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Aquiles

Estatua de Aquiles en Corfú, Grecia.

La lucha del hombre con el tiempo aparece de manera evidente en todas las manifestaciones del arte, de la literatura y de la religión en el mundo clásico. Pero es el mito la forma más eficaz de combatir la fugacidad y la caducidad de lo humano, pues el mito de por sí ya es una herramienta para no caer en el olvido.

Aquiles, por ejemplo, combate la fugacidad y la caducidad del hombre eligiendo la gloria eterna, imperecedera, pero pereciendo joven en el campo de batalla para permanecer con nosotros gracias a Mnemósine, la memoria. Tras la muerte de un héroe, por tradición, este recibía un culto exclusivo, pero no está en modo alguno a la altura de una divinidad. Tampoco es un ser humano pues ha sido capaz de romper las ligaduras que atan al ser humano con la esfera terrenal. En otras palabras, ha dejado de ser un hombre para convertirse en un héroe. La muerte le ha elevado a un estatus de figura religiosa que aún sigue activa en el mundo intangible. La polis puede solicitar su ayuda, se dirige a él, le invoca, cantando sus heroicidades, pero también recuerda sus sufrimientos. Posiblemente, dentro de la tradición católica, nos lleva a relacionar la figura del héroe con sus santos tras ser conferidos mártires y protectores locales, patronos de una ciudad, es decir, siendo figuras mediadoras entre el hombre y la divinidad. Sin embargo, hay diferencias entre ambos. Los santos, por un lado, aceptan el plan divino en buena parte por su sumisión a los designios de Dios, y hacen de puente para aquellos mortales que no han alcanzado la vida eterna. Ellos son los ungidos de Dios, paladines de virtudes morales e inquebrantable fe; por otro lado, los héroes incurren en horribles desmesuras (hybris), haciendo el bien y el mal, no se cuestionan la idea de la virtud y desde luego, se oponen a los designios de una divinidad, representada como caprichosa, hostil, envidiosa y que la mayoría de las veces son las grandes amenazas de muerte. Precisamente con la muerte que provoca la divinidad, el héroe finaliza su vida pero su heroicidad continúa eternamente y termina integrándose en el orden divino del mundo: estable, inmutable, sin ningún tipo de caos al que se había enfrentado a lo largo de su periplo como guerrero. De este modo, Aquiles se convierte en un legado lleno de relatos míticos y también en una figura de culto. Luego, los poetas de la antigüedad se encargan de inmortalizar sus hazañas post mortem.

Finalmente, el héroe pasa a tener un culto público con la participación activa de la ciudadanía, transformándose en un héroe cívico. La polis cristaliza el espíritu de dicho héroe, profundiza en sus hazañas conectándolo con los aspectos divinos y sensibles del mundo celeste. De esta manera, la ciudadanía se identificaba con sus dioses y con sus héroes, así también reconocía unos códigos cargados de valores que enraizaban el complejo mundo de su sociedad.

Aquiles, faro de inspiración para su pueblo Ftía (Tesalia) tuvo que elegir, según el oráculo, entre vivir una vida longeva, en familia pero anónima o bien ser Aquiles tal como lo conocemos hoy día. Aquiles comienza su leyenda justo cuando quiere formar parte de la gran lucha entre Occidente y Oriente, la Guerra de Troya, como lo fue en su días también las Guerras Médicas entre los griegos y los persas. Esta balanza entre Occidente y Oriente ha seguido después en la Era de Cristo con sus interminables guerras y continúa haciéndolo. Observar estos ciclos que se repiten nos lleva a recordar las historias y leyendas de los héroes de cualquier época (Aquiles, Ulises, Eneas, o no tan lejanas como el Cid, Pelayo, el Gran Capitán…).

Quizás tengamos que resaltar un mundo entero que tiene que ser revelado, un mundo que tiene que abrirse a la gloria de los grandes héroes y que forma parte de una historia que nos pertenece, en el sentido de una herencia que no podemos perder y mucho menos dejarnos pisotear y manipular.

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Esparta

10 datos sobre los espartanos

Cuando uno se asoma al pasado remoto, concretamente a la antigua Grecia, no se puede ser objetivo, pero sí podemos ser honestos y ecuánimes. Hablar de Esparta es hablar de mito más que de historia, pues Esparta va conectada con el propio mito. El propio Bertrand Russel así lo afirma: “históricamente el mito es incluso más importante que la realidad”.

El mito espartano ha tenido una elasticidad adaptada a pensadores y a políticos de cualquier periodo, desde Platón hasta Hitler, cuyo efecto final ha sido exagerar y enaltecer a Esparta, para bien o para mal. La envoltura del mito sobre Esparta es casi siempre tóxica, perjudicial y muy manipulada. Para empezar, Esparta fue un centro cultural de primer orden, abierto al exterior, donde destacaban poetas y trabajaban reputados artistas en diferentes áreas. Un poeta que acentuó la cultura espartana fue Tirteo (mediados del s. VII), gran poeta lírico de contenidos épicos, como la guerra contra Mesenia. Ardor, coraje, valentía fueron sus mensajes para lograr estimular a los espartiatas. En general, la mentalidad espartana era la gloria del Estado y no la gloria individual.

Como bien explica César Fornis, Catedrático de Historia Antigua: en la Atenas del siglo IV se inventará una tradición que hacía de Tirteo un ateniense, un maestro de escuela “prestado” a los espartanos para derrotar a los mesenios; con la reivindicación de la autoctonía ateniense, se despojaba al tradicional “enemigo” del que, junto a Alcmán, fuera uno de sus buques insignia culturales. El mensaje era claro: la embrutecida Esparta jamás habría podido producir semejante poeta.  En suma, Fornis continúa que la imagen negativa de los espartanos, como personas de una cultura estéril, es fruto, en gran medida, de la propaganda ateniense.

La mentalidad espartana de que todo el esfuerzo debía encaminarse para el bienestar de la comunidad (rasgo distintivo del hoplita y ciudadano espartano) llevó a Esparta a tener la primera educación pública de la historia, con una propuesta de más socialización y menos intelectual que la ateniense. Desde los siete años se enseñaba al niño a leer y escribir, aritmética elemental, expresión oral y algo de música, danza y poesía, básicamente lo mismo que los escolares atenienses; no obstante, la diferencia consistía en que el ateniense (desde el enfoque de la “paideía griega”) reforzaba el lenguaje oral con retóricas mucho más complejas que el ideario espartano que eran más parcos, lacónicos, expresando con ello que vivían más de los hechos que de las palabras. El estricto sentido de la vida guerrera que tenía un espartiata desplazó el refinamiento por las letras, pero la música, la danza y la religión eran sus pilares culturales más cercanos y formaban parte de sus vidas cotidianas. A esto hay que añadir que el adulto tenía la responsabilidad moral y ética sobre el joven en su aprendizaje de los valores inherentes a la ciudadanía. Aquí las versiones cambian porque Esparta veía la homosexualidad como algo natural, incluso beneficioso para el Estado; sin embargo, otras fuentes aclaran que la homosexualidad la asumían con decoro y decencia.

Como sociedad diferente a cualquier otra Ciudad-Estado, cabe destacar que las mujeres, desde muy temprana edad, recibían una educación cívica no sólo en música y religión sino también en el deporte, como un sello único, peculiar e insólito en el mundo griego antiguo. La preparación deportiva servía para que el parto fuera menos doloroso y así engendrar hijos sanos y fuertes. La propia reina Gorgo (esposa de Leónidas), preguntada por una mujer de Atenas que por qué las espartanas gobernaban a sus hombres, respondió (lacónicamente): “porque somos las únicas que traemos hombres al mundo”

Las mujeres espartanas exhortaban a los hombres (padres, esposos, hijos) a ser valerosos en el combate (aunque pierdan la vida), o incluso esas mismas mujeres les dan muerte en caso de que no hayan cumplido con las expectativas que la exigente Esparta esperaba de ellos. Sin embargo, es difícil extraer lo que corresponde a la realidad en el caso de la mujer espartana de lo que no es sino una visión idealizada, por parte en muchas ocasiones de los propios atenienses, de lo que representa Esparta.

Como dato curioso, las espartanas nunca tuvieron derechos políticos, pero podían participar en actividades públicas y participar en certámenes deportivos. También eran propietarias de la tierra.  Pero, la principal responsabilidad de una espartana era la de dar hijos que luego iban a ser ciudadanos-soldados, la base de la estructura política-social de Esparta.

En cuanto a la política espartana, se representa tergiversada y enredada en complejos mitos difíciles de aclarar. El problema de esta etiqueta resistente se la debemos al nazismo que desfiguró su visión de Esparta con el totalitarismo. La idea de una Esparta obsesionada con la selección natural, según comenta César Fornis, es en gran parte debida a la propaganda que impulsó el nacionalsocialismo durante la década de los treinta y cuarenta. Hitler declaró su admiración por Esparta, como un Estado referente para buscar la pureza racial. Precisamente, este debate sobre la pureza aria relacionó a Esparta con un sistema político totalitario, término que César Fornis puntualiza como exagerado y que ha llegado a nuestros días como un bucle difícil de salir. Más bien representaría un modo de monarquía hereditaria dentro de las dos familias reales: los Agíadas y los Euripóntidas, ambos descendientes respectivamente de los epónimos Agis y Euriponte, ambos del linaje de Heracles y, por extensión, del mismo Zeus.  A La realeza espartana le era concedía chárisma, es decir, gracia o don especial de derivación divina que la convertía de algún modo en mediadora entre la comunidad y las divinidades, interactuando entre ambos, y reforzando de paso el principio de transmisión hereditaria. Era a su muerte cuando los diarcas adquirían su verdadera condición al ser heroizados y recibir culto como héroes. Según César Fornis la diarquía no fue un sistema de gobierno en sí mismo, sino uno de los tres componentes fundamentales que hacían de la espartana una politeía (ordenamiento constitucional) modélica y perfecta. De esta manera, se conjugaba tres elementos equilibrados: el monárquico, la Gerousía o Consejo de ancianos (el aristocrático) y la Apélla o Asamblea (el democrático). Este equilibrio explica que Esparta nunca sufriera disturbios internos y no fuera gobernada por tiranos.

Heródoto, según subraya César Fornis en su libro, jamás describió la Esparta arcaica como una sociedad militarizada, aislada o intolerante con cualquier extranjero.

Es muy fácil de manipular y tergiversar el tema de Esparta cuando no hay apenas fuentes donde sostenerse. No existe ningún historiador referente espartano, como cronista, solamente se conservan fragmentos de dos poetas, Tirteo y Alcmán.

La tradición espartana, sobre todo recaía en la oralidad, como identidad autóctona.

Bajo el mito, Esparta fue el paladín de patriotismo, orden, disciplina, austeridad y a su vez ejemplo para encauzar una política ideal para los gobiernos. Asimismo, los espartanos restauraron el espíritu dórico-aqueo, cristalizando el ciclo heroico, a través de la casta guerrera y su sistema político, culminando ese logro espiritual y restauración del microcosmos. Para ampliar más información sobre el ciclo heroico os emplazo al siguiente enlace: Eduard Alcántara

Precisamente, la “areté” o “excelencia” no era solo militar, sino también moral, puesta al servicio de la comunidad, del bien común, y no de la gloria personal.

Sentido del honor y del deber (Dharma=destino) de lo espartiatas en la lucha por la libertad griega, como es la entrega hasta la muerte de Leónidas y sus trescientos en el desfiladero de las Termópilas (“Puertas Calientes”), en un intento baladí por contener el paso de los persas, siendo tal episodio como una muerte heroica. La muerte de Leónidas consumía al oráculo del Apolo Pitio en Delfos: “o bien la poderosa y eximia ciudad de Esparta sería asolada por los descendientes de Perseo, o bien lloraría la muerte de un rey de la estirpe de Heracles”

Ese “Deber” del espartano se concentraba en la defensa de su patria, de su religión, de su honor, propio de cada hombre de acuerdo con su casta y con su posición en la sociedad.

