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Retorno al paganismo

«¿Qué es lo que debemos admirar de un poeta?» – «Su inteligencia aguda, su sabio consejo y que haga mejores a los ciudadanos». Aristófanes. LAS RANAS. 1009.

El Olimpo tiembla tras una agitada y complicada asamblea en el Monte Ida. El mundo está en una crisis de profunda espiritualidad y los dioses reflexionan sobre el destino y el porvenir del ser humano. Zeus alza la voz y expresa su malestar por el posicionamiento del hombre en el proceso de destrucción del planeta, desviando sus propósitos hacia metas decadentes y a la liquidación de los principios y valores de la sociedad. Atenea se levanta de su trono y se dirige a la asamblea con voz grandilocuente para expresar que se ha perdido la búsqueda de la sabiduría, del conocimiento interior y de la verdad, en una sociedad donde se celebra el éxito rápido, se aplaude el esfuerzo mínimo y se potencia el consumismo descontrolado. Las Musas se agitan y vociferan aclamando más presencia en la educación de las áreas de latín, griego, historia, música…Hera se entristece de ver como el matrimonio ha dejado de ser una pieza clave en el desarrollo y educación de los hijos, muy necesaria para tener una sociedad sana y próspera, en detrimento por un gobierno tirano, anárquico y sin ningún propósito elevado. Las ideas de justicia, de virtud y el bien común para la sociedad están siendo menguadas y empobrecidas.

Detalle de Calíope (La Musa de la Poesía Épica) (Hija de Zeus y Mnemosyne) Agustin Pajou.

El Olimpo ha dictado sentencia: ¡los dioses me mandan a Troya!. Tengo que traer de vuelta los ideales reflejados en los poemas épicos de Homero, ese mundo heroico que vivió una espectacular mutación cultural, ese mundo donde los héroes anhelaban la conexión con las divinidades celestiales, con las fuerzas sutiles del cosmos y un vínculo directo con la naturaleza. La esencia del viaje, además, es recuperar los comienzos brillantes de la cultura griega. Tal como los dioses nos ven ahora , tras su tensa y pesimista asamblea, el mundo ha entrado en una fase descontrolada, decadente y fuera de las virtudes del cosmos tales como la justicia, la templanza, la sabiduría y la fuerza.

Las ideas y enseñanzas del legado griego son extensísimas, desde el pensamiento crítico y racional hasta las herramientas y enfoques para buscar la verdad, así como la reflexión sobre el significado y propósito de nuestros objetivos. Reconozco que la fuente de riqueza de la antigua Grecia es ir a contracorriente de la actual sociedad moderna-tecnológica, impersonal, sin una brújula que la guie, solamente la que nos dictan los poderes invisibles del mundo de la globalización. El hombre de hoy día ha perdido identidad social, cultural, política y religiosa. La sociedad se sostiene sobre un corcho en alta mar:  sin rumbo y sin destino propio. Por esta razón,  viene la necesidad de viajar a Troya,  con los poemas homéricos en mano como única arma para traer la llama perenne de la cultura griega e iluminar la actual sociedad con corrientes helenas como las costumbres, la religión, las humanidades, el arte y la educación. En definitiva, hay que plantar de nuevo las semillas de nuestra civilización occidental.

 Estamos repitiendo el mismo colapso de la civilización micénica del II milenio a.C. En aquel tiempo, el mundo griego se empobreció culturalmente, hubo un declive social, político y económico y se entró en la Edad Oscura. Hoy día, el ciclo se repite y es de suma importancia el renacer de la cultura griega, recuperar el espíritu heroico, construir un modelo social y económico más sostenible. En aquella época también hubo cambios climáticos, terremotos, sequías, empobrecimiento de las clases sociales, en fin, una quiebra social y con ello la extensión generalizada de la ruina y la confusión. Se llegó al colapso en el mundo mediterráneo afectando a los helenos, egipcios, hititas e islas colindantes. Se consumió la cera de la vela y con ella la luz del mediterráneo se esfumó.

Tras la consulta de los dioses, el viaje a Asia Menor, la actual Turquía, y tras el aprobado por unanimidad divina, el viaje a Troya se antoja necesario. Tenemos que reconducir nuestro mundo a nuestros comienzos patrióticos. Troya es el comienzo y el final de nuestro viaje. Homero será nuestra brújula, el gran referente para conocer la mentalidad griega en el siglo VIII a.C.

