Esparta

10 datos sobre los espartanos

Cuando uno se asoma al pasado remoto, concretamente a la antigua Grecia, no se puede ser objetivo, pero sí podemos ser honestos y ecuánimes. Hablar de Esparta es hablar de mito más que de historia, pues Esparta va conectada con el propio mito. El propio Bertrand Russel así lo afirma: “históricamente el mito es incluso más importante que la realidad”.

El mito espartano ha tenido una elasticidad adaptada a pensadores y a políticos de cualquier periodo, desde Platón hasta Hitler, cuyo efecto final ha sido exagerar y enaltecer a Esparta, para bien o para mal. La envoltura del mito sobre Esparta es casi siempre tóxica, perjudicial y muy manipulada. Para empezar, Esparta fue un centro cultural de primer orden, abierto al exterior, donde destacaban poetas y trabajaban reputados artistas en diferentes áreas. Un poeta que acentuó la cultura espartana fue Tirteo (mediados del s. VII), gran poeta lírico de contenidos épicos, como la guerra contra Mesenia. Ardor, coraje, valentía fueron sus mensajes para lograr estimular a los espartiatas. En general, la mentalidad espartana era la gloria del Estado y no la gloria individual.

Como bien explica César Fornis, Catedrático de Historia Antigua: en la Atenas del siglo IV se inventará una tradición que hacía de Tirteo un ateniense, un maestro de escuela “prestado” a los espartanos para derrotar a los mesenios; con la reivindicación de la autoctonía ateniense, se despojaba al tradicional “enemigo” del que, junto a Alcmán, fuera uno de sus buques insignia culturales. El mensaje era claro: la embrutecida Esparta jamás habría podido producir semejante poeta.  En suma, Fornis continúa que la imagen negativa de los espartanos, como personas de una cultura estéril, es fruto, en gran medida, de la propaganda ateniense.

La mentalidad espartana de que todo el esfuerzo debía encaminarse para el bienestar de la comunidad (rasgo distintivo del hoplita y ciudadano espartano) llevó a Esparta a tener la primera educación pública de la historia, con una propuesta de más socialización y menos intelectual que la ateniense. Desde los siete años se enseñaba al niño a leer y escribir, aritmética elemental, expresión oral y algo de música, danza y poesía, básicamente lo mismo que los escolares atenienses; no obstante, la diferencia consistía en que el ateniense (desde el enfoque de la “paideía griega”) reforzaba el lenguaje oral con retóricas mucho más complejas que el ideario espartano que eran más parcos, lacónicos, expresando con ello que vivían más de los hechos que de las palabras. El estricto sentido de la vida guerrera que tenía un espartiata desplazó el refinamiento por las letras, pero la música, la danza y la religión eran sus pilares culturales más cercanos y formaban parte de sus vidas cotidianas. A esto hay que añadir que el adulto tenía la responsabilidad moral y ética sobre el joven en su aprendizaje de los valores inherentes a la ciudadanía. Aquí las versiones cambian porque Esparta veía la homosexualidad como algo natural, incluso beneficioso para el Estado; sin embargo, otras fuentes aclaran que la homosexualidad la asumían con decoro y decencia.

Como sociedad diferente a cualquier otra Ciudad-Estado, cabe destacar que las mujeres, desde muy temprana edad, recibían una educación cívica no sólo en música y religión sino también en el deporte, como un sello único, peculiar e insólito en el mundo griego antiguo. La preparación deportiva servía para que el parto fuera menos doloroso y así engendrar hijos sanos y fuertes. La propia reina Gorgo (esposa de Leónidas), preguntada por una mujer de Atenas que por qué las espartanas gobernaban a sus hombres, respondió (lacónicamente): “porque somos las únicas que traemos hombres al mundo”

Las mujeres espartanas exhortaban a los hombres (padres, esposos, hijos) a ser valerosos en el combate (aunque pierdan la vida), o incluso esas mismas mujeres les dan muerte en caso de que no hayan cumplido con las expectativas que la exigente Esparta esperaba de ellos. Sin embargo, es difícil extraer lo que corresponde a la realidad en el caso de la mujer espartana de lo que no es sino una visión idealizada, por parte en muchas ocasiones de los propios atenienses, de lo que representa Esparta.

Como dato curioso, las espartanas nunca tuvieron derechos políticos, pero podían participar en actividades públicas y participar en certámenes deportivos. También eran propietarias de la tierra.  Pero, la principal responsabilidad de una espartana era la de dar hijos que luego iban a ser ciudadanos-soldados, la base de la estructura política-social de Esparta.