Mi visita a Esparta en el año 2019 no me llevó a una profunda decepción tal como le sucedió a Chateaubriand, escritor del periodo romántico de la literatura francesa: “las lágrimas inundaron mis ojos cuando los fijé en la miserable cabaña levantada en el paraje abandonado de una de las ciudades más renombradas del universo, ahora el único objeto que señala el lugar donde Esparta floreció”.

Esparta y Atenas | Egrecia
Restos arqueológicos de Esparta

Para mí, la Esparta actual representa muy bien los valores mencionados en párrafos anteriores. Si Atenas es bulliciosa, caótica, turística, desbordada por los selfies de los miles de turistas que la visitan, Esparta está en la otra cara opuesta, adversaria e incompatible. En ese momento uno entiende que todavía, en otros planos más sutiles, continúa esa batalla entre Atenas y Esparta, invisibles a los ojos humanos.

Suscribo la reflexión de Auguste Rodin: “Nada es tan bello como las ruinas de una cosa bella”. En Esparta el silencio es impactante, el sonido de la naturaleza penetra por tu piel y a tu alrededor observas restos esqueléticos de una ciudad inmortal que sigue manteniendo intacto su legado más preciado y del que os voy a detallar:

  • Moderación. Disciplina. Equilibrio. Serenidad. Fueron sus más preciados valores intangibles.
  • El sentido comunitario.
  • Se despoja del lujo y de la avaricia.
  • El espartiata toma el sendero de la eleuthería (la libertad).
  • Austeridad (llevar el mismo vestido en invierno y en verano), dormir en lecho recio, ser íntegro e incorruptible.
  • La doctrina de la indiferencia: ante los resultados de la acción, igualdad ante el éxito y el fracaso (el paso de las termópilas, una derrota que supo a victoria, hoy día el valor de ese momento histórico-político supuso que los persas no dominaran la cultura occidental). Toda acción produce consecuencias y éstas deben continuar en otras vidas venideras. El hombre debe cumplir los dictados del cosmos.
  • No es cierto que el dolor les haga más fuertes. «Dolor» proviene de la raíz latina «dolere», que hacía referencia al hecho de ser golpeado. Si acudimos a sus orígenes indoeuropeos, se refiere a pulir o alisar. El dolor golpea y, a la vez, cincela. No les fortificaba: les instruía.
  • Carencia de deseos.
  • Entrega total a los dictámenes del universo, como referencia cósmica y espiritual.
  • La brevedad en su lenguaje, conciso, pero cargado de sabiduría. Eran parcos a la hora de expresar sus sentimientos. Ellos practicaban un modo de vida más interior, apoyándose en una idea, en una imagen, en un símbolo, en un sentimiento, en una actitud.
  • El aislamiento del espíritu frente a la materia.
  • La identificación del alma individual con el alma universal, la unión de aquélla con ésta.
  • Firme voluntad de llegar a la cima espiritual.
  • Rechazo de la inactividad, del “quietismo”.
  • La carencia de deseos y pasiones los llevaban a conservar el sabor, el poder, la fuerza de una tradición.
  • Fuerte vigencia en los ritos de iniciación, particularmente los de transición a la edad adulta.
  • Un vínculo muy arraigado al culto heroico.
  •  Culto a los pathémata, las pasiones o estados de ánimo del ser humano: el Miedo, la Risa, el Pudor, el Amor, el Hambre, la Muerte o el Sueño; los espartanos debían aprender a vivir en armonía con estos pathémata si se pretendía alcanzar el “buen orden” (eúkosmon) y la “felicidad” (eudaimonía), lo que de hecho significa dominar sus emociones, ejercer un autocontrol (enkráteia), algo que en los momentos previos a entrar en combate podía resultar especialmente beneficioso. El miedo, cuya personificación era “Phóbos” tenía un templo en Esparta, quedaba exclusivamente para los enemigos. El espartiata no temía a la muerte, sino que se preparaba para ella.
  • Orgullo patriótico: Leónidas, Alfeo y Marón por la valentía demostrada en las Termópilas; Hipóstenes y Cinisca por sus victorias olímpicas; Menelao, Helena, figuras míticas y relacionadas con su pasado. Cástor, excelente domador de caballos y Polideuces (Pólux, versión romana), un experto pugilista, ejercían de divinidades tutelares.

Como pueblo dorio cabe destacar las normas de conducta a las cuales debe ceñirse el hombre que aspira al progreso espiritual y a la liberación, buscando la sabiduría, como se refleja con Heracles, en sus doce trabajos.

Breve reseña mitológica: Esparta, descendientes de Heracles.

Casi un siglo después del final de la Guerra de Troya y según Tucídedes, los Heráclidas habrían regresado al Peloponeso, la denominada “tierra prometida” para tomar posesión por las armas del territorio que tal injustamente se les había arrebatado y que se dividió en tres reinos: Lacedemonia, Argos y Mesenia.

Este relato confirma la identidad doria con una patria.

Los reyes espartanos, descendientes directos de Heracles, se erigen en núcleo de un relato mítico en el que se otorgan las dos únicas familias de las que pueden salir reyes: Agíadas y Europóntidas.

Las tres tribus dorias serían: panfilios, hileos y dimanes; los hileos se correspondería a Hilo, hijo de Heracles. La vinculación entre dorios y Heráclidas están conectadas.

Para ampliar más información:

Fornis, C. (2019) «El Mito de Esparta». Alianza Editorial.

Enlaces de referencias:

Mediterráneo antiguo

Viaje a Grecia: Esparta, Leónidas

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Rasgos Comunes entre las principales mitologías antiguas

Escultura, Griego, Estatua, Figura, Arte, Pilar, Cielo
Zeus y Hera

Los mitos son parte fundamental de nuestra herencia más ancestral. Forman parte de nuestro conglomerado cultural, tanto del pasado como del presente. La fuerza del mito se hace palpable en nuestras costumbres, creencias y religiones. Solamente hay que alzar la mirada a cualquier lugar del mundo para entender que la mitología sigue siendo un elemento esencial de la vida para comprender nuestros orígenes. Los mitos universales se centran en la divinidad y su naturaleza abarcando las cuestiones principales como la existencia del ser, el destino, la muerte y el mundo que rigen los dioses. Muchas culturas antagónicas muestran símbolos y relatos con una similitud asombrosa. En el siguiente artículo esbozaremos aquellas tradiciones mitológicas que conecten entre ellas y que tienen un fuerte influjo en nuestro presente.

Armillarkugel, Constelación

La palabra mito nace en la antigua Grecia y cabe subrayar que no ha habido ninguna lengua moderna que haya podido suplirla. Podemos entender el término como fábula, conectando con un vocablo latino utilizado para traducir el griego mythos. Por otra parte, que el mito sea una ficción alegórica es el resultado de una visión de un relato o una imagen que representa otra cosa distinta. De todas formas, hay que destacar el amplio uso del término a través de las épocas y de los diferentes autores en los que podemos destacar sus interesantes connotaciones como fabuloso, fascinante, extraordinario; pero, a su vez, puede surgir como algo inventado, quimérico, fantástico. En definitiva, el término oscila entre dos mundos, entre lo real y lo irreal. Muchos autores han intentado definir el término y darle un sentido más adecuado, según sus criterios. De todas formas, hay un consenso general a la hora de explicar el término cuando nos referimos siempre a una narración que explica un más allá, un tiempo lejano donde se dan seres, dioses o héroes que se han inmortalizado en nuestra sociedad.  Por otra parte, los relatos míticos tienen una carga simbólica más fuerte que van más allá de los cinco sentidos.

Mi objetivo es acercar a los lectores a los mitos antiguos desde un enfoque universal, tal como están constituidas en su propia tradición y a la conexión intrínseca que se dan entre varias culturas que, aunque aparentemente sean polos opuestos, su principio activo tiene el mismo componente trascendental y espiritual. Un ejemplo categórico se observa en Troya: en el siglo XIX fueron descubierta las ruinas de una gran ciudad situada en Asia Menor, donde se suponía que antaño hubo una cruenta guerra. El hilo conductor de la guerra de Troya nos lleva a evocar personajes míticos como Odiseo, Áyax, Paris, Aquiles, Héctor, Príamo, Helena, entre otros. En las dos epopeyas homérica (La Ilíada y La Odisea) se detallan un conflicto bélico-histórico, mezclado con un mundo lleno de dioses y de fuerzas naturales, para explicarnos la posición del hombre en el mundo y la conexión que tiene con las fuerzas sutiles del universo. Pero, precisamente, otro ejemplo ilustrativo y con un gran paralelismo con el mundo homérico, especialmente con la Iliada, se halla en la épica india, el Ramayana, la expedición de Rama a Sri Lanka con el objetivo de recuperar a su esposa Sita, que había sido raptada como Helena de Troya. Ambas fuentes literarias tuvieron que remontarse a un legado indoeuropeo compartido para después adaptarse a las diferentes idiosincrasias culturales y trazas históricas que implicaban la expansión colonial de Grecia y la India. En suma, se observa de qué manera el mito ha ido componiéndose y ha sido transmitido de generación en generación hasta llegar a la impresión, adaptándose así a las distintas vertientes culturales, como un legado sacro ligado a un acontecimiento histórico. De esta manera, la mitología surge como un compendio de mitos que, gracias a los poemas épicos posteriormente escritos, aglutinan el mundo de los dioses, la cuestión de la naturaleza de la existencia y la relación del hombre con el universo.

Igualmente, el mito se fundamenta en una narración que contiene elementos simbólicos (el agua, el fuego, la tierra, el aire) y que es conocida y aceptada por un pueblo ya que se remonta a un tiempo remoto, a unas tradiciones ancestrales y que es transmitida de generación en generación. Nada que ver con los relatos inventados o de ficciones que van disolviéndose por el paso del tiempo. El mito se asienta en la memoria perenne de una cultura y tiene una marca identitaria específica, común, que explican los aspectos más trascendentales de la vida mediante la narración, por ejemplo, de cómo surgieron los fenómenos de la naturaleza y en la que el hombre es el principal artífice de su evolución espiritual.

Tanto la mitología oriental como la occidental se sustentan en una visión cosmológica, porque destacan y describen los acontecimientos más importantes, como la creación de la humanidad y el origen del universo. Este tipo de mitos tienen un carácter esotérico, profundo, cargado de simbologías que tienen un nivel de espiritualidad al alcance de muy pocos. Podemos señalar como referente los misterios mayores de Eleusis, cuna del misticismo griego; sin embargo, también nos encontramos con muchas tradiciones mitológicas que poseen relatos de acontecimientos importantes, pero de carácter más mundano y exotérico.

Igualmente, en muchas tradiciones, se observa un mito que relata el deterioro progresivo entre el tiempo primordial y el de nuestra época. Tanto en el Próximo Oriente como en la antigua Grecia, encontramos el mito de las Edades, cada una de ellas señaladas con nombre de metales para referir esta decadencia. Este solapamiento entre culturas nos hace entender que el mito se asienta como un vehículo serio y veraz, con un aurea de solemnidad y que está acoplado a un sentido religioso de cada cultura. A su vez, podríamos expresar que tiene un carácter universal. En Egipto, por ejemplo, también se da el desentendimiento entre el hombre y los dioses, una ruptura con las divinidades celestes lleva al deterioro y posterior extinción de la humanidad para que se vuelva a generar una nueva edad de hombres y mujeres con fines más trascendentales.