El mundo homérico nos lleva a contemplar el cosmos como la manifestación de algo superior y trascendente. Con Homero, nace la literatura occidental y gracias a ella, surgiría el poder del mito, el teatro, la poesía, la música y los primeros rituales religiosos. En definitiva, todo este caudal de riqueza nos lleva a la búsqueda de nuestro mundo interior a través de los héroes clásicos y de las tradiciones helenas más antiguas. Troya supone un viaje al mito más puro y esencial de nuestra herencia. Es el ADN universal que nos conecta con las raíces de occidente. La Iliada y la Odisea procedían de una tradición oral antiquísima que luego se pulió en ambas obras épicas, pero su inmenso legado escondía una gran tradición y una enorme importancia para la sociedad helena, muy afín a nuestros pensamientos y costumbres. No queda tan lejos el mundo homérico como podemos creer. Por esta razón, viajaremos a Troya con el fin de loar y recuperar el ingente y rico caudal de los valores tradicionales. La sociedad moderna se ha zambullido en el viaje a la oscuridad, un viaje a la incertidumbre, al pesimismo y a los cantos de sirenas de los políticos, de las malas influencias de los youtubers y de las nuevas corrientes pseudoespirituales que engarzan las estructuras podridas de nuestra sociedad. Es por ello que el viaje que realizaremos nos llevará también a ciudades que iluminaron occidente como:

Éfeso: ahondar en su pasado descubriremos el paso de varias civilizaciones en su anfiteatro de la era helena, su biblioteca y vías de la época romana y su arquitectura de la época bizantina. Éfeso fue un foco importante para el desarrollo de la ciencia y la filosofía.

Pérgamo: la época helenística dejó una marca indeleble en la historia de Pérgamo, consolidando su posición como una ciudad de importancia política, cultural y artística en el mundo antiguo. Sus logros durante este período contribuyeron a su legado duradero en la historia de Anatolia y la región circundante.

Príene: destaca sus templos religiosos que rendían culto a Deméter, Poseidón y Atenea.

Dídima: ciudad cercana a Mileto, famosa por su santuario oracular de Apolo y un templo dedicado a Artemisa.

Hierápolis: hay muchos templos construidos en nombre de Cibeles, Apolo, Dioniso y muchos otros dioses en la ciudad. Por eso se llama «Hierápolis» que significa «ciudad sangrada». Además, visitaremos el Santuario de Plutonium que accedía al inframundo, otra prueba iniciática que tenemos que superar

Afrodisias: es la ciudad más grande dedicada a Afrodita, la diosa griega de la fertilidad y del amor y la madre de Eneas, el famoso personaje de la guerra de Troya, y fundador de Roma.

En definitiva, visitaremos enclaves arqueológicos que nos zambullirán en el mundo griego. Mito, filosofía, historia, cultura y costumbres serán las estructuras que levanten nuestro nuevo mundo.

En suma, los dioses, por consenso divino, acuerdan realizar este viaje iniciático. Se ponen de acuerdo (sin precedentes en la mitología) para que la tradición vuelva a su cauce natural, rememorando el mundo homérico a través del mito y potenciando el papel del héroe ante las adversidades. ¡ Que la antorcha de la luz de la sabiduría me guíe y que los dioses me eleven al Olimpo después de este peregrinaje!

PÉRGAMO
AFRODISIAS
Hierápolis
Dídima
Pérgamo
Príene
Troya

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La naturaleza de Dioniso

El filólogo alemán Walter Friedrich Otto escribió un libro titulado Dioniso: mito y culto en el que ofrece una interpretación profunda de la figura de Dioniso[1].

Según Otto, Dioniso representa la divinidad que encarna la naturaleza primordial, salvaje y caótica de la vida. Es el dios del éxtasis, el trance y la inspiración y su culto está estrechamente relacionado con el teatro, la música y la danza[2]. Dioniso es visto como un ser dual, con una personalidad que combina lo divino y lo humano, la razón y el instinto, la vida y la muerte.

Al considerarse un dios dual con dos naturalezas opuestas son, sin embargo, complementarias y coherentes: una divina y otra humana.

En su naturaleza divina, Dioniso es un dios poderoso y temible, asociado con la naturaleza, la fertilidad y el ciclo de la vida y la muerte. Se le representa a menudo como un joven bello y andrógino, con largos cabellos rizados y una corona de hiedra o uvas en la cabeza.

En su naturaleza humana, Dioniso es el dios de la embriaguez, el exceso y la liberación emocional. Es el patrón de los banquetes y las fiestas y a menudo se le representa rodeado de sátiros, ninfas y otros seres de la naturaleza.

