate final y Eneas reinará sobre un pueblo en el que se funden armónicamente las virtudes de los latinos y las de los troyanos.

“El arte de vivir es cambiar las hojas sin perder las raíces”.

Eneas, tras la caída de Troya, desconoce cuál es su lugar en este mundo. Su madre jamás le desvela su cometido como guerrero, pero sí que siente la llamada de que algo muy grande se está forjando dentro de él, porque es conocedor de su linaje divino.

Así que Eneas propone cambiar de vida, sin perder sus más auténticas raíces y sacro origen, pues de carecer de estos valores su objetivo final no tendría sentido y sería algo quimérico y fatalista. El guerrero guarda con mucho sigilo la memoria (Mnemósine, una de las fuerzas del mundo antiguo y fundamentales del origen del cosmos) como principal fortaleza, a pesar de que Troya ha sido conquistada, arrasada y aniquilada. Eneas trata de no olvidar quién es y se queda observando desde arriba, entre los escombros de su amada patria, sin pasado y sin futuro. Sin embargo, lo único a lo que se aferra es a la única realidad posible: el presente y sus orígenes. De aquí se entienda que el héroe convierta sus infortunios o lo de su patria en un diamante por pulir y cada abismo de oscuridad, en un nuevo foco de luz. El héroe debe seguir brillando portando la llama de su patria a su destino final. Troya no es el punto final, debió pensar un desalentado Eneas sobre las cenizas de la malograda Troya. Troya arde, pero Eneas atraviesa la noche de los miedos y la mala traición, ningún temor le asusta, ni siquiera las almas de sus compañeros caídos en combate, que pululan como fruta seca por el Hades,  le conmueve porque sabe que la fuerza inconcebible del universo le sostiene. Ni las muertes ni las persecuciones a los troyanos por parte de los aqueos pueden hacer nada para frenar a Eneas, porque el héroe toma consciencia y fuerza vital para llevar a cabo su propia odisea. Eneas conoció la mayor derrota de su vida, pero no se detuvo. Eneas comienza así a bailar con el universo. Tras huir de Troya, el héroe avanza hacia todas las dimensiones interiores, rompiendo las barreras físicas y mentales, hasta llegar a descubrir su objetivo, el triunfo de la eternidad.

Eneas pierde una batalla, pierde una guerra, pero el héroe jamás va a permitir aniquilar la integridad sagrada de su ser, sino que va a elevarla a lo más alto. Igualmente, Eneas no va a romper con su estirpe porque conoce perfectamente su linaje divino que lo considera mucho más valioso que un momento puntual histórico como fue la caída de Troya.

Memoria, vida, renacimiento, dioses y cosmos son las conquistas mistéricas contra el olvido, la muerte, lo finito y temporal que pertenecen a este mundo de apariencias. Al recuperar la memoria del pasado, el hombre se identifica con la divinidad. La memoria es el basamento de la sabiduría como el árbol con sus raíces, los frutos (futuro) serán su alimento.

Esto nos lleva a recordar un pasaje en concreto de la Odisea. Cuando Ulises y sus compañeros viajan al país de los lotófagos, donde sus habitantes comen loto (una planta con unas propiedades que te hacen olvidarlo todo)y no saben quiénes son, de dónde vienen, cuál son sus propósitos en esta vida, en fin, perdieron la existencia de sus vidas, dejaron de vivir como hombres y sus conciencias se evaporaron como el humo. Los compañeros de Ulises comieron de la planta y ya no desearon volver a su patria, ni tener proyectos ni ilusiones, ni ataduras, olvidaron su pasado y fueron presa de una vida engañosa y sin sentido. Ulises, al no probar el loto, es el único que está despierto y con conciencia y empieza a zarandear a sus compañeros para que salgan de la isla del olvido zarpando de nuevo en sus cóncavas naves, remando hacia el futuro.

No es de extrañarnos que, en el largo periplo de Ulises y su tripulación, en cada momento, la amenaza del olvido está presente, el desinterés de reencontrarse con su estirpe o la apatía de volver a su patria son las grandes batallas con las que tiene que lidiar Ulises para no perder su identidad. Digamos que el deseo de volver es el trasfondo del periplo de Ulises y sus compañeros. Volver a sus orígenes es estar en el mundo, es sentir la luz de la aurora y reencontrarse con el orden.