Los aztecas creían que el universo había sido concebido durante una lucha entre los poderes de la luz y la oscuridad. Según el mito, al principio estaba Ometeatl y Omecihuatl, los principios masculino y femenino de la dualidad. Su descendencia cósmica fueron los cuatro Tezcatlipocas: Tezcatlipoca rojo, o Xipe Totec, relacionado con el Este; Tezcatlipocas azul o Huitzilopochtli, con el Sur; Tezcatlipocas blanco o Quetzalcoatl, con el Oeste; y Tezcatlipocas negro, con el Norte. Un periodo de constantes guerras y de hostilidades cósmicas entre estos dioses hermanos condujo a la creación y destrucción de los mundos sucesivos.

En la tradición védica, en la India, observamos que se dan cuatro edades. Cada Edad o Yuga está precedida de una aurora o crepúsculo matutino y seguida de un ocaso o crepúsculo vespertino. Por lo tanto, nos encontramos con cuatro edades: Krita-yuga, Treta-yuga, Pvapara-yuga y Kali-yuga. En la edad llamada Kali Yuga, o la edad de hierro, es cuando se da el deterioro y decadencia del hombre. La doctrina de las Edades del mundo se integra también con los cuatro soles de la cultura azteca: Sol de Agua, de Aire, de Fuego y de Tierra. No obstante, la literatura védica tiene una dimensión metafísica que le hace ser única y especial y que dio lugar después a la religión hindú. También, en la tradición védica se presenta la destrucción cósmica: Brahma es el creador; Vishnu el conservador, mientras que Shiva representa la fuerza destructora.

 En todas las mitologías se da un patrón común: la visión teológica y los mitos vinculados reflejan la disposición de un orden cósmico coherente, representado por fuerzas sutiles, por múltiples deidades, cada una de las cuales desempeña un papel fundamental en la consecución del equilibrio y armonía celeste y terrenal. La creación y el mantenimiento de dicho orden y su protección contra las fuerzas del caos son un asunto fundamental en las diferentes mitologías, donde se desprenden dos elementos comunes: la existencia divina de alma inmortal y de la deidad suprema.

Continuando con el hilo del orden cósmico, podemos remontarnos a la obra teológica de la antigua tradición sumeria con Enmesh y Enten, Lahar y Ashan que tiene un paralelismo con la Teogonía de Hesíodo. Del mismo modo, en la mitología babilónica, encontramos relatos cosmogónicos relacionado con la Creación. En la mitología persa, una rama de la familia de los pueblos arios, está presente el “Bundahishm”, una compilación de textos cosmológicos y cronologías formadas a comienzos del siglo X d.C. a partir de fuentes más antiguas. En estas fuentes se detallan la creación del bien, la irrupción del mal, la lucha entre las dos fuerzas en la batalla final llegando finalmente la renovación de la humanidad.

Por lo tanto, el orden es un tema omnipresente en la mitología de las diferentes civilizaciones antiguas y tiene un papel primordial e influyente en todas las culturas. En la mitología nórdica los dioses luchan constantemente por mantener o restaurar el orden frente a las fuerzas imprevisibles y perversas de la oscuridad, por lo general en forma de gigantes. La ley y el orden recaen sobre la fuerza de Thor y su martillo y las preocupaciones dominantes del dios nórdico eran la justicia, la ley y el orden.

Júpiter, Romano, Religión, Dioses, Zeus

La mitología mesoamericana destaca también en su origen divino a partir de deidades astrales, incidiendo sobre lo que debió ser un componente mixto. También realzan el interés por un establecimiento del orden natural entre los dioses y el hombre.

El viaje por el inframundo es otro ejemplo de relato mítico que se expone en las diferentes mitologías. Es un hilo conductor que hilvana prácticamente a las principales mitologías. Podemos señalar el Descenso de Inanna al Inframundo, diosa sumeria que nace del sincretismo entre una deidad sumeria local relacionada con Uruk y la deidad semítico occidental de la Estrella de Venus, Ishtar, introducida por la dinastía acadia, regente a mediado del segundo milenio a.C. En Egipto, el dios Re tenía que viajar al inframundo en las horas oscuras de la noche. Desde su muerte hasta la puesta del sol, es decir, hasta su renacimiento, está presente en las paredes de la cámara sepulcral del faraón Tutmosis III ( 1450 a.C.) donde el dios viaja en una barca en compañía de otras deidades. Cabe destacar tres grandes composiciones que actuaban para realizar el viaje al inframundo con total garantías: el Libro de Am-Duat, el Libro de las puertas y el Libro de las cavernas.  Otra famosa composición egipcia es el Libro de los muertos, para ayudar a los difuntos en su viaje al otro mundo. Anubis, con cabeza de chacal, era un dios de los muertos y especialmente de los embalsamados. También desempeñaba este servicio con el dios de los muertos, Osiris. Su nombre egipcio era Inpu, también conocido como Wepwawet (“El que abre los caminos”), porque era el que conducía las almas de los difuntos hacia el oeste. Su trasunto griego era Hermes psychopompe. Hermes conoce los caminos de la muerte y en los que se inicia el difunto que se aventura en el umbral del inframundo.

Y Hermes llamaba a las almas de los pretendientes, el Cilenio, y tenía entre sus manos el hermoso caduceo de oro con el que hechiza los ojos de los hombres que quiere y de nuevo los despierta cuando duermen. Con éste los puso en movimiento y los conducía, y ellas le seguían estridiendo. Como cuando los murciélagos en lo más profundo de una cueva infinita revolotean estridentes cuando se desprende uno de la cadena y cae de la roca, pues se adhieren unos a otros, así iban ellas estridiendo todas juntas y las conducía Hermes, el Benéfico, por los sombríos senderos. Traspusieron las corrientes de Océano y la Roca Leúcade y atravesaron las puertas de Helios y el pueblo de los Sueños, y pronto llegaron a un prado de asfódelo donde habitan las almas, imágenes de los difuntos (Odisea, XXIV)

Mitos y leyendas: Orfeo y Eurídice
Orfeo y Eurídice

En Grecia, los viajes al inframundo eran un paso obligatorio para alcanzar la sabiduría. Héroes como Odiseo, Heracles, o el propio Orfeo, realizaron la travesía más difícil y ardua hacía el más allá, con el fin de un nuevo despertar espiritual. Estas creencias estaban muy extendidas en el mundo antiguo y era el foco central en el culto del santuario de Eleusis, consagrado a la diosa Deméter y su hija Perséfone, relacionadas con la vida de la ultratumba y la agricultura.

En la Eneida (S. I a.C.) de Virgilio, se narra la huida de Eneas de Troya y su periplo por el Mediterráneo hasta Italia y su lucha con Turno para poder pedir en matrimonio a la princesa del reino italiano del Lacio. También en el mismo relato el protagonista principal, Eneas, visita el inframundo, donde se le muestra la ciudad que más tarde fundaría, la célebre y afamada Roma y las almas de célebres romanos del futuro que, sin embargo, todavía tenían que nacer.

En el análisis entre mitologías, hay otros rasgos comunes que no podemos pasar desapercibido como son los mitos sobre diluvios. Destacamos la historia del diluvio en la mitología babilónica, el diluvio universal de la mitología bíblica, el diluvio en la mitología griega con Deucalión y Pirra como protagonistas principales, también podemos encontrarlos en la mitología de los cañari de Ecuador, en los mitos andinos e incas existe un mito que narra cómo su dios celestial y supremo, Viracocha, los castigó enviando un gran diluvio que destruyó el mundo. En este tipo de mito universal, siempre se dan unas características que se repiten: el hombre ignora a los dioses, el dios supremo castiga a la humanidad enviando un gran diluvio provocando la desaparición del mundo, todos perecen menos un hombre y una mujer y los dioses crean a otra generación con unas costumbres y una forma de vida más adecuada y propias en pro de la evolución de la humanidad y así, honrar a su Creador mediante santuarios, ritos y plegarias.

Indudablemente, y para cerrar el tema que abordamos, las mitologías de los pueblos antiguos nos conducen a mitos que hablan de la crueldad, del amor, la muerte, el destino y la búsqueda eterna de quién somos. Cada mito, cada personaje, acaba por fascinarnos por identificarnos con su mundo interior y, gracias a esta conexión interior, a esta fuerza que nos atrapa a todos, nos proporciona una visión mucho más amplia y profunda de nuestro verdadero ser. Este es el verdadero fundamento que se vincula con nuestra verdadera naturaleza y con la raíz de lo que somos realmente. La mitología universal, al fin y al cabo, es nuestro legado que une a pueblos, razas y culturas, por muy diferentes que seamos a primera vista.

REFERENCIAS

Burckhardt, J. 2009. “Historia de la Cultura Griega”. Vol. I. Editorial RBA.

Cotterel, A. (Compilador General). 2004. “Enciclopedia de Mitología Universal”. Ed. P.

Grimal, P.  1989. “Diccionario de Mitología Griega y Romana”. Ed. Paidó.s

García Gual, C. 2013. “Introducción a la mitología griega”. Alianza Editorial.

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Viaje a Grecia: el santuario de Delfos (Parte III)

En la antigua Grecia, el culto se celebra en lugares concretos llamados santuarios, a los que la presencia de la divinidad convierte en lugares sagrados e inviolables. Algunas prohibiciones eran, por destacar las más llamativas: entrar de manera impura, morirse en ellos o cortar ramas (olivo, sobre todo). Otro aspecto a tener en cuenta es la imposibilidad de cambiarlos de lugar o modificarlos  sin haber tomado las precauciones pertinentes. Estos lugares presentan unas características comunes determinadas por las necesidades naturales del ritual: fuentes, bosques, rocas;así como las necesidades arquitectónicas:  un muro de piedra o una valla vegetal podían delimitar su perímetro y diferenciarlos de la tierra profana. Los santuarios podían estar localizados en el centro urbano o en el campo. Pero todos tienen un elemento común: el altar. Diríamos que es el elemento principal e indispensable para la vida religiosa que transforma cualquier espacio en un lugar sagrado.

Maqueta del Santuario de Delfos

El santuario de Delfos puede tomarse como ejemplo para entender las características particulares de la religión griega que se han mencionado en el párrafo anterior. Lógicamente, Delfos se convirtió no sólo en un lugar de culto, sino también un lugar de referencia para la realización de otras prácticas no menos importante, como es el deporte y la música. La música, el deporte y la religión eran los basamentos que definían a Delfos.

El funcionamiento del oráculo empezó en el siglo VIII a.C., un poco antes de la época de Homero. Los restos no nos permite hacer una lectura anterior debido a su complejidad. Anterior al siglo VIII a.C., o sea, en el periodo micénico rendían culto de algún modo a una fuerza natural relacionada con Gea. Gea tuvo como icono a la serpiente pitón y una adivina (Temis, la diosa de la Justicia). Pero poco más se puede decir sobre el santuario.

Como referencia a mi visita a Delfos, Pausanias nos marca la ruta que se ha de seguir.  A continuación, detallo una breve descripción de mi visita al santuario oracular por excelencia:

  1. Atenea Pronaia: edificio redondo, reconstrucción de una obra muy importante (siglo IV a.C.) por Teodoro de Fódice. El acceso se realizaba desde la parte baja de la ciudad, conocida como Marmaria, donde se observa el tholos o templo circular de Atenea Pronaia. El templo antiguo estaba dedicado a Atenea y era uno de los más antiguos templos griegos, sobre el 650 a.C. El Tholos es un edificio circular poco frecuente en otros santuarios. Su finalidad sigue siendo objeto de controversia. Nos los podemos encontrar también en Epidauro. Son los dos únicos santuarios con Tholos.   

     

    Vista panorámica de el Gimnasio (Wikipedia).