Además, Otto destaca el papel de Dioniso como un liberador, que permite a los mortales liberarse de las restricciones sociales y religiosas impuestas por las normas y tradiciones establecidas. En este sentido, Dioniso se convierte en una figura subversiva, es decir, que cuestiona la autoridad y el orden establecido promoviendo la transgresión y la liberación.

Por lo tanto, Dioniso juega con ese doble sentido que nos aturde: existencia inmediata y lejanía absoluta, bendición y espanto, plenitud de vida y cruel aniquilación. El dios de la demencia divina, capaz de crear y destruir y he aquí cuando nos encontramos con el enigma universal más antiguo: el misterio de la vida que se genera a sí misma. Como bien detalla Otto: “El amor que fluye hacia el milagro de la concepción está tocado por la locura”. Precisamente esta locura se refleja en las figuras de Orfeo, Ulises o Eneas, que han de sumergirse en las profundidades insondables del Hades donde habitan las fuerzas de la vida y la muerte en sus viajes al inframundo. De hecho, cuando los héroes regresan de esta experiencia única y sublime se adivina un brillo de locura en sus ojos, pues han visto que la muerte comparte morada con la vida. En definitiva, la muerte y la vida se tocan -siguiendo la línea de Otto- estremecidas por un placer demente. La experiencia del héroe es tan estremecedora, a tal punto, que vuelve transformado.

Parece que en el universo coexisten la muerte y el amor en un mismo espacio, dos polos que se atraen en una eterna unión y, precisamente, el mundo griego ha sido consciente de la participación del universo en sus vidas. Por esta razón, el griego celebraba los nacimientos, las iniciaciones, la muerte, sobre todo, conociendo de primera mano los secretos de la vida.  

Muchas culturas indoeuropeas han tenido una relación compleja y significativa con la muerte y la vida después de la muerte. Estas culturas han creado ritos y mitos que celebran y honran los ciclos de la vida, desde el nacimiento hasta la muerte y más allá.

En muchas tradiciones indoeuropeas, la muerte se ve como un paso hacia otra forma de vida o existencia. Las ceremonias funerarias y los ritos de entierro son una parte importante de estas culturas y se cree que son cruciales para garantizar que el alma del difunto pueda pasar al más allá de manera adecuada.

La creencia en la vida después de la muerte también ha sido una fuente de consuelo para las culturas indoeuropeas, ya que ofrece la esperanza de que la vida continúe de alguna forma después de la muerte. En algunos casos, se cree que el alma del difunto se une con los ancestros y los dioses en el más allá, mientras que en otros casos se cree que el difunto puede renacer en una nueva forma de vida.

En general, las culturas indoeuropeas han creado complejos sistemas de creencias, rituales que honran y celebran la muerte o la vida después de la muerte que continúan siendo una fuente de inspiración y consuelo para muchas personas hoy en día.

En la antigua Grecia las deidades del nacimiento o la fertilidad y las del fin de ciclo de la naturaleza, a veces, se confundían, por ejemplo, en las fiestas de las Antesterias[3].

Con Dioniso, la muerte se justifica y está contenida en la propia esencia del Ser y brota de toda embriaguez. Una locura desatada donde el hombre se encuentra en conexión con esta fuerza poderosa de cambio y renovación de una vida inherente con la muerte. Dioniso contempla este baile detrás de su máscara, su energía mantiene conectado a los opuestos. Es la rueda de la vida que se acelera en su placer más profundo hacia la muerte. De aquí que se considere demente el mundo de Dioniso, una locura para las mentes humanas. En el mundo griego esta realidad ha sido soportado en todas sus proporciones y la ha venerado como divina. No quedaba otra salida que enloquecer con Dioniso, pues el propio dios era el portador del mundo primigenio.

El mundo de Dioniso es ante todo un mundo femenino. Las mujeres están en directo contacto con Dioniso desde su nacimiento hasta su muerte. Y son precisamente las primeras que llegan a la locura. Desde el parto de Dioniso, la maternidad, hasta el final de la muerte del dios, está ligado a la locura divina. A este universo femenino se enfrenta tanto el mundo apolíneo como el propiamente masculino. Con Apolo reina la pura claridad y la amplitud del espíritu. Pero ambos mundos se necesitan, es el equilibrio de la propia vida.

Hay evidencias de que la figura de Dioniso existía en la época micénica[4], aunque su culto y mitología no eran tan prominentes como lo fueron más tarde en la época clásica griega[5]. La presencia de elementos asociados con Dioniso en las tumbas micénicas[6], como vasijas decoradas con uvas y figuras que parecen representar danzas rituales, sugieren que los antiguos griegos ya veneraban al dios del vino y la fiesta en esta época temprana.

