Archivo mensual: febrero 2023

El declive de Atenas en el periodo helenístico

Tras la muerte repentina de Alejandro Magno (Junio de 323 a. C., Babilonia), la estructura originaria del ideario griego no resistió el impacto de tantas corrientes nuevas. Con la propagación del mundo helenístico desde la cuenca mediterránea occidental hasta el Asia central, el ciudadano griego se convertía en una especie de tarima flotante en medio del océano, perdido y sin rumbo, quedando expuestos a las nuevas fuerzas que se imponían con contundencia y rapidez. De estas fuerzas dominantes, caben destacar los nuevos flujos políticos y, sobre todo, las corrientes religiosas orientales hacia Occidente. Es cierto que estas nuevas oleadas enriquecieron la cultura griega o viceversa, sin embargo, el núcleo principal de la polis perdería fuerza, protagonismo y carácter originario. La producción artística, el pensamiento reflexivo y la identidad propia del ciudadano que pertenecía a una ciudad-Estado (polis) se desintegrarían completamente a merced de un cosmopolitismo sin precedentes. La trituradora de este cosmopolitismo daría origen a la ruptura del antiguo orden de estas pequeñas ciudades y  los siglos venideros de constantes agitaciones políticas y sociales llevarían al ciudadano a una profunda desorientación, a una confusión y también a un vacío interior. De esta manera, el destino personal de un ciudadano estaría determinado por las nuevas fuerzas dominantes que a su vez eran impersonales y que no representaban la identidad originaria del pueblo griego. En síntesis, la sociedad griega perdería el rumbo de su propia vida y de los valores tradicionales que les encumbraron con brillantez durante el periodo clásico.

Por lo  que concierne al ámbito filosófico, también daría un giro radical intentando frenar el caos, pero eran corrientes más dogmáticas y sustentadas en la ética y lo moral, dejando a un lado la pasión por comprender el mundo en una esfera más elevada y espiritual y buscando una vía que le proporcionara cierta paz interior y felicidad externa ante un mundo caótico e imprevisible. No obstante, el estoicismo se caracterizaba por tener una visión más elevada y una templanza moral que dejarían su marca más profunda en el mundo romano de Marco Aurelio, Séneca y Epícteto. La figura estoica podía conseguir la felicidad si conectaba su mundo interior con la armonía y la sabiduría proyectada en la razón universal (Logos) que ordenaba todas las cosas; por el contrario, su oponente más directo, el epicureísmo, afirmaba que la humanidad debía superar sus supersticiones y el temor de los dioses populares porque eran las causantes de la miseria humana. Según sus criterios, el mejor modo de lograr la felicidad era retirarse del ajetreo del mundo y llevar una vida tranquila, sosegada y en compañía de un círculo de amigos de confianza. Según sus juicios no temían a la muerte porque era la extinción de la conciencia y detrás de la muerte no habría juicio final ni más sufrimientos. Ambas filosofías reflejarían precisamente dos polos opuestos de la vida cotidiana del griego. Este movimiento filosófico pendular haría que se crease un horizonte de miedo, de incertidumbre y de pesimismo.

Tenemos que tener en cuenta que Atenas, antes del helenismo, era un espacio común para el ciudadano participativo, permeable, libre, con un vínculo muy estrecho entre los ciudadanos por ser ellos, precisamente, los dueños de su propio destino y para que pudieran darse la justicia y la igualdad que no se daba fuera de su ciudad. Su última finalidad era formar, gestionar y defender unas ideas en común en el marco de la política, de la religión, de la paideia (la educación griega por excelencia) y de la filosofía. Así, la polis representaría un lugar donde el ciudadano se sentía identificado y orgulloso de sus valores e instituciones definidas y con una estructura sólida que hacían de la polis  un lugar seguro.