    2. Gimnasio: Pausanias no le da importancia, solo menciona que Ulises fue herido en el pie por un jabalí. Es el gimnasio más antiguo que nos encontramos (S.IV a.C.). Al lado hay otra pista que servía para entrenarse cuando no llovía. Delfos tenía unas instalaciones cubiertas y no cubiertas para paliar las necesidades durante todo el año. También, contaba con una piscina (cisterna), su finalidad era exclusivamente para refrescarse. Era circular de 1o metros de diámetros. También se contaba con una palestra, una zona de entrenamiento para los atletas. Subiendo del gimnasio por el camino que conduce al santuario nos encontramos:

    1. Fuentes Castalia: es la inspiración de la poesía pues los poetas bebían mentalmente de sus aguas cristalinas que le ofrecía Apolo. Antes de entrar en el santuario, los peregrinos tenían que purificarse en dicha Fuente. Píndaro afirmó: “suprema es el agua”. La fuente aún es hermosa, pues el paraje natural, como podéis imaginar, la embellece mucho más.

    Fuentes Castalia

    Vía Sacra

  2. Entrada del Santuario de Apolo: Plutarco es otro guía para entender Delfos, sus escritos narran muy bien el trazado de todo el recinto. De hecho, fue Sacerdote de Delfos (95 d. C. ) y sus apuntes hacen mucho más interesantes la visita a Delfos. (Para ampliar más información: Plutarco). Digamos que la entrada principal del santuario de Apolo comenzaría  desde la Vía Sacra (véase imagen de arriba). Cuando uno entra al recinto sagrado no tenemos que perder de vista todos los ángulos, porque según avancemos tenemos que recrear las imágenes sucesivas que las obras de arte nos ofrecen. Impresiona contemplar tantas obras de arte originales en un ambiente natural, un museo al aire libre. El santuario acoge otros edificios directamente relacionado con el culto, los llamados tesoros, o con las necesidades comunes para los visitantes, como por ejemplo, el teatro, el gimnasio o el estadio. Para todas las ofrendas y tesoros expuestos hay siempre detrás un mito o una historia de guerra vinculada con el santuario, en agradecimiento o bien como una demostración de poder y riqueza de las diferentes ciudades estados. Como me es imposible mencionar todas, citaré aquellas que más me han gustado:El tesoro de los atenienses: es uno de los ex votos más conocidos y el que tiene una distinción especial sobre los demás. Las principales escenas que presenta son: la Amazonomaquía, las heroicidades de Teseo y los trabajos de Hércules. Dentro se guardaban los ex votos que donaba la ciudad. El tesoro de los Atenienses se erigió para conmemorar una victoria ateniense, un acontecimiento histórico de la polis o bien, como otros autores atestiguan, para manifestar en el sagrado recinto de Delfos, la devoción y la riqueza de la ciudad que lo donaba. Otros monumentos del mismo calado serían: el tesoro de los Beocios, el de los Megarenses, el de los Sifnios, el de los Etolios, el de los Corintios, entre otros. Todos ellos con la misma finalidad que el Tesoro de los Atenienses. El ónfalos (reconstrucción) está situado en la parte lateral de la Vía Sacra, al lado del Tesoro de los Atenienses.

    El ónfalo, en primer plano.

    Me encuentro en la plaza, frente al Templo de Apolo, justamente en la rampa de entrada al pronao (reconstruida), ¡¡Qué maravilla!!

En la pronao estaban las dos frases lacónicas y cargadas de sabiduría: “Conócete a ti mismo” y “Nada en exceso”. Sabios principios. Sin embargo, había otra inscripción, muy curiosa y que ha sido fruto de debate durante siglos y siglos: la «E», la que dio más controversia a los sabios griegos. Concretamente, Plutarco escribió un tratado titulado «Sobre la E». La «E» es la quinta letra del alfabeto griego (epsylon). Sin embargo, fue Amonio, el maestro-filosófico de Plutarco, quien expuso que la “E”  significa “Eres” , en una palabra, la divinidad Apolo “Es” mientras que el hombre se mueve en el devenir de los tiempos. Esta reflexión nos recuerda a la formulación bíblica de quién es Dios y la respuesta es rotunda: Dios es el que es. El planteamiento de Plutarco resulta muy interesante y reflexivo para abrir un hilo de debate sobre  la «E».

 

El templo de Apolo, visto desde la parte superior del santuario.

El teatro tenía una capacidad para 5.000 espectadores. Las representaciones eran dramáticas y líricas. Como dato curioso, al ser un lugar muy frecuentado, sobre sus muros tenían grabados diferentes actas y decretos que necesitaban divulgación.

El Estadio

La primera construcción del estadio se remonta al s. V a.C, así lo confirma la inscripción grabada en la parte externa del muro sur del estadio. Como era normal, al principio no había asientos; los asientos de piedra del Parnaso fueron construidos gracias a la portación de Herodes Ático en los tiempos del emperador Adriano. Este estadio (178, 35m) es un poco más pequeño que el de Olimpia (212, 54 m) pues la pista de Olimpia se midió con los pies de Hércules (697,3 pies), como cita el mito.

Ahora se entiende que Delfos  se le conoce como “ómfalos”, el “centro” u “ombligo” del mundo durante más de mil años. Ciudadanos de todo el mundo y reyes de todas las patrias acudían desde los lugares más remotos para consultar a la sacerdotisa del oráculo, para construir monumentos a los dioses en oro, mármol, bronce y piedra y para participar en competiciones atléticas o musicales. A partir de hoy, espero que Delfos sea una visita obligada para los amantes de la cultura griega, para aquellos que quieran descubrir algo nuevo y diferente y, sobre todo, sentir esa fuerza que había allí presente, sin igual, y que pululaba alrededor del santuario.

Delfos me conquistó, me desbordó y me abrió un nuevo horizonte para entender el pensamiento griego.

Tomo prestadas las palabras de la autora literaria Aurora Luque para concluir mi viaje   a Delfos:

Cómo podría desintoxicarme. Dependo de por vida de una droga. De Grecia.

 

Bibliografía:

  • Petsas F. M. Delfos. Sus monumentos y su museo. Ediciones CRINI, 2004.
  • Kaplan M. El mundo griego. Universidad de Granada.

Me ha sido de gran utilidad para ampliar más información sobre Delfos:

  • Conferencia sobre Delfos realizada por Miguel Ángel Elvira Barba (Canal Youtube Fundación Juan March)

 

 

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Viaje a Grecia: Micenas

Maqueta de la ciudad de Micenas

Es inevitable relacionar Micenas con el mundo homérico, concretamente con Agamenón, pues el eco de la guerra de Troya aún resuena con fuerza y frescura en nuestra sociedad actual. El enclave de Micenas está situado en la parte noriental del Peloponeso, con una interminable secuencia de relieves de colinas y montes. Su ubicación está sobre una colina escarpada frente a la llanura de Argos y del golfo de Nauplia. Está muy bien protegida a sus espaldas por montañas. Su enclave estratégico no es casualidad, pues la elección encajaba con el ideario griego para levantar un asentamiento para defenderse en una sociedad guerrera y hostil. Es el yacimiento arqueológico más famoso de la región, vinculado a algunos de los mitos más destacados y significativos del mundo homérico, pues el nombre de Micenas va estrechamente relacionado también con el linaje de los Atreo que son las referencias no solamente del mundo micénico, sino también de las tragedias clásicas griegas, como es el caso de La Orestíada de Esquilo.

Puerta de Los Leones

Puerta de Los Leones (Imagen 1)

 

Micenas es un campo prolífero en mitología y en historia, tiene un halo diferente al de Tirinto, pues solamente cuando uno está en el palacio de Micenas,  la sensación es que te colma de gloria y te consideras el rey del mundo, pues la propia fortaleza inexpugnable tiene fuerza, poder y domina, de manera concienzuda, el punto más alto de la ciudadela, donde uno puede admirar su exuberancia y poderío. Para acceder a la insuperable fortaleza, atravesé por una gran rampa que comienza en la Puerta de los Leones (Imagen 1).

Una vez que entras, el recinto está reforzado con murallas enormes y puertas monumentales y colosales. Dicho estilo tuvo su apogeo en el siglo XIII a.C., cuando las murallas ciclópeas presentaban un aparejo poligonal de grandes proporciones, cuyo mejor ejemplo es Micenas.

En el edificio principal del palacio destaca un gran patio, una casa de huéspedes y, en su centro, el famoso megaron, que a su vez consta de tres partes: un pórtico de columnas, un vestíbulo y el domo o la cámara principal que albergaba el trono del wanax, el rey micénico, y por debajo de él aparecen dos grupos cuyas funciones , roles y responsabilidades están poco definidas, pero en cualquier caso parecen constituir formas diversas de nobleza: los telestai (terratenientes) y los hequetais (funcionarios reales). Otra figura a destacar era la del lawagetas, que pudiera ser el comandante del ejército.

Dentro de la fortificación, el palacio incluye talleres, almacenes, edificios de culto, residencias de altos funcionarios. Destaca también las tumbas reales, y la entrada de un manantial subterráneo donde una cisterna almacenaba el agua. Ya fuera de las murallas destacan los famosos tesoros o tumbas del tipo tholos, que consiste en un corredor de acceso, una entrada y una cámara abovedada. La Tumba de Agamenón o Tesoro de Atreo fue una tumba destacada con respecto a las demás tumbas. En su interior albergaba placas de metal que en la actualidad no se conservan. (Ver imagen 2 y 3)

Imagen 2-3: Tumba de Agamenón, del tipo tholos

Micenas , ya en el siglo XIII a.C., era un enclave estratégico con un poder predominante sobre las fortificaciones rivales de la zona, como Argos, Pilos o Tirinto. A pesar de que cada una de estas ciudades fueran independientes, se cree que el rey Micenas era considerado el soberano supremo de todos los demás reinos. Este sería el motivo por el cual, en los poemas homéricos, Agamenón, rey de Micenas, apareciera como el líder de una poderosa alianza de reinos griegos que lanzó contra Troya  más de mil naves de guerra. De todas formas, las pruebas arqueológicas evidencian que hay que remontarse al siglo XVI a.C,   cuando surgen los primeros centros de poder micénicos. A este periodo pertenece la famosa “Máscara de Agamenón” (Imagen 4) y la guerra de Troya data del siglo XIII a.C,   mientras que  La Ilíada fue compuesta en el siglo VIII a.C. Entre el ajuar había armas, corazas de oro, perlas de ámbar, un ritón y una caja hexagonal de madera recubierta de láminas de oro decoradas con relieves.

Máscara de Agamenón. Museo Nacional Atenas (Figura 4)

Figura 5

 

En las excavaciones de las tumbas, se encontraron dos niños cubiertos de joyas de oro y rodeados de hojas con adornos de mariposa y espirales, cetros de plata, gemas de ágata y amatista y una diadema de oro con motivos florales. También había balanzas de oro. Encima de los dos niños hay una diadema de oro. El ajuar funerario estaba cubierto de ornamentos de oro, correspondiente con la figura 5.

 

El gran hallazgo se lo debemos a Heinrich Schliemann, descubridor de Troya y Micenas. En 1876, encontró, con la obra de Pausanias  Descripción de Grecia, las tumbas reales y pudo identificar los restos de la ciudad, como la muralla y la famosa Puerta de los Leones que había permanecido perdida en el olvido. A partir de ahí, se ha vuelto a recuperar gran parte de la acrópolis de la ciudad. Schliemann descubre los restos de tres hombres en una tumba de Micenas, dos de ellos tenían el rostro cubierto por una máscara de oro. Cuando Schliemann levantó las máscaras, una de las calaveras se deshizo al instante, pero la otra se mantuvo lo suficiente para ver su carne y sus “treinta y dos hermosos dientes”. El arqueólogo, al descubrir la belleza del hallazgo, proclamó ante el mundo que había contemplado el rostro de Agamenón. Sin embargo, sabemos que aun en el caso de que Agamenón hubiera existido, la tumba precedía en varios siglos a la fecha estimada de la supuesta guerra de Troya, tal como hemos comentado en párrafos anteriores.