No obstante, algunos expertos sugieren que Dioniso podría haber sido una deidad de origen extranjero que fue adoptada por los antiguos griegos durante la época micénica[7]. Se ha propuesto que su culto podría haber sido traído a Grecia desde Creta o incluso de culturas más lejanas, como las de Egipto o Mesopotamia.

DIONISO EN HOMERO

En el libro sexto de la Iliada (130-ss.), Diomedes habla del sino que aguarda a todos los que luchan contra los dioses y al hacerlo, se refiere al fuerte Licurgo[8] que persiguió a Dioniso cuando tuvo que huir al mar, donde Tetis acogió al dios fugitivo[9].  Homero hace referencia a Dioniso como el “frenético” y sus “frenéticas acompañantes las Ménades”.

Cabe subrayar que Homero no hace referencia a Dioniso como el dios del vino en ambos poemas épicos. Siguiendo la línea homérica nos damos cuenta que el vino nada tiene que ver con la naturaleza originaria de Dioniso, sino que más tarde se puso bajo su protección[10].

Homero señala todos los elementos característicos del mito y culto sobre Dioniso. Pero Homero lo representa como el “frenético”, rodeado de “nodrizas” y “Ménades”, las que saben de la violenta persecución del dios. En la Odisea, Dioniso está muy vinculado con Artemis, con Hefesto y sobre todo con Ariadna. No se percibe, en ambos poemas, el más leve indicio de que su culto fuera percibido como algo nuevo, procedente del extranjero.

Bibliografía:

Otto, W.F. Dioniso: mito y culto. Libro electrónico.

Ampliar más información:

Marazzi, M. (1982). La sociedad micénica. Ed. Akal/Universitaria. pp (205-215)


[1] La obra de Walter F. Otto sigue siendo referencia obligada para todo estudioso de la mitología griega. Otto nos muestra toda la multiplicidad paradójica de Dioniso, dios de la embriaguez divina, aliado de los muertos y maestro de los ritos de iniciación, que, como ningún otro dios, manifiesta la naturaleza en toda su complejidad sagrada, ambigua pero plena de sentido en todos sus procesos de transmutación.

[2] Otto también explora el culto a Dioniso en la antigua Grecia, incluyendo sus festivales y rituales. En particular, se centra en el culto dionisíaco de la tragedia, que se desarrolló en Atenas en el siglo V a.C. y se convirtió en una forma importante de expresión artística y religiosa.

[3]  Festividad anual que se celebra en Atenas en honor al dios Dioniso durante el mes de Anthesterion (febrero-marzo). Esta festividad tenía una gran importancia en la cultura griega y estaba relacionada con el culto al vino, a la fertilidad ya la muerte. Algunos historiadores considerando que las antesterias eran una celebración del comienzo de la primavera y del renacimiento de la naturaleza después del invierno, mientras que otros la ven como una festividad de culto a los antepasados ​​y la muerte, ya que se realizaron ceremonias funerarias y se honraba a los difuntos.

[4] El estudio de la religión micénica se basa en gran medida en la interpretación de los restos arqueológicos y las inscripciones encontradas en tablillas de arcilla en los palacios micénicos. Uno de los principales estudiosos de la religión micénica fue el historiador italiano Angelo Brelich. Brelich argumentó que la religión micénica era una forma de politeísmo, en la que los dioses estaban estrechamente relacionados con los ciclos agrícolas y las actividades económicas. Los dioses principales incluían a Zeus, Poseidón y Hera, Dioniso, así como a deidades femeninas como Deméter y Perséfone.

[5] En el periodo clásico, Dioniso, en su advocación de Yaco (Iacchos), se incorporó a los cultos de Eleusis, asociación favorecida no sólo por los mitos órficos, donde se le consideraba hijo de Perséfone y Zeus, sino también por su popularidad como dios del vino y la fertilidad.

[6] Algunas inscripciones en las tablillas de arcilla encontradas en los palacios micénicos hacen referencia a un dios llamado Diwonusos, que algunos estudiosos interpretan como una forma primitiva de Dioniso

[7] otros investigadores argumentan que Diwonusos podría haber sido una deidad completamente diferente y que la conexión con Dioniso es solo especulativa. Por lo tanto, aunque existe cierta evidencia que sugiere la presencia de Dioniso en la religión micénica, todavía se desconoce el alcance y la importancia de su culto en esta época.