En cuanto a la política espartana, se representa tergiversada y enredada en complejos mitos difíciles de aclarar. El problema de esta etiqueta resistente se la debemos al nazismo que desfiguró su visión de Esparta con el totalitarismo. La idea de una Esparta obsesionada con la selección natural, según comenta César Fornis, es en gran parte debida a la propaganda que impulsó el nacionalsocialismo durante la década de los treinta y cuarenta. Hitler declaró su admiración por Esparta, como un Estado referente para buscar la pureza racial. Precisamente, este debate sobre la pureza aria relacionó a Esparta con un sistema político totalitario, término que César Fornis puntualiza como exagerado y que ha llegado a nuestros días como un bucle difícil de salir. Más bien representaría un modo de monarquía hereditaria dentro de las dos familias reales: los Agíadas y los Euripóntidas, ambos descendientes respectivamente de los epónimos Agis y Euriponte, ambos del linaje de Heracles y, por extensión, del mismo Zeus.  A La realeza espartana le era concedía chárisma, es decir, gracia o don especial de derivación divina que la convertía de algún modo en mediadora entre la comunidad y las divinidades, interactuando entre ambos, y reforzando de paso el principio de transmisión hereditaria. Era a su muerte cuando los diarcas adquirían su verdadera condición al ser heroizados y recibir culto como héroes. Según César Fornis la diarquía no fue un sistema de gobierno en sí mismo, sino uno de los tres componentes fundamentales que hacían de la espartana una politeía (ordenamiento constitucional) modélica y perfecta. De esta manera, se conjugaba tres elementos equilibrados: el monárquico, la Gerousía o Consejo de ancianos (el aristocrático) y la Apélla o Asamblea (el democrático). Este equilibrio explica que Esparta nunca sufriera disturbios internos y no fuera gobernada por tiranos.

Heródoto, según subraya César Fornis en su libro, jamás describió la Esparta arcaica como una sociedad militarizada, aislada o intolerante con cualquier extranjero.

Es muy fácil de manipular y tergiversar el tema de Esparta cuando no hay apenas fuentes donde sostenerse. No existe ningún historiador referente espartano, como cronista, solamente se conservan fragmentos de dos poetas, Tirteo y Alcmán.

La tradición espartana, sobre todo recaía en la oralidad, como identidad autóctona.

Bajo el mito, Esparta fue el paladín de patriotismo, orden, disciplina, austeridad y a su vez ejemplo para encauzar una política ideal para los gobiernos. Asimismo, los espartanos restauraron el espíritu dórico-aqueo, cristalizando el ciclo heroico, a través de la casta guerrera y su sistema político, culminando ese logro espiritual y restauración del microcosmos. Para ampliar más información sobre el ciclo heroico os emplazo al siguiente enlace: Eduard Alcántara

Precisamente, la “areté” o “excelencia” no era solo militar, sino también moral, puesta al servicio de la comunidad, del bien común, y no de la gloria personal.

Sentido del honor y del deber (Dharma=destino) de lo espartiatas en la lucha por la libertad griega, como es la entrega hasta la muerte de Leónidas y sus trescientos en el desfiladero de las Termópilas (“Puertas Calientes”), en un intento baladí por contener el paso de los persas, siendo tal episodio como una muerte heroica. La muerte de Leónidas consumía al oráculo del Apolo Pitio en Delfos: “o bien la poderosa y eximia ciudad de Esparta sería asolada por los descendientes de Perseo, o bien lloraría la muerte de un rey de la estirpe de Heracles”

Ese “Deber” del espartano se concentraba en la defensa de su patria, de su religión, de su honor, propio de cada hombre de acuerdo con su casta y con su posición en la sociedad.

Mi visita a Esparta en el año 2019 no me llevó a una profunda decepción tal como le sucedió a Chateaubriand, escritor del periodo romántico de la literatura francesa: “las lágrimas inundaron mis ojos cuando los fijé en la miserable cabaña levantada en el paraje abandonado de una de las ciudades más renombradas del universo, ahora el único objeto que señala el lugar donde Esparta floreció”.

Esparta y Atenas | Egrecia
Restos arqueológicos de Esparta

Para mí, la Esparta actual representa muy bien los valores mencionados en párrafos anteriores. Si Atenas es bulliciosa, caótica, turística, desbordada por los selfies de los miles de turistas que la visitan, Esparta está en la otra cara opuesta, adversaria e incompatible. En ese momento uno entiende que todavía, en otros planos más sutiles, continúa esa batalla entre Atenas y Esparta, invisibles a los ojos humanos.