Hay que destacar que el hallazgo de las dos máscaras funerarias de oro, junto con otras cuatro, son una confirmación única y exclusiva de una tradición que no tiene parecido en el resto del mundo minoico-micénico y se trata de objetos sin antecedentes por lo que se considera una práctica ritual exclusiva de los reyes de Micenas entre los siglos XVI y XV a.C. Por lo que se deduce que en Micenas alcanzó una amplia difusión la creencia en la vida de ultratumba y el culto a los muertos, de los cuales son testimonios las tumbas micénicas. A juzgar por algunos hallazgos de restos de cadáveres en estas tumbas, es probable que los antiguos micénicos conocieran algunos métodos de embalsamamiento del sistema egipcio.

Para el estudio de la religión micénica contamos con información proporcionada por las inscripciones en lineal B sobre tablillas encontradas en las excavaciones. Estas tablillas fueron redactadas por escribas anónimos para contabilizar la economía de los centros palaciales; no encontramos en ellas mitos, himnos, plegarias, descripciones de rituales ni de santuarios, ni tampoco leyes sagradas. Las fuentes son limitadas, aunque también hay que contar con otras influencias como las tomadas de la cultura minoica y de algunos sustratos pregriegos de la península.

Las tablillas encontradas del periodo micénico (Figuras 6 y 7) registran fundamentalmente el envío de materias primas a una serie de destinatarios, entre los que se encuentran tanto deidades como individuos: el problema, pues, es identificar si una tablilla tiene o no fines religiosos, es decir, si interpretar las entregas de productos como ofrendas a los dioses o envíos a santuarios para su manutención. En cualquier caso los recursos obtenidos se concentraban en el palacio, que los utilizaba para el mantenimiento del aparato de poder y de las élites micénicas.

Figura 6

Figura 7

Figura 7

Las tablillas van relacionadas con la organización del culto: ofrendas de productos agrícolas e industriales, ofrendas de animales de sacrificio, banquetes de estado, ofrendas y raciones para festividades religiosas, personal de culto y otros aspectos económicos del sector religioso.

A grandes rasgos, la religión es un sistema de pensamiento basado en la creencia de un mundo invisible e inmaterial que interactúa con el mundo real; la religión funciona como un sello cultural propio de la época, una unión de creencias y prácticas que une a una comunidad. La religión griega tenía un amplio sistema de creencias y rituales, pero no era fijo, y nada indica que la religión micénica fuese diferente.

No se conserva himnos ni mitos, gran parte de las creencias y prácticas se han perdido para siempre, por lo que únicamente podemos especular. Sin embargo, probablemente los micénicos tenían concepciones similares a los griegos posteriores sobre su relación con los dioses.

Hay que recordar que la religión griega no fue prescrita al pueblo por una fuerza exterior ni por una revelación sagrada, sino más bien nace de la fantasía del pueblo, originaria de sus supersticiones, miedos y temores. En otras palabras: la comunidad no tiene libros sagrados ni dogmas, ni tampoco levantan una iglesia con su jerarquía.

La religión griega no es una religión rígidamente establecida, sino que fue evolucionando a través de tiempo, de la misma manera que otras manifestaciones culturales humanas, y por este motivo, si queremos avanzar en el estudio de esta compleja disciplina, debemos tener en cuenta las influencias y los sincretismos, como por ejemplo el fetichismo.

El fetichismo religioso es de carácter espiritual y tiene que ver con creencias religiosas que dan culto a objetos inanimados o animados conocidos como “fetiches” a los que se les presumen propiedades sobrenaturales. De este modo, el hombre puede protegerse de las fuerzas naturales a través de los fetiches, medio del que se supone dispone para actuar sobre los elementos que no es capaz de controlar. Los dioses micénicos no son dioses divinos reconocibles, son más bien rasgos genéricos: “diosa madre” “diosa de la vegetación”, etc. Destacamos, por lo tanto, la ausencia de templos independientes y la ausencia de imágenes dedicadas al culto. Pongamos el ejemplo del salón del trono (megaron), donde ardía un fuego que recuerda al que se encendía en los hogares griegos del periodo clásico en honor de Hestia, diosa que no se atestigua en las tablillas debido a que no había adquirido todavía una forma antropomórfica y se concebía como un elemento concreto, el fuego del hogar. Los mismos centros palaciegos servían como punto de referencia para rituales unificadores y de aplacamiento de los dioses que cada rey micénico, o wanax, llevaba a cabo en nombre de su ciudad.

En los textos en lineal B se encuentren dioses olímpicos conocidos en Época Clásica, como son Zeus, Hera, Ártemis, Poseidón, Dioniso, Hermes, Ares, Hefesto (indirectamente atestiguado en un tipo de antropónimo llamado nombre teofórico), y, aunque es dudoso, quizás también Deméter. Destaca, curiosamente, la ausencia de dos dioses: Apolo y Afrodita. Algunos dioses olímpicos, como Zeus, Poseidón, Dioniso y Hermes, se documentan tanto en el continente como en Creta, mientras que otros, como Ártemis, sólo aparecen en la Grecia continental.

Textos en Lineal B

Se puede partir de la idea de que la religión micénica era politeísta, pero no se trataba de una religión politeísta típica, más bien eran nombres minoicos, seres sobrehumanos (de tipo primitivo) transformados en dioses con el surgir de una religión politeísta en una segunda época, afianzado en la veneración de una pluralidad de seres divinos complejos, diferenciados e incluidos en un panteón. Asimismo, cabe destacar la presencia de nombres divinos de origen indoeuropeo en el panteón micénico, poniendo de manifiesto que la religión micénica no provenía completamente de la minoica o cretense, aunque sí comparten algunos rasgos comunes. Hay que precisar que los griegos no se definieron a sí mismo como politeístas. La palabra politeísta la inventó Filón de Alejandría, filósofo, cuya religión de origen, el judaísmo, es monoteísta.

Una religión politeísta se caracteriza por la pluralidad de fuerzas divinas y de cultos. La diversidad de dioses no es contradictoria con la idea de unidad de lo divino. El politeísmo se parece al sistema de las “muñecas rusas”. Más adelante (Siglo VIII a.C.) Homero y Hesíodo modelan dichas fuerzas de la naturaleza de manera antropomórfica, siendo dioses maravillosos, leyendas que unen a los hombres y a los dioses. Aunque hay un desprendimiento de los demonios primitivos, siguen siendo todavía fuerzas naturales.

Si algo queda claro durante el periodo micénico y, a través de las fuentes religiosas, es que la religión estaba enraizada en la vida cotidiana, formando el mismo “corpus” que la vida política y social. La religión era omnipresente,  con un esplendor cultural y una amplia diversidad de cultos, creencias y prácticas y cuando nos referimos a religión micénica , nos referimos a algo fundamentalmente sincrético: los elementos griegos coexistieron y se fusionaron con un componente minoico predominante en Creta, así como con un componente heládico en el Peloponeso y en la Grecia central. Por otra parte, y, por encima de este sincretismo, hay una divinidad micénica que posee una relevancia muy destacada, conocida como “Potnia”, pero no se sabe con exactitud si se trata de una diosa o de varias. Lo que no se pone en duda es que es una palabra indoeuropea que designa una divinidad femenina y puede ser entendida en términos griegos, pero esto no impide que las diferentes diosas (pues no se trata de una única diosa con varias advocaciones) a las que se refiere tuvieran, en algunos casos, algunas de las funciones de una Diosa Madre.

Fuera del terreno arqueológico y según las fuentes mitológicas, Micenas, conocida como la rica en oro, fue fundada por Perseo, hijo de Zeus y Dánae, y fue en este preciso lugar donde el pomo de la espada de Perseo, “mýkes”, había caído al suelo y se tomó este hecho como señal divina. De este modo, Micenas se convertiría en el centro político y artístico de primer nivel durante la Edad del Bronce. Su popularidad no sólo crecía por su fama de rica en oro sino también gracias a las hazañas de sus héroes que bien reflejó Homero.

Próximo post: Esparta-Leónidas

 

 

 

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El espejo de Atenea

Se cuenta que la diosa Atenea tenía un espejo donde se miraba y estudiaba todas sus actitudes; pero un día, se le cayó de las manos y se rompió en muchos pedazos. Al ruido que el espejo produjo en su caída acudieron las ninfas de la diosa, recogiendo, cada una de ellas, un pedazo del espejo roto.

Al cabo de un tiempo, las hermanas servidoras de Atenea se dispersaron por el mundo, y cada cual se vanagloriaba de poseer el espejo de la diosa.

Pero un sabio que había recorrido varias comarcas, se quedó maravillado ante la posibilidad de que tuviera tantos espejos como ninfas la diosa Atenea. Y para saber la verdad interrogó a una de ellas:

-Dime, ninfa encantadora, ¿es verdad que posees el espejo de la diosa Atenea?

-Sí- contestó la candorosa doncella.

– ¿Y cuántos espejos tenía tu señora? –objetó de nuevo el sabio altamente sorprendido.

-Uno solo.

Y, ¿cómo se explica que sean muchas las ninfas que se vanaglorian de tener el espejo de Atenea?

-No. El espejo de nuestra señora se hizo trizas un día que se cayó al suelo, y nosotras, afanosas de poseer algo de ella, tomamos cada cual un pedazo del espejo roto- replicó la joven.

-Así, pues, ¿lo que vosotras poseéis es un pedazo del espejo roto y no un espejo cada una? ¿No es así?

-Así es- respondió la ninfa algo sonrojada.

Y entonces, el sabio comprendió la elevada enseñanza que encerraba la leyenda, puesto que le hizo ver clara la verdad de las cosas.

Comentario personal

La luz de un amanecer, la serenidad del océano, la templanza del horizonte y la fuerza de la naturaleza fluyen desde otrora. Igualmente, la mente verdadera, la pura, la espontánea, la inefable, no dependen de los objetos de los sentidos ni tampoco participan del mundo de los fenómenos. Nuestra propia naturaleza espiritual es clara, resplandeciente, como un amanecer, serena como el océano y está más allá de las opiniones vertidas desde fuera y que trasciende de las fantasías, de las ilusiones efímeras, del consumismo y del egoísmo de nuestra actual sociedad.

Lamentablemente, nuestras vidas están programadas por la sociedad moderna. Esto quiere decir que ya no somos dueños de nosotros mismos y que nuestras situaciones cotidianas son limitadas. Los espacios se reducen considerablemente y es difícil encontrar la serenidad y la paz. Nos hemos aferrados a las formas, a los conceptos y a las etiquetas impuestas por la sociedad. Nos conformamos con un “pedazo” de cristal, cuando tenemos el espejo del universo dentro de nosotros mismos. Nos hemos ancorado en una mente obtusa, pegado a nuestra propia telaraña. Vivimos en una nubosidad irreal, cegados por el muro infranqueable de una sociedad cada vez más perdida y confundida.

Al final, y bajo la oscura brumosa sociedad, estamos anquilosados a las cosas materiales y a la falsa vida superficial. Ambas nos abocan a la pérdida de nuestra verdadera naturaleza. Sin embargo, el hombre está llamado para trascender los sentimientos sagrados y profanos, pues así se revelará su verdadera identidad que es real y eterna, tal como el cosmos.

La mayoría de las personas son incapaces de comprender y disfrutar de este relato cargado de una gran sabiduría. La sociedad en sí debe reconocer la enfermedad del materialismo y de las apariencias, pues el abismo de la humanidad ha llegado a nuestro mundo, fiel reflejo de nuestros millones de espejos rotos que tenemos en nuestras manos.

Para finalizar, compartiré una sabia reflexión de un maestro Zen: La mente es la facultad; los fenómenos, los datos. Ambos son como simples rasguños en la superficie de un espejo. Cuando un espejo está limpio de polvo y arañazos, su reflejo es impoluto. En el momento en que olvides la mente y los fenómenos, resplandecerá tu verdadera naturaleza.