En efecto, el concepto de ciudadano tenía sentido dentro de la ciudad-Estado o polis porque su función en la política o en la religión era activa, dinámica y muy representativa formando un tipo de ciudad virtuosa para la ciudadanía. Aristóteles definía al ciudadano como “aquel que comparte en común la potestad de gobernar y juzgar”. Tras la eclosión del helenismo y de la desintegración de las ciudades-Estados griegas,  el ciudadano perdería no solamente todas aquellas coberturas que le hacían ser un ciudadano vinculante a la polis sino también caería en un vacío interior que nunca se volvería a llenar. Tras la muerte inesperada de Alejandro Magno, el hombre griego pasaría a ser un ciudadano de segunda clase, pasivo e inane. Por ejemplo, la política dejaría de ser participativa para el ciudadano y la gestión de la ciudad fue menguando paulatinamente. En otras palabras, la política dejaría de ser la portadora de la soberanía de la ciudanía. Esto acabaría tumbando al ciudadano griego definitivamente. Asimismo, con la muerte de Alejandro Magno surgiría toda clase de inestabilidad económica y social, pero, sobre todo, la dificultad de organizar, administrar e integrar el legado de un imperio tan grande. Al no existir un poder real para la sucesión de Alejandro Magno, los generales macedonios (conocidos como diádocos) llevaron una guerra interna por el poder imperial, hasta que se fundaron varios Estados independientes. Por ejemplo, Macedonia fue controlada por la dinastía antigónida y tenía bajo su dominio a los atenienses. De esta manera, Atenas perdería poder y quedaría bajo control de Macedonia.

No obstante, el periodo helenístico no fue un túnel de oscuridad: se preservaron los estudios de Homero a Aristóteles; se fueron compilando las grandes obras maestras y editadas, nacería así la erudición humanística; a su vez, se abrieron camino la crítica textual y literaria. Cabe destacar la biblioteca de Alejandría, editándose la traducción griega de la Biblia hebrea. Paralelamente a las agitaciones políticas y a una reorganización de los estados, Atenas seguiría con sus tradiciones académicas, se ampliaría la educación pública y los gimnasios y los teatros estaban llenos de vida. No podemos olvidarnos que el arte helenista florecía con entusiasmo y en el campo de las ciencias destacarían figuras tan importantes con contribuciones originales como, por ejemplo, el físico y matemático Arquímedes, el astrónomo Hiparco, el geógrafo Estrabón, el médico Galeno y el astrónomo Ptolomeo. En el área filosófica, el Neoplatonismo trataría de ser el faro sobre el abismo helenista entre las filosofías racionales y las religiones mistéricas. Con Plotino, se alcanzaría un punto máximo de misticismo suprarracional, más religioso, dejando latente el carácter de una nueva época, con otra mentalidad diferente, rompiendo los moldes de épocas anteriores. Y como no, en el campo del arte destacan representaciones de ancianos, niños, Venus y de la  mitología. El tema religioso disminuye. La desnudez es muy representativa en el arte helenístico  (inconcebible en épocas anteriores que los dioses y las diosas estén desnudos).

Afrodita agachada. Autor:  Doidalsas de Bitinia. Periodo helenístico S. III. Museo Nacional Romano.

El declive griego alcanzaría su punto de máxima degradación en tiempos de la conquista romana de Grecia, en el siglo II a.C., aprovechando la decadencia helenística.  Pero  todo proceso de decadencia llevaría su tiempo de maduración de manera lenta. Es cierto que hubo mucha riqueza en el periodo helenístico, variada y artística, pero en el núcleo de la sociedad ateniense apenas había fuerza y soporte estable por tantas contradicciones en sus poros más internos.  Es muy complejo y difícil señalar la fecha fatídica donde Atenas dejó de ser Atenas, en qué lugar comenzó su caída al abismo. De manera paulatina los órganos vitales, sus asambleas, sus tribunales y su ejército dejaron de funcionar, desapareciendo esa entidad viva que fue la ciudad de Atenas. Según que historiadores consultemos, para algunos serían cuando los atenienses sucumbieron en la batalla de Queronea ante Filipo (339-338 a. C.), o cuando Atenas cayó ante Esparta (415 al 413 a. C.). Es muy difícil de ajustar una fecha concreta para el comienzo de este declive, pero si se puede decir que fue una larga decadencia, de hundimiento, de crisis económicas, de guerras perdidas…