Suscribo la reflexión de Auguste Rodin: “Nada es tan bello como las ruinas de una cosa bella”. En Esparta el silencio es impactante, el sonido de la naturaleza penetra por tu piel y a tu alrededor observas restos esqueléticos de una ciudad inmortal que sigue manteniendo intacto su legado más preciado y del que os voy a detallar:

  • Moderación. Disciplina. Equilibrio. Serenidad. Fueron sus más preciados valores intangibles.
  • El sentido comunitario.
  • Se despoja del lujo y de la avaricia.
  • El espartiata toma el sendero de la eleuthería (la libertad).
  • Austeridad (llevar el mismo vestido en invierno y en verano), dormir en lecho recio, ser íntegro e incorruptible.
  • La doctrina de la indiferencia: ante los resultados de la acción, igualdad ante el éxito y el fracaso (el paso de las termópilas, una derrota que supo a victoria, hoy día el valor de ese momento histórico-político supuso que los persas no dominaran la cultura occidental). Toda acción produce consecuencias y éstas deben continuar en otras vidas venideras. El hombre debe cumplir los dictados del cosmos.
  • No es cierto que el dolor les haga más fuertes. «Dolor» proviene de la raíz latina «dolere», que hacía referencia al hecho de ser golpeado. Si acudimos a sus orígenes indoeuropeos, se refiere a pulir o alisar. El dolor golpea y, a la vez, cincela. No les fortificaba: les instruía.
  • Carencia de deseos.
  • Entrega total a los dictámenes del universo, como referencia cósmica y espiritual.
  • La brevedad en su lenguaje, conciso, pero cargado de sabiduría. Eran parcos a la hora de expresar sus sentimientos. Ellos practicaban un modo de vida más interior, apoyándose en una idea, en una imagen, en un símbolo, en un sentimiento, en una actitud.
  • El aislamiento del espíritu frente a la materia.
  • La identificación del alma individual con el alma universal, la unión de aquélla con ésta.
  • Firme voluntad de llegar a la cima espiritual.
  • Rechazo de la inactividad, del “quietismo”.
  • La carencia de deseos y pasiones los llevaban a conservar el sabor, el poder, la fuerza de una tradición.
  • Fuerte vigencia en los ritos de iniciación, particularmente los de transición a la edad adulta.
  • Un vínculo muy arraigado al culto heroico.
  •  Culto a los pathémata, las pasiones o estados de ánimo del ser humano: el Miedo, la Risa, el Pudor, el Amor, el Hambre, la Muerte o el Sueño; los espartanos debían aprender a vivir en armonía con estos pathémata si se pretendía alcanzar el “buen orden” (eúkosmon) y la “felicidad” (eudaimonía), lo que de hecho significa dominar sus emociones, ejercer un autocontrol (enkráteia), algo que en los momentos previos a entrar en combate podía resultar especialmente beneficioso. El miedo, cuya personificación era “Phóbos” tenía un templo en Esparta, quedaba exclusivamente para los enemigos. El espartiata no temía a la muerte, sino que se preparaba para ella.
  • Orgullo patriótico: Leónidas, Alfeo y Marón por la valentía demostrada en las Termópilas; Hipóstenes y Cinisca por sus victorias olímpicas; Menelao, Helena, figuras míticas y relacionadas con su pasado. Cástor, excelente domador de caballos y Polideuces (Pólux, versión romana), un experto pugilista, ejercían de divinidades tutelares.

Como pueblo dorio cabe destacar las normas de conducta a las cuales debe ceñirse el hombre que aspira al progreso espiritual y a la liberación, buscando la sabiduría, como se refleja con Heracles, en sus doce trabajos.

Breve reseña mitológica: Esparta, descendientes de Heracles.

Casi un siglo después del final de la Guerra de Troya y según Tucídedes, los Heráclidas habrían regresado al Peloponeso, la denominada “tierra prometida” para tomar posesión por las armas del territorio que tal injustamente se les había arrebatado y que se dividió en tres reinos: Lacedemonia, Argos y Mesenia.

Este relato confirma la identidad doria con una patria.

Los reyes espartanos, descendientes directos de Heracles, se erigen en núcleo de un relato mítico en el que se otorgan las dos únicas familias de las que pueden salir reyes: Agíadas y Europóntidas.

Las tres tribus dorias serían: panfilios, hileos y dimanes; los hileos se correspondería a Hilo, hijo de Heracles. La vinculación entre dorios y Heráclidas están conectadas.

Para ampliar más información:

Fornis, C. (2019) «El Mito de Esparta». Alianza Editorial.

Enlaces de referencias:

Mediterráneo antiguo

Viaje a Grecia: Esparta, Leónidas

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