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Diálogo con Alétheia sobre Edipo, el devenir y el alma. (Parte III)

Me adentré por una playa desierta del Cabo de Gata (Almería). Sentía el sol rozar mi piel, el aroma del mar embriagaba todo mi entorno y las lánguidas olas  parecían querer susurrarme algo. Me senté y miré al horizonte. Sentí el palpitar de la naturaleza próximo a mí. Empecé a relajarme  y me quedé dormido, en un profundo sueño. Durante el sueño mi alma viajó hacia los dioses y encontré la Verdad (Alétheia) y la Justicia (Díke). Conversé  con los dioses y hablé con Alétheia (literalmente la palabra significa “aquello que no está oculto“, “aquello que es evidente“, lo que es verdadero) y Díke (la personificación de la justicia). Aquí está el corpus de la conversación íntegra que tuve con Alétheia, que se materializó ante mí como sacerdotisa y que tengo el placer de compartir con todos ustedes:

  • Alejandro: Tengo la sensación de que ayer las cosas estaban como siempre, pero hoy las cosas me resultan tan distintas…
  • Sacerdotisa: ¿Te refieres a cambios? El devenir de la naturaleza es el escollo de toda la humanidad.
  • Alejandro: Esta mañana al levantarme y mirar por la ventana hacia el mar me sentía distinto, pero si no soy el mismo, ¿quién soy? ¿soy el mismo al levantarme cada mañana?
  • Sacerdotisa: A veces la naturaleza interior te llama, te susurra que hay algo más, te anuncia que eres mucho más…
  • Alejandro: ¿Se puede borrar el pasado y empezar de nuevo? Algún día, me gustaría ir a ese lugar y volver a empezar de nuevo, como si el ayer no existiera.
  • Sacerdotisa: Toda historia, por muy torcida y compleja que sea se basa en una verdad, sólo en una.
  • Alejandro: ¿Se puede aspirar a algo más?
  • Sacerdotisa: La vida es complicada. Lo único cierto es que es real.
  • Alejandro: ¿Pero cómo se alcanza lo real?
  • Sacerdotisa: Con la conciencia absoluta de lo real. Vuestros ancestros pensaban que sus pensamientos eran la voz de los dioses, como un monólogo interior, y esa voz tenía consecuencias en sus actos. En cierto modo, era una forma de despertar la conciencia y conectar con la divinidad.
  • Alejandro: ¿La búsqueda de la conciencia?
  • Sacerdotisa: Darse cuenta de algo que va más allá de los sentidos.
  • Alejandro: ¿A qué se refiere exactamente?
  • Sacerdotisa: Al despertar de la divinidad. En Edipo la multiplicidad hace que se oculte la verdad, pero verdad sólo hay una: cuando Edipo descubrió quién es, fue libre; Yocasta, sin embargo…
  • Alejandro: Pero si el río es evolución, es vida, es el camino, pero vamos en contra de la corriente, ¿cómo que la humanidad va retrocediendo en su crecimiento espiritual?
  • Sacerdotisa: La humanidad forjó el sendero de la vida con una herramienta: el error.
  • Alejandro: Los dioses también cometen errores, lo hemos visto tantas y tantas veces…
  • Sacerdotisa: El hombre presenta a sus dioses con sus intervenciones erráticas y sus objetivos irracionales para justificar sus propias caídas. El hombre en sociedad vive con su error, en el sentido de que éste pasa a formar parte de su historia y, por lo tanto, determina lo que él es. El hombre tiene que ser fiel a su naturaleza intrínseca divina, devoto a su génesis.
  • Alejandro: A veces pienso que no podemos elegir nuestros caminos tal como nos gustaría, que hay algo superior que nos controla y nos guía por senderos inescrutables. Los pitagóricos tenían como símbolo una Y, el signo del cruce de caminos en el que el hombre debía elegir qué camino tomar: el del bien o el del mal.
  • Sacerdotisa: La fe también utiliza el simbolismo, pero no surge de él.
  • Alejandro: Edipo y Yocasta soñaron con la vida que querían, pero ninguno la consiguieron. Ambos eligieron lo mejor, no dudaron de sus caminos, de sus destinos, pero, de repente, la tragedia  cae sobre ellos y todo cambia. Pero, el error de Edipo es esa clase de error que puede cometer cualquier hombre bueno, ya que le viene impuesto con unas condiciones adversas que uno lo presencia con compasión. Yo estoy con Edipo, le comprendo perfectamente y me hallo dispuesto a seguir su historia hasta el final. Cada una de sus decisiones, incluso en los momentos de mayor ceguera, nacen exactamente de la admirable clase de persona que es.
  • Sacerdotisa: Sólo así se comprende la liberación de Edipo: el alma siente que tiene sed de una realidad superior con más valor que la vida terrenal y cotidiana, de una realidad superior donde no hay dioses, ni héroes, ni mezquinos sentimientos humanos que llevan al hombre a ser frágiles. Edipo y Yocasta se movían en medio del fragor de la vida, de los deseos mundanos, de los reclamos incesantes de la vida que le rodeaban, de tanto ruido, de tantas mentiras, al igual que los cantos de sirenas que confunden al hombre. Edipo piensa que es víctima, después se da cuenta que su vida es una línea continua de sufrimiento y dolor, pero nunca se desploma, no se rinde. Esa elasticidad hace que Edipo entienda en la espiral en la que se mueve y anhela cambiar todos sus sueños por uno solo: no quebrantar las leyes del cosmos. Es el llamado problema de equilibrio. Edipo acepta la llamada, esa llamada a que todo el mundo nace para cumplir. El camino no es escoger el bien o el mal, no es elegir entre Edipo y Yocasta: el único camino es trascender el bien y el mal.
  • Alejandro: ¿Trascender el bien y el mal?
  • Sacerdotisa: Como seres libres que sois, tenéis capacidad de elegir.
  • Alejandro: Edipo mira hacia el futuro pero está sumido al orden de la naturaleza y a los límites de sus conocimientos…
  • Sacerdotisa: El papel de Edipo exige más que sumisión; exige que tenga iniciativa, que mande y decida. Edipo, no a través de sus ojos, decide mirar hacia algo que está más allá…
  • Alejandro: Pero decidir entraña la posibilidad de errar de nuevo, de fracasar otra vez.
  • Sacerdotisa: Sin embargo, sin libertad y, por lo tanto, sin la posibilidad de error no hay liberación. El hombre debe actuar para convertirse en verdadero héroe en la acción.
  • Alejandro: ¡Por Zeus! ¿Qué soy? ¿Qué he sido? ¿Qué seré? ¡Lo ignoro por completo! Estoy confuso, mi mente a veces está perdida en una densa y oscura nube y camino errante, sin lograr, ni en sueños, aquello a lo que aspira mi alma. Soy un ser limitado, finito y temporal, y sin embargo, dentro de mí, siento algo…
  • Sacerdotisa: La naturaleza es eterna, no lo olvides nunca Egan[1], al igual que tu alma. El alma es una cosa, y otra muy distinta la materia, el cuerpo y la mente. Cuando tu mente está en reposo, tu alma florece, cuando tu mente se nubla, el alma ve; cuando el cuerpo está muerto…¡tu alma se libera y vive eternamente!
  • Alejandro: ¿De dónde nos viene el alma?
  • Sacerdotisa: El alma os viene del Cosmos. El alma es armonía
  • Alejandro: ¿Por qué el hombre fracasa teniendo un alma en armonía?
  • Sacerdotisa: El alma lo abarca todo y se mueve de tal forma que el hombre nunca alcanza a conocerla y a dirigirla en los intereses que desearía. El hombre fracasa constantemente porque para él es una célebre desconocida. Cuando el hombre le da la espalda a la naturaleza divina y rompe vínculos con el Cosmos le queda una profunda anomalía, una desarmonía y una fractura profunda que le llena de angustia, y de infelicidad, y de tristeza, y de sorpresa y de melancolía y de desengaños y de insatisfacción. Sin embargo ignoráis que los opuestos se necesitan el uno al otro, es una armonía de tensiones opuestas, como la del arco y la lira. La naturaleza se resuelve finalmente en una armoniosa unidad en la que, sin embargo, aparecen una multiplicidad de tensiones opuestas. Apolo es la conjunción de la lucha y la paz, y la única sabiduría divina que podrá gobernar el devenir de la naturaleza. La oposición entre el cuerpo y el alma se da en vosotros. Estáis siempre en constante evolución y pasáis de un estado a otro, sin daros cuenta, y  debéis aprender a escuchar para alcanzar esa dimensión.
  • Alejandro: ¡Por Zeus! ¡No estamos preparados para la tarea ya que al adentrarnos en el oleaje de la vida tropezamos de inmediato con grandes dificultades! Tenemos el Cosmos dentro de nosotros cuya vastedad no controlamos y cuyas claves resultan desconocidas. Cada uno erramos por el mar de la vida, con nuestros conflictos interiores y nuestros esfuerzos para alcanzar los propósitos de nuestros anhelos espirituales.
  • Sacerdotisa: La capacidad de aprender es un aspecto de la eternidad. El único camino para aprender es descubrir los caminos interiores. El alma os llevará a donde pertenecéis, el alma es amor y volverá a su génesis, más allá de donde ni tan siquiera vuestra imaginación puede alcanzar.

 

[1] Los dioses, Aletheia, Diké, entre otros seres superiores, siempre se han dirigido a mi como Egan y nunca por mi nombre terrenal, Alejandro. Entiendo por entonces que en el libro de los nombres de  las esferas superiores tenemos un nombre diferente al que nos bautizaron nuestros padres en la tierra. Egan, según me contó Hermes, es un nombre relacionado con el mito del fuego de los ancestros celtas, que define a un chico con luz propia que busca abrirse al mundo y al universo de lo extraño.

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La metafísica en Edipo (Parte II)

Cuando observamos una cascada de agua precipitándose por la montaña, en algunos tramos, se forman pequeños remolinos que de momento parecen retroceder en sentido contrario a la corriente; pero sin embargo, todo el caudal del agua, incluido los remolinos, son arrastrados por el impulso del torrente hacia delante con la fuerza de la corriente. La imagen de la cascada me recuerda al eterno problema del ser humano: el devenir. En el ámbito filosófico el devenir significa el ser como proceso, todas las maneras de llegar a ser, el cambio, el acontecer, el ir siendo, el movimiento. Además del contexto filosófico de la palabra, debo añadir que, para mí, el devenir es evolución, es ir hacia delante y dejar que las cosas sigan su curso, como esa cascada de agua precipitándose por la montaña, de la misma manera que también evolucionamos movidos por la irresistible fuerza del Logos que nos empuja hacia delante. Que vayamos movidos por la fuerza del Logos o empujado por una cascada no quiere decir que estemos progresando, dando pasos de gigantes. La corriente nos arrastra porque la propia naturaleza tiene un propósito cósmico y universal y depende de nosotros alinearnos a esa energía o no. Vayamos por parte:

El antiguo aforismo griego “conócete a ti mismo” (Gnothiseauton) es una hermosa advertencia, porque el conocimiento de uno mismo es absolutamente necesario a todo candidato para el progreso espiritual.

El explorarse a uno mismo parece inmiscuirse en una estrecha relación de causa-efecto, de explorar nuestro interior, de mirar dentro de sí, de tomar conciencia de nuestra naturaleza divina. Conócete a ti mismo es una invitación a una mirada introspectiva, como el detectar nuestras carencias y defectos y mantener prudencia en el manejo de nuestra lengua. Una llana y sincera capacidad de autocrítica. El alma tiene que estar en consonancia con el cosmos y elevarse a la Unidad, a la fuente original que la mayoría de los filósofos abogaban con una vida equilibrada.