Lo que si podemos destacar es que el individuo griego antes del helenismo siempre había estado conectado con la ciudad e identificado con ella porque se había criado bajo el amparo de unas leyes que le habían permitido educarse y vivir cívicamente y el modelo de ciudad era un sello distintivo y único que se caracterizaba por ser una comunidad de bienestar social. Arrancarle de su ciudad suponía un golpe moral muy bajo. De esta manera, no nos extrañe que se aplicara una ley (508 a.C.) muy severa para el ciudadano ateniense: el ostracismo. El ostracismo para el ateniense era abandonar temporalmente su ciudad obligado por la propia democracia ateniense. El condenado era desterrado diez años de sus raíces familiares y de su identidad como ciudadano. Tras abandonar la polis, el ciudadano no era nadie, perdía todos sus privilegios y esto para el griego suponía la peor condena política y social por abusar, por ejemplo, del poder público o desviarse de las tradiciones religiosas de su ciudad. En definitiva, dejaba ser ciudadano ateniense, dejaba de existir.

Por esta razón era muy importante formar parte de una comunidad, de un núcleo social y participar a su vez de sus diferentes estratos políticos, sociales y religiosos. Por eso la condena al ostracismo anulaba al ciudadano de la polis y esto le llevaba al olvido.

El periodo helenístico se asemeja mucho al de nuestra época actual, entre otras cosas, por su globalización y universalismo, pues Alejandro Magno quiso imponer un mundo universal y abierto para todos, borrando para ello el concepto clásico de la polis griega. Pero las transformaciones de las polis griegas en grandes ciudades cosmopolitas terminaron por desnaturalizar las polis clásicas de Grecia. Indudablemente, con el nuevo marco político se impondría conceptos nuevos difícilmente de asimilar para el ciudadano griego. En lo que atañe a la religión tradicional y popular (el plato principal para el griego), se fusionaría con otras religiones extranjeras. Recordemos que a Sócrates (399 a.C.) se le acusó de no creer en los dioses griegos y de que estaba introduciendo otros nuevos. Esa idea le llevó al filósofo a la condena de muerte. Paradójicamente, medio siglo más tarde de su muerte los cultos egipcios y orientales penetraron sin ningún obstáculo en Atenas. Los cultos extraños empañaron la vida social del ateniense y los cultos sagrados estaban a merced de las nuevas corrientes políticas. En otras palabras, la religión se volvió más individual y con menos fervor nacionalista. La polis se debilitaría con esta nueva orientación religiosa, con una mentalidad más heterogénea. El ciudadano ateniense veía con recelo las nuevas corrientes religiosas y con sus panteones desnacionalizados. Detrás de la religión, el poder político, que al principio era autónomo, iría perdiendo funciones y cada vez se limitaría su autonomía y control, debilitando con ello sus rasgos más visibles y representativos de la polis tradicional.

Con la disolución de la polis , lógicamente, hay un proceso político que también va erosionando las capas morales y sociales. Las diversas crisis, como vamos señalando en párrafos anteriores, no se dan de repente. La decadencia seguiría su curso lentamente en las diferentes esferas de la sociedad. Podemos destacar que la clase media (artesanos, comerciantes..) se iría empobreciendo, las numerosas guerras que sucedían aportaban más esclavos y con ello la caída de los salarios más bajos. Las diferencias entre pobres y ricos aumentarían y las riquezas se concentrarían en unos pocos afortunados. Atenas se hundiría progresivamente y a la vez se sentiría impotente para contrarrestar la miseria que iba en aumento. En siglos anteriores, uno de los remedios al colapso económico era la emigración para buscar sustento y abrir nuevas rutas de comercialización. Gracias a las riquezas que generaban las nuevas colonias y el desarrollo económico del contacto con otras culturas, el mundo griego entraría en una edad dorada; pero la polis, durante el periodo helenístico, dejaría de tener estas competencias y no tenía autonomía para emprender nuevos horizontes en otras tierras con la nueva implantación política. La emigración pasaría bajo control de Alejandro Magno y sus sucesores. La ciudad se convertía en una especie de cárcel que bloquearían a los aventureros en la época helenística. Este bloqueo comercial traería daños colaterales como el ascenso de la piratería y el bandolerismo. En el tramo final del periodo helenístico, el puerto ateniense del Pireo dejaría de ser enclave estratégico para el comercio marítimo y en las zonas rurales, el comercio también disminuiría cuando dejó de existir las cleruquías (reparto de tierras a ciudadanos pobres). Como no puede ser de otra manera, el resultado fue la proliferación de mercenarios, como vía de escape a la pobreza. La pobreza también sería motivo del descenso de la natalidad. Este efecto dominó terminaría con la ciudad de Atenas que sucumbiría como organismo político, debido en parte al surgimiento de un nuevo concepto de ciudad cosmopolita, universal y globalizada. Asimismo, las nuevas corrientes religiosas borrarían las tradiciones y los fundamentos divinos de la polis. Y, por último (y no menos importante), con los bárbaros incorporados a la cultura helénica, se contribuiría al desplazamiento en la fe popular de los dioses helénicos a favor de otros dioses. Por ejemplo, Ptolomeo I introduciría el desarrollo del culto a Sarapis, mezclando rasgos griegos y egipcios que hacían un dios vinculante para ser reconocidos por los dos estamentos del reino.

