
La mujer tenía un papel fundamental y apreciado en el espacio sacro y, en consecuencia, una mayor visibilidad en la sociedad. Como bien sabemos, la religión griega implicaba prácticas cultuales que impregnaban la vida cotidiana, desde el espacio doméstico hasta en las diferentes manifestaciones de la ritualidad en el calendario litúrgico. La mujer no solamente estaba particularmente involucrada, sino que también resultaba complementario al rol masculino. Obviamente, complementario no significa igual, y muchas veces ni siquiera implicaba prácticas que realizaran ambos sexos de forma conjunta. No obstante, las festividades eran esos momentos puntuales en los que se permitía a las mujeres salir de su casa sin reproches para asistir a las grandes ceremonias religiosas en honor a los dioses.
La religiosidad cívica dependía mucho de los roles de cada uno y las expectativas sociales ligadas a su género, pero también hay que destacar que la clase social a la que pertenecían era un factor muy importante. Es decir, la selección se realizaba con las exigencias propias del culto, pero la reputación familiar o el origen de la candidata tenia un peso notable. Naturalmente, el poder adquisitivo contaba porque otorgaba ventajas económicas pero, a su vez, comportaba obligaciones y gastos que la familia de la mujer debía afrontar.
En general, las mujeres que desempeñaban un servicio divino duraban un periodo determinado y no precisaba de una dedicación de por vida a la divinidad. Por ejemplo, si estaban casadas, seguían estándolo; si se trataba de jóvenes vírgenes, tras finalizar su periodo, podían proyectar su vida matrimonial. Cabe destacar, por otro lado, que todas las personas que entraban en contacto con el mundo sacro en la religión griega era muy importante que prestaran una especial atención a la pureza ritual, con una vigilancia más estrecha al nacimiento, la muerte u otras expresiones de la corporeidad que afectaban fundamentalmente a las mujeres.
Algunos ejemplos ilustrativos muy comunes en la trayectoria de la mujer en la religión son:
- Las jóvenes solteras servían como portadoras de cestas en las procesiones de las festividades. Por ejemplo, la procesión de las Panateneas.
- Las mujeres adultas actuaban como sacerdotisas ante el altar de una divinidad y presidían el sacrificio de animales a los dioses. Por ejemplo, Cidipe, sacerdotisa de Hera.
- Las mujeres casadas llevaban a cabo rituales secretos en los que no podían participar los hombres, ceremonias importantes para obtener la bendición de los dioses sobre los campos y las cosechas. Se creía que las mujeres tenían una relación íntima y especial con la fertilidad de la tierra que en definitiva, estaba representada por la diosa Gea.
- Las mujeres también se involucraron en la adoración de divinidades “nuevas” ,como Adonis, que en el periodo clásico no formaban parte de la estructura formal de la ciudad. Era un rito privado fuera del calendario religioso oficial. Adonis es una divinidad oriental que nunca fue del todo aceptaba en el panteón griego. Cuenta el mito que Afrodita, la diosa del amor, se enamoró perdidamente del joven y hermoso Adonis, pero este pereció a manos de un jabalí mientras cazaba. En los últimos momentos de su vida, Afrodita lo tendió en un lecho hecho con lechugas.
- Las mujeres de Dioniso. En Atenas, lejos de la presencia de los hombres, algunas mujeres se congregaban en un recinto cerrado y bailaban descalzas con desenfreno ante una efigie del dios Dioniso, con el pelo suelto. El hecho de ir descalzas o desmelenadas indica que han renunciado a su condición normal, sosegada, para adorar al dios en un estado de entusiasmo, que simboliza “tener el dios dentro de sí”
- Profecías y profetisas: uno de los oficios femeninos más conocidos de la antigua Grecia era el de la pitia, la profetisa-sacerdotisa de Apolo en Delfos. Ostentaba la posición más prominente que podía ocupar una mujer en un cargo de tipo religioso en la Grecia clásica.
- La religión en el ámbito doméstico: una de las tareas particulares de las mujeres consistía en hacer pastelillos para los sacrificios rituales. También se encargaban de las estatuas, que eran cuidadosamente lavadas por mujeres (las únicas que podían ver a la diosa “desnuda” sin vestido de culto) y se les daba un nuevo atuendo para llevar. Un ejemplo claro era la “ceremonia de aseo” en ella, las mujeres tejían cada año un nuevo vestido para Atenea (Jenofonte, Helénicas, 1.4.12).
- Sacrificios: las mujeres jóvenes estaban presentes en los sacrificios, incluso antes del matrimonio, pero además también lo estaban las sacerdotisas, que conducían el propio acto. Cuando el hacha golpeaba a la víctima, las mujeres entonaban un llanto ritual para llamar la atención de los dioses sobre aquello que se les ofrendaba. La presencia de mujeres eran tan importante en los rituales públicos que estas debían asistir tan pronto como fuera posible después de haber dado a luz o incluso inmediatamente después de haberse librado de la contaminación que suponía la participación en un funeral.
- Ofrendas a los dioses: muchas veces las mujeres expresaban su piedad a través de regalos que ofrecían a los dioses. La más antigua de las dedicaciones conocidas entre las realizadas por mujeres es la de Nicandra de Naxos, quien en torno al 650 a.C. ofreció una estatua de Artemisa de gran tamaño en el templo de esta diosa en la isla de Delos, y en ella inscribió su propio nombre.
- Rituales funerarios: las mujeres eran quienes preparaban el cuerpo del difunto, lo lavaban, lo vestían y lo dejaban listo para llevarlo hasta la carreta que lo conduciría hasta el cementerio. Es común ver a las mujeres golpeándose la cabeza, tirándose del pelo o arañándose las mejillas hasta sangrar. Los varones se lamentaban en silencio, sin mostrar emociones, de pie en torno al cadáver, levantando las manos en un silencioso gesto de respeto. Son famosas las plañideras: mujeres enérgicas con un exceso de luto. De hecho, en Atenas y Delfos decretaron leyes para prevenir estos hábitos excesivos en el luto femenino limitando los lamentos o prohibiendo lacerar sus mejillas.
Para terminar, las mujeres que no eran honestas no podían participar en las fiestas religiosas, como en las Tesmoforias atenienses. Tampoco podían entrar en muchos templos, públicos o domésticos, mujeres que habían parido recientemente (por el contacto con la sangre), que hubieran tenido relaciones sexuales o que hubieran tomado abortivos o anticonceptivos.
Las mujeres extranjeras como las esclavas estaban apartadas de todo ritual, así como las prostitutas.
Para ampliar más información:
Bruit, Louise y Schmitt, Pauline (1991) La religión griega en la polis de la época clásica. Madrid. Ediciones Akal S.A.
Revista Desperta Ferro Arqueología y Historia. Nº 11 «La mujer en Grecia».