El otro mandamiento que adornaba el frontón de Delfos era “nada en exceso” (médenagan).

Nada en exceso invita a los hombres a encontrar su justa medida en el orden cósmico para protegerse de la hybris, ese arquetipo de la falta de sabiduría, esa vanidad o esa desmesura que desafía a los dioses y, a través de ellos, al orden cósmico, pues todo es uno.

En el mito de Edipo, con la estirpe de Layo como eje central y las consideraciones detalladas en líneas anteriores se deduce, claramente, que si alguien fuese tan insensato que se empeñara en ir en contra de la corriente y actuar firme y decididamente en el mal, no por ello “se inclinaría” hacía atrás. En mi opinión más bien el sujeto sería el “remolino” que queda atrapado en el torrente que continúa su curso de manera natural; la fuerza del Logos no se  puede  invertir, del mismo modo que tampoco se puede invertir la corriente del río.

Sabemos que las circunstancias externas cambian incesantemente porque se ven afectadas por toda suerte de influencias. Pero la vida interna  no está en continua oscilación. Es decir, continuando con la metáfora del torrente,  el río puede estar contaminado, puede llevar más o menos caudal, pueden, incluso, imponerse varios obstáculos, pero sabemos con absoluta certeza que el curso del río seguirá adelante.

A esto hay que sumar que el devenir es uno de los problemas más destacados de la filosofía porque parece contraponerse al ser. Es un “sudoku” filosófico que a su vez entraña muchas contradicciones.

Por otra parte, para mí el devenir también representa la superación del ser y lo voy a explicar y desarrollar basándome en el mito de Edipo. (ir al enlace del mito de Edipo)

La maldición de Layo arrastra al linaje de Edipo pero cada uno no llega a entender su propio devenir: Layo viola al tierno Crisipo que termina suicidándose, Yocasta se ahorca, sus hijos se matan entre ellos y  solo Edipo representa la superación del ser y de la pura nada.

En el siguiente resumen recordaremos el devenir de los principales personajes:

Yocasta, madre de Edipo, se ahorca tras conocer su incesto con su propio hijo y la desgracia familiar que hay detrás del linaje de Layo. El suicidio se consideraba una muerte maldita, pues no permite que el alma encuentre su remanso de paz, al considerarse una muerte impura.

Etéocles y Polinices, los hijos de Edipo y Yocasta, se matan en combate el uno al otro. El poder les ciega  acarreando la muerte de ambos.

Antígona e Ismene, hijas de Edipo y Yocasta: son condenadas a muerte. Antígona fue condenada a ser emparedada viva, pero terminó ahorcándose.

Edipo: tras conocer su origen del linaje de Layo y el crimen que ha cometido decide cambiar su historia. La angustia se abate sobre él y acaba perforándose los ojos. Parte para el destierro de la mano de Antígona. Ella le guiará hasta Colono, en el Ática, donde es acogido hospitalariamente por Teseo. El viejo Edipo se sienta a descansar en un recinto sagrado dedicado a las Euménides (Erinias). Edipo intuye que el fin de su vida está cerca y solicita la presencia del rey Teseo de la ciudad de Colono.

Hay que recordar que las Euménides son las Erinias, pero bajo su aspecto benéfico. Las Erinias significan la culpa reprimida convertida en fuerza destructiva, en tormentoso remordimiento; las Euménides representan esa misma culpa confesada, sublimemente productiva, el arrepentimiento liberador.

Por lo tanto, Edipo escapa al tormento (las Erinias) buscando refugio en las Euménides (cuyo santuario tenía en Grecia el mismo poder curativo que el templo de Apolo y su inscripción “Conócete a ti mismo”)

Todos los personajes del mito representan, excepto  Edipo, desde mi punto de vista, el camino estático del devenir, es decir, están adheridos estrechamente al sistema estructurado y corrosivo que les lleva al fatalismo; Edipo representa el símbolo del alma solar, símbolo de la transmutación de la involución a la evolución, empujado por su debilidad a la caída, pero encontrando en ese hecho mismo la fuerza de la elevación. Edipo acaba finalmente convirtiéndose en un héroe-vencedor. En mi opinión, Edipo representa el camino dinámico que conduce a una existencia completa (la individualidad) en la que el yo se encuentra al fin consigo mismo perdiéndose en el Absoluto.

“No le mató ni el rayo portador del fuego de una deidad ni un torbellino que del mar se hubiera alzado en aquel momento. Más bien, o algún mensajero enviado por los dioses o el sombrío suelo de la tierra de los muertos le dejó paso benévolo. El hombre se fue no acompañado de gemidos y de los sufrimientos de quienes padecen dolores, sino de modo admirable, cual ningún otro de los mortales” (Edipo en Colono, 1659)

Dicho camino dinámico empuja a Edipo a convertir la ira en paz. También fue consciente de la inexorable fuerza del destino pero a su vez fue artífice y constructor de su propio destino.

Bajo mi punto de vista la evolución no es un hecho de la casualidad, sino el esfuerzo creador de uno mismo, por eso Edipo nos enseña que el hombre debe volver a colocarse en el eje de la evolución y  hacer el recorrido hasta el final, optando para que su alma no sea presa del devenir.  Subrayo que la existencia de Edipo es opuesta al fatalismo de Yocasta. Él sabe que forma parte del  bucle  del destino pero a su vez  pretende sobrepasar al propio destino trazando su propio camino.

En síntesis, Edipo representa la liberación del espíritu. Es decir, cambia una experiencia terrible por la verdad, consiguiendo en última instancia la conciliación de la unidad frente a la multiplicidad que presenta la experiencia. La multiplicidad se da en Yocasta y en sus hijos; Edipo busca incesantemente las condiciones que impidan su autodestrucción y de paso encontrar la liberación.

Aquí se manifiesta claramente la preocupación del ser humano por aquello que puede llegar a conocer, aun cuando la incógnita del Ser siempre nos remita a un hondo misterio. En otras palabras, Edipo anhela alcanzar lo ilimitado del conocimiento: conocer más y más, entrar en comunión cada vez más profunda con la realidad que le envuelve, ir más allá de cualquier horizonte y hacer la experiencia del misterio. Edipo nos descubre que todo es misterio: las cosas, la naturaleza, cada persona, su corazón, el universo entero…

Otra cuestión que podemos escudriñar sobre el mito: ¿La naturaleza divina valora el ocultarse? En mi opinión la naturaleza divina no se oculta. Somos nosotros la que lapidamos la naturaleza divina en pro de nuestros intereses egoístas. Sabemos de antemano que la experiencia de la estirpe de Layo recae con el mismo peso para todos, pero todos, menos Edipo, deciden celar la verdad e ir en contra de la propia naturaleza. En el mito de Edipo nos enseña que depende de nosotros ocultar los mecanismos racionales de la naturaleza que están a la luz. Depende de nosotros si queremos subestimar o no la fuerza superior de la naturaleza divina.

Recordemos que Yocasta y Layo decidieron arrojar a Edipo a un monte infranqueable para que la maldición no se cumpliera; Edipo, cuando escucha directamente esta versión de la propia Yocasta, su esposa, siente que su alma se precipita en una terrible espiral de consecuencias irreversibles. Edipo recuerda en su infancia como un hombre ebrio se le acercó y le dijo que era hijo putativo de Pólibo, rey de Corintio, y de  Mérope. Lógicamente, Pólibo y Mérope desoyeron el relato de Edipo. Ese episodio quedó en un segundo plano y se pasó por alto. Más adelante, en la época de la adolescencia, Edipo,  sin que sus padres lo supieran, se dirigió al oráculo de Delfo y le anunció la terrible maldición que corría por la sangre de su familia. Entonces, Edipo huyó de Corintio para eludir la tragedia de lo que él creía que eran sus padres biológicos, Pólibo y Mérope. A partir de ese momento, el destino continuó infaliblemente los pasos de Edipo hasta el final.

Por otro lado, recordemos que Yocasta no desea que Edipo continúe con las pesquisas sobre quién es él; Edipo, sin embargo, quiere conocer su origen, aunque proceda de un linaje oscuro y con un funesto destino.

Edipo sucumbe finalmente: “ Oh nube de mi oscuridad, que me aislas, sobrevenida de indecible manera, inflexible e irremediable! ¡Ay, ay de mi de nuevo! ¡Cómo me penetran, al mismo tiempo, los pinchazos de estos aguijones y el recuerdo de mis males!” (Edipo Rey, 1314)

Por este motivo, de nosotros depende enteramente desplegar la razón (lógos), en un camino arduo y abnegado que nos permita desenterrar la estructura racional de la naturaleza. Cuando Edipo se aleja de sus padres putativos, su mente cree que está escapando del desdichado destino. Salir de la patria que lo adoptó, fue para él, en ese preciso momento, sensato y noble por su parte. Pero él no sabía que su alma le estaba llevando a descubrir la verdad, su origen. Aquí se ve una oposición clara y contundente entre la mente y el alma. La naturaleza del alma evoluciona siempre;  la mente con sus multiplicidades de contrarios es la que nos hace errar y no ver las cosas tal como son, sino tal como somos.

“¿Cómo voy a ser un malvado por naturaleza, yo que devolví lo que había sufrido (Edipo recuerda que, antes de atacar él a su padre Layo, había sido golpeado por éste), de suerte caso hubiera llegado a ser un malvado? Y luego, sin saber nada, llegué adonde llegué y estoy perdido por obra de aquello que, sabiéndolo, me hicieron sufrir (cuando sus padres biológicos le abandonaron)”. (Edipo en Colono, 279)

En resumen, la evolución del alma es una razón universal, pero a veces pensamos que dicha evolución está gobernada por el hombre, por los sentidos, por la mente. Edipo pasa de escuchar la mente al logos eterno, del cual los hombres no tienen conciencia pero deben aprender a escuchar las señales de la propia naturaleza, la voz del cosmos,  para así alcanzar la unidad de las cosas, es decir, a lo eterno. En los diálogos de Edipo muchas veces se ve que él no sabe determinar qué es lo que corresponde a una cosa o a la otra. Si no sabe escuchar la única razón por la que está atravesando la terrible experiencia, ¿de qué manera podrá reparar el error de su linaje?

Recordaremos la famosa frase “Conócete a ti mismo”, en el templo de Apolo en Delfos:

“Te advierto, quienquiera que fueres tú, que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros. Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses”.

El mito de Edipo y los complejos mecanismos que lo componen parten, por un lado, del convencimiento de la solidez del equilibrio divino y, por otra parte, de la creencia de que el hombre está conectado de manera consciente a sus excentricidades y desarraigos con respecto al mundo de lo divino y esta conciencia, que casi siempre se podría calificar de existencial es siempre dolorosa.

En Edipo en Colono es totalmente desgraciado, y consigue en su misma desgracia una explicación. Lo tiene todo en su contra: el destino se comporta por su propio derecho. Y Edipo lo sabe, es consciente del peso que tiene encima. Sabe que en las cartas del destino no entran, desde luego, eximir su culpabilidad ya que él forma parte de la mancha del tejido familiar que los griegos llamaban miasma: la palabra proviene del griego μίασμα, mancha, pero es mucho más que eso. Según la R.A.E miasma es un efluvio maligno que, según se creía, desprendían cuerpos enfermos, materias corruptas o aguas estancadas. De ahí se creía que provenían infecciones que se propagaban de unos a otros como por ejemplo las bacterias. En el griego antiguo miasma es también una impureza no sólo física sino moral. Era necesario expiar los miasmas a través de rituales y ceremonias para que estos no se propagaran ya que estas personas podrían ser perjudiciales para la sociedad. ¿No es esto por ejemplo lo que ocurre en la tragedia de Edipo? El pueblo necesita encontrar al culpable del asesinato del rey para acabar con la enfermedad que los acecha y esa es la solución a las desdichas de Tebas, la repuesta que trae Creonte del Oráculo en Edipo Rey:

EDIPO.- ¿Cuál es la respuesta? Por lo que acabas de decir, no estoy ni tranquilo ni tampoco preocupado.
CREONTE.- Si deseas oírlo estando éstos aquí cerca, estoy dispuesto a hablar y también, si lo deseas, a ir dentro.
EDIPO.- Habla ante todos, ya que por ellos sufro una aflicción mayor, incluso, que por mi propia vida.
CREONTE.- Diré las palabras que escuché de parte del dios. El soberano Febo nos ordenó, claramente, arrojar de la región una mancilla que existe en esta tierra y no mantenerla para que llegue a ser irremediable.
EDIPO.- ¿Con qué expiación? ¿Cuál es la naturaleza de la desgracia?
CREONTE.- Con el destierro o liberando un antiguo asesinato con otro, puesto que esta sangre es la que está sacudiendo la ciudad.