[8] En Ilíada, Zeus le quita la vista a Licurgo, un castigo tradicional por impiedad, porque persiguió a las nodrizas de Dioniso; el escenario es el mítico monte Nisa en el Indo, y el dios es un niño que, aterrorizado ante el ataque de Licurgo, se sumerge en el mar donde lo acoge Tetis.

[9] Tetis es la única divinidad que lo ampara y este le obsequia con el ánfora de oro, obra de Hefesto, en la que más tarde se guardarán los restos de Aquiles.

[10] La asociación de Dioniso con el vino, según Otto, fue una evolución posterior que se produjo a medida que el vino se convirtió en una bebida cada vez más importante en la cultura griega. Otto argumenta que la conexión entre Dioniso y el vino se estableció durante el período arcaico de la historia griega, cuando las prácticas religiosas y el culto a los dioses comenzaron a evolucionar hacia formas más organizadas. En esta época, según Otto, se produjo un proceso de sincretismo en el que los dioses antiguos se fusionaron con nuevas deidades y cultos, y las prácticas religiosas se estandarizaron.

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Odiseo: ¡Presente!

En la Ilíada Odiseo aparece como un terrible guerrero (Canto X y XI) que en varias ocasiones convence a las tropas griegas para que no abandonen la llanura (Canto II, XIV). Se le presenta también como un hábil diplomático que, aunque fracasa en su primera tentativa de apaciguar a Aquiles (Canto IX), furioso contra Agamenón porque este le había arrebatado a su cautiva Briseida, logra finalmente llevar a buen puerto la negociación que devolverá a Aquiles al campo de batalla (Canto XIX); anteriormente Ulises había conseguido que Agamenón restituyera a la cautiva Criseida a su padre sacerdote de Apolo (Canto I).

Sin embargo, Odiseo queda definitivamente consagrado en la Odisea. Todo el relato se organiza en torno a el, «el hombre de los mil recursos» (Canto I): es el ausente que busca a su hijo (II, III, IV) antes de que su presencia le sitúe en el centro del relato; narra sus propias aventuras a Alcínoo (Canto V a XII) y el lector asiste a su regreso de Ítaca y a su venganza (Canto XIII a XXIII). En todas las circunstancias el héroe se muestra «magnánimo», fiel a sus amigos y a su familia, sagaz y valeroso.
Esta misma imagen es la que refleja la pieza de Sófocles Áyax, que opone a un Odiseo prudente y comedido a un Áyax atacado por una locura asesina y descontrolada. En la pieza de Sófocles Filoctetes, Odiseo, entregado en cuerpo y alma a la causa griega, consigue con su astucia habitual que el último compañero de Heracles les entregue el arco y las flechas necesarias para la victoria griega. Sófocles trató la muerte del héroe en Ulises herido, de la que sólo se han conservado algunos fragmentos. En esta obra, Telégono, el hijo que Odiseo había tenido con Circe (XII), llega a Ítaca y mata a su padre ignorando su identidad.
En el siglo IV a. C. Aristóteles pone la Odisea (Poética, VIII, XVII) como modelo de relato organizado en torno a un tema único: Ulises. Platón, sin embargo, la condena como ficción (La República, III). Los estoicos proponen a Odiseo como ejemplo de buena conducta: es «el héroe paciente» por excelencia. Virgilio se inspira en la invocación de los muertos que hace Odiseo (Odisea, XI) para escribir el canto VI de la Eneida, donde se desarrolla el descenso al Hades de Eneas. Horacio celebra la templanza de Ulises (Epístolas, 1,7) y Séneca su prudencia (Cartas a Lucilo, XX, 123). Los libros XIII y XIV de las Metamorfosis de Ovidio presentan al elocuente Ulises vencedor de Áyax, la rabia de Polifemo, engañado por el héroe y los maleficios de Circe.

Cuando leemos la Odisea, Odiseo es un ejemplo de la conexión directa que tenía con su alma. Exploró sus propias virtudes (inteligencia, paciencia, creatividad, intuición, aceptación, humildad, entre otras cualidades) a través de veinte años que duró su periplo hasta alcanzar su hogar. Muchos avatares, sufrimientos, pérdidas de seres queridos y compañeros de guerra, incluso se vio abandonado por los dioses a seguir escalando a través de los escombros de todos sus torcidos sueños hasta que aprendió a distinguir entre lo que decía su mente y lo que decía su corazón. Odiseo aprendió a controlar las propias emociones para poder percibir la comunicación interna entre el cuerpo y el alma. Durante su regreso a Ítaca (su