La religión griega dejaría de ser un conjunto de prácticas y creencias que tuvo sus inicios hacia finales del siglo VIII a.C., una de las representaciones de organización política-religiosa típicas del mundo griego: la ciudad, la polis. Una religión que se basaba en unos hábitos de pensamiento y unas estructuras intelectuales distintos de nuestro mundo actual. La polis era el eje central, el lugar que ocupaba todo el universo griego en la vida individual, social y política.

La polis, finalmente, perdería todos sus ritos originarios, sus mitos disminuirían y la antigua religión perdería adherencia en sus capas sociales más profundas. Los lugares más señalados y más importantes como la Academia, el Liceo, el Ágora también pasarían a un segundo plano y con ello perderían visibilidad y popularidad, pues la erudición y la filosofía irían a parar a Alejandría y a Siracusa. Así, Atenas perdería fuelle filosófico porque la polis ya no representaría nada de sensibilidad y profundidad.

La cascada de empobrecimiento en cada una de las escalas políticas y sociales de Grecia no debería hacemos olvidar que Grecia  continuó siendo uno de los referentes culturales y con una economía muy avanzada, así podemos indicar que el sector agrícola con los viñedos, olivos, huertos, así como otros sectores pujantes como las canteras, minas, cerámicas y metalurgias fueron las bases de un motor económico que se resistía a los envites de los males que lo amenazaban como la pérdida de los mercados exteriores por la competencia, y la contracción del mercado interior por el irremediable empobrecimiento de las gentes.

BREVE DESCRIPCIÓN DE LA ATENAS DE A FINALES DEL PERIODO HELENÍSTICO:

  • Atenas perdió el espíritu democrático: la monarquía helenística se apoyó en una aristocracia creada por el propio rey y desarrolló un carácter especialmente cosmopolita.
  •  La religión era una mezcla de la mitología griega, los dioses locales y las deidades orientales antiguas.
  • Atenas fue sustituida por Alejandría, Pérgamo y Antioquía, ciudades más modernas.
  • Empobrecimiento de la población. Salarios bajos. El campo se cultivaba poco; las exportaciones fueron el vino, el aceite y algunos productos de lujo, a precios irrisorios.
  • Se generó un aire intelectual, con representaciones teatrales, fiestas populares como las Dionisíacas o los Misterios eleusinos volvieron a brillar. A estos eventos acudían los reyes y gobernantes helenísticos de Asia y Egipto. Pero, indudablemente, nada que ver con los rituales y las creencias de antaño.
  • Las escuelas filosóficas seguían teniendo interés, siendo diversas y reflejando las inquietudes pesimistas y de incertidumbre del pueblo.

REFERENCIAS

Tarnas, R. La pasión de la mente occidental. Ed. Atalanta.

Rodríguez Neila, J. F. Las transformaciones del mundo helenístico. Enlace: aquí.

Leyra Pajón, I. La filosofía helenística. Fundación Juan March, Madrid. Enlace: aquí

Alvar Ezquerra, A. El periodo helenístico. Fundación Pastor. Enlace: aquí.

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