SÍNTESIS

Recordemos que Edipo hizo cosas que nunca pensó que haría: matar a su padre, casarse con su madre…Le tocó escalar la montaña más alta del mundo, cada paso más difícil. Yocasta se suicidó porque no pudo llegar a la cima; sin embargo, Edipo se dio cuenta que expiar su delito no era subir hacia el pico más alto de la montaña, sino una peregrinación hacia dentro. Edipo empezó a darse cuenta que estaba vivo; Yocasta experimentó una mentira; Edipo alcanzó ese despertar, experimentó lo real, algo profundo y verdadero…Yocasta le dio la espalda al cosmos y sucumbió a un final trágico. ¡Edipo se encontró a sí mismo!

En mi opinión, la vida es parte de un juego y hay un camino para cada hombre. Yocasta fingía desde un principio y esa es la historia que escogió; Edipo, sin embargo, escogió encontrarse a sí mismo. La maldición de Layo engullía a su familia lentamente y en ese juego Edipo entendió que hay que luchar, conquistar, ganar, perder, volver a levantarse, pero decidió una cosa muy importante: El destino es suyo y quería llegar hasta el final…

La justicia divina, como  juez severo, termina hasta con los más poderosos, del mismo modo las grandes civilizaciones perecerán y  todo se perderá, pero la humanidad seguirá buscando nuevos dioses, pertenecer a alguien que está por llegar, alguien muy grande. Entonces, la historia se repetirá y el libro se quemará justo cuando  encuentre  su desenlace.

Para cerrar mi análisis sobre el devenir y la metafísica de Edipo, me gustaría subrayar que muchas personas creen que los mitos son una fábula, un cuento, un entretenimiento mental, pero en realidad lo que no saben es que los mitos son mentiras que cuentan una verdad oculta. La mayoría de las personas se quedan en la superficie de los mitos, en el molde externo de la historia pasando las páginas de su vida sin ver el interior de su naturaleza. Pero luego hay personas que despiertan, que pueden cambiar, y tejen una nueva historia con sus decisiones metafísicas para convertirse en quienes decidan ser. Depende de nosotros mismos: romper la estructura corrosiva estática en la que nos movemos diariamente, o bien entrar en el dinamismo que nos lleva a una existencia más completa.

Próximo artículo: Diálogo con la Sacerdotisa sobre Edipo y el devenir de la naturaleza (Parte III)

Enlaces de interés:

El mito de Edipo (Parte I)

Diálogo con Aletheia sobre Edipo, el devenir y el destino (Parte III)

La tragedia en Sófocles

Catarsis y miasma

Edipo, la fuerza del destino

Las Erinias

Las maldiciones en la mitología griega

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El mito de Edipo (Parte I)

Edipo y la esfinge de Gustave Moreau (1864).

Edipo era hijo de Layo, rey de Tebas. Un oráculo había vaticinado que Edipo mataría a su padre y se casaría con su madre. Layo, para evitar su destino, abandonó a su hijo recién nacido en el monte Citerón después de perforar y atar sus tobillos  (Edipo significa “pie inflamado”) con el beneplácito de su esposa Yocasta. El niño sobrevivió y fue acogido por el rey de Corinto, Pólibo. Ya adulto, el oráculo de Delfos le reveló la maldición que pesaba sobre él y le aconsejó que se exiliara lo más lejos posible de su patria. Edipo abandonó Corinto siguiendo las indicaciones del oráculo. Sin embargo, Edipo tuvo un enfrentamiento en el camino con un hombre al que mató: aquel hombre era su padre biológico, Layo. Sin saber que había llegado a su verdadera patria, Edipo se adentró en la región de Tebas, donde un monstruo cruel, la Esfinge, devoraba a cuantos caminantes topaban a pasar por sus dominios después de plantearles unos enigmas que eran incapaces de responder. Edipo supo resolverlo: “¿Qué animal tiene cuatro patas por la mañana, dos a mediodía y tres por la noche”? La respuesta era el hombre que en su infancia gatea, de adulto camina sobre dos piernas y ya anciano debe apoyarse en un bastón. Después de matar a la Esfinge fue aclamado como libertador en toda Tebas y los tebanos, llenos de gratitud, le ofrecieron el trono de Layo y la mano de su viuda, Yocasta, que no era otra que su propia madre. El oráculo se había cumplido a espaldas del desdichado, que había hecho todo por evitarlo pero no pudo escapar a la ley inexorable del destino.

Al cabo de un tiempo, una terrible epidemia de peste asoló la ciudad y Edipo, que había intentado averiguar qué criminal había podido suscitar la cólera de los dioses, descubrió horrorizado que ese criminal no era otro que él mismo, culpable de parricidio e incesto. No pudiendo soportar mirar la verdad cara a cara, Edipo se arrancó los ojos mientras Yocasta se ahorcaba. Sus hijos Eteocles y Polinices lo expulsaron de la ciudad y Edipo volvió a tomar el camino del exilio.

¿Quién era Layo?

Layo (del griego Λάϊος o “zurdo”), era del linaje real de la ciudad de Tebas, pero cuando le correspondió ocupar el trono, sus primos lo usurparon y tuvo que exiliarse a Pisa, donde el rey Pélope (de cuyo nombre procede “Peloponeso”) lo acogió como huésped. Pélope quiso que Layo le enseñase a su hijo Crisipo la doma de caballos, con lo cual le confía al niño para formar una pareja maestro-alumno. Sin embargo, Layo profana la sacralidad y el carácter platónico de esa relación y abusa sexualmente de él. Finalmente Crisipo termina suicidándose. La inaudita transgresión de Layo acarrea sobre él la venganza divina. Los dioses traman un plan para canalizar su cólera ante el crimen, a la vez que dan ejemplo para el resto de los mortales, castigando la perversión y maldiciendo a todo el linaje de Layo hasta que desaparezca en un baño de sangre.

Las maldiciones en la antigua Grecia

A través de estas lecturas, descubrimos que la conciencia y el alma también se transmiten de generación en generación. Si el sistema familiar tiene alguna parte desequilibrada, todas las partes quedan afectadas. Pongamos como ejemplos las muertes inexplicables, las normas transgredidas de la familia, la homosexualidad rechazada, los miedos profundos, los acosos sexuales sufridos, en definitiva, los lazos de los progenitores se trasladan y se transmiten a los descendientes hasta que desaparece la totalidad de la estirpe familiar. Es decir, a través del inconsciente estamos ligados a nuestros padres y ellos a los suyos, hasta llegar a la raíz de un problema que conecta con una realidad que pasa desapercibida, pero que nunca se resuelve el conflicto porque no hay una aceptación de su existencia y, por lo tanto, la liberación de la persona nunca pasa por el reconocimiento de sus lazos ancestrales porque no son conscientes. Así pues, las almas de la misma familia sufren una maldición cuyas consecuencias son irreversibles. En la mitología griega hay varios ejemplos sobre este discurso tan interesante y peculiar. Para ampliar más información sobre las maldiciones en la antigua Grecia os recomiendo el siguiente enlace: maldiciones en la antigua Grecia.

BIBLIOGRAFÍA

    1. Diccionario de mitología griega y romana (Lexicon)

ENLACES DE INTERÉS:

 

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El mito en el pensamiento griego

Mitología griega

Mitología griega

Durante el período del pensamiento griego existía un crisol  de cuestiones filosóficas, científicas y religiosas, cuyo pensamiento giraba en torno a las creencias sobre mitos. La mayoría de la población griega basaba sus afirmaciones en supersticiones, rituales, leyendas heroicas de poder sobrenatural. Sin embargo, la vida religiosa, de carácter politeísta, tenía un peso muy arraigado en sus vidas cotidianas. El griego común vibraba en sintonía con las obras de Hesíodo y Homero, y en ese sentido les llevaba hasta el cenit de sus pensamientos más profundos, a direccionar su esfera más íntima hacia el mito. Detrás de cualquier mito griego se esconde un mensaje metafísico, de lacado cósmico que, obviamente, no llegaba a toda la red social griega, sino a un sector privilegiado de conocimientos espirituales, una fuente de sabiduría que ha ido emanando desde otras civilizaciones, tales como la egipcia,  e influidas también por corrientes orientales. La hondura de este pensamiento ha llegado a nosotros, hoy día,  a través de la cultura, el arte, la música, incluso en nuestro argot popular existen infinidades de referencias hacia la cultura griega que nos es muy distintivo en nuestra sociedad.

En la cultura griega se produce una escisión en los siglos V y VI a.C. con interrogantes sobre la naturaleza, el hombre, el destino, el universo, la muerte, entre los temas más destacados, que debían ser evaluados por un conocimiento más racional. Se creó un ambiente intelectual cuyo rango principal era despejar la membrana pagana que giraba en torno a la sociedad griega. Sin herir sensibilidades y con el máximo respeto hacia el pueblo, los filósofos presocráticos fueron los pioneros en abrir una brecha entre mito y filosofía.

Parte de la dificultad que se encuentra en el estudio del pensamiento griego anterior al siglo IV a.C. es la escasez de fuentes documentales directos; de hecho, el pensamiento y la tradición más  antiguas han llegado hasta nosotros por referencias y alusiones de autores posteriores.

Los problemas de los antiguos pensadores griegos surgen a partir de tres eslabones que se relacionan directamente con los sucesos de la vida humana y que siempre han ocupado el interés de los hombres, desde el más humilde, hasta el docto más reconocido: nacimiento-desarrollo-muerte.

FilósofosEl hombre ha estado bajo una nube de interrogantes, dudas, crisis, que se hallan ligadas en un sistema de mitos y creencias, cuya función, a menudo no explícita, es canalizar y , en última instancia, disipar las poderosas y perturbadoras emociones de alegría y de pena, de esperanza y de temor. Pero a veces, cualquiera sea la razón de ello, queda en la mente una especie de emoción residual, un sentido del misterio de la vida, que es la curiosidad o asombro en los cuales los filósofos veían el comienzo de la filosofía.

Indagar en nuestro ser más íntimo y personal era la asignatura pendiente de la filosofía griega, demostrando un especial interés sobre el alma, de comprender el posicionamiento del hombre en el universo, su relación directa con la divinidad, el contacto con seres sobrenaturales y, sin declinar, la apertura del más allá, después de la muerte.

Estas cuestiones no son una huella original de la filosofía, pues también podemos encontrar en las obras más consolidadas de Homero y Hesíodo.

Mi tema principal se centra en el alma al ocupar un lugar determinante en la filosofía de los grandes pensadores de la civilización griega y que además supuso una notable influencia no sólo entre los filósofos cristianos sino en las corrientes filosóficas venideras. La importancia del alma no es casualidad. El hombre ha estado llamado a reconocer su verdadera naturaleza a través de los tiempos, y ese palpitar por despertar y nacer de nuevo ha sido una tarea constante, metódica y reflexiva.

 

 

 

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