Eneas, paralelamente al viaje de Ulises a su patria, debe realizar su propio viaje, penetrar en su propia odisea, en un viaje hacia lo desconocido donde las fuerzas de la naturaleza se disponen a poner a prueba las capacidades del héroe troyano. Curiosamente a ambos héroes sienten que una densa y oscura nube se extiende sobre sus cabezas, como una turbia pesadilla, una sombra siniestra del Hades que le sigue allá por donde van, amenazándoles con el olvido y las ganas de regresar a sus orígenes, y si es posible , con la muerte final.

Nosotros no andamos tan lejos del periplo de Ulises o de Eneas, o ¿acaso la sociedad actual no se encuentra en el país de los lotófagos?

Eneas y Odiseo tienen mucho en común a la hora de poner en marcha sus viajes. Comparto el estudio del autor José Luís Calvo1 que refuerza mis reflexiones sobre el destino de los héroes y que comparto con vosotros:

  • Ambos tienen un único hijo: Ascanio/Telémaco.
  • Hay una divinidad que le protegen: (Afrodita/Atenea)
  • Hay una divinidad que impide que alcance su meta: (Hera/Poseidón).
  • El héroe encuentra dificultades para llegar a su destino: (Tracia, Creta, Sicilia, Dido/Calipso, Circe, Feacios).
  • Ambos reciben consejos de una adivina para descender al Infierno y recibir información más concreta sobre el desenlace final de su viaje y el futuro: Sibila/Circe.
  • Ambos héroes peregrinaron por muchísimo tiempo, conocieron lugares extraños y costumbres de muchos hombres y sufrieron también la pérdida de seres queridos.
  • Finalmente, alcanzaron el destino final: Lacio/Ítaca.
  • En su destino final ambos héroes tienen que combatir con el enemigo: pueblos itálicos/pretendientes.
  • Se restablece un Orden, la paz reina en ambos reinos.

Es cierto que hay matices diferentes que se deben tener en cuenta en ambos héroes:

  • Eneas tiene linaje divino por parte de madre (Afrodita) y Odiseo no presume de ser hijo de una divinidad, aunque Zeus lo tiene como un ser mortal con una inteligencia por encima de los demás mortales y siempre cumple sacrificios en favor de los dioses. (Odisea, Canto I)
  • El viaje de Odiseo es el regreso a su patria y, sin embargo, Eneas se dirige a conquistar una nueva tierra, tras la destrucción de la sacra ciudad de Troya.

«Es preciso, en las circunstancias presentes, estar en plenitud de fuertes como hombres valientes y no ceder, intentar encontrar la manera de vencer con honor y salvarnos. Y si no, moriremos con honor y jamás estaremos sometidos, en vida a los enemigos.» (Quirisifo)

Las huellas de un héroe están muy marcadas desde que comienza su odisea particular. La muerte amenaza en cada acción, en cada aventura, pero precisamente mediante el sufrimiento, la pérdida y la muerte de sus compañeros, el héroe, bajo su condición limitada, va adquiriendo grandeza y dignidad heroica. Esa luz interior va en aumento y ambos héroes no se encasillan como héroes trágicos. Ambos no luchan contra el destino, sino conforme a su destino.

Odiseo es puro carácter, irradia inteligencia, astucia, experiencia, es él mismo allá donde va. Su personalidad está llena de riquezas que se van revelando a lo largo de su viaje, siempre superándose ante cualquier adversidad, por muy cruel e injusta que fuera. Odiseo puede mostrar ternura y a la vez ira.

Cuando Eneas pone pie en Italia ya ha alcanzado su punto más alto de perfección, no comete errores. No tiene compasión cuando da muerte a Turno para hacerse con el poder y construir su nueva Troya. Afrodita consigue perpetuar el legado divino; Atenea ayuda a Odiseo a restablecer su microcosmos.

En ambos casos se da una reconciliación entre hombre-divinidad.

El ciclo iniciático ha finalizado.

Placa de terracota 450 a.C. Uno de los hilos dramáticos del relato del regreso de Odiseo es la revelación gradual de su identidad. Aquí, Odiseo aparece sentado ante la fachada de su palacio. La anciana nodriza, Eurykleia, le lava los pies, y lo reconoce por una vieja cicatriz.

(1) El Catedrático de Filología Griega expone varios estudios detallados sobre la Literatura Griega arcaica y clásica y destaca la figura del héroe griego y romano en su máximo cenit. Los estudios se recogen bajo el título Literatura al amanecer (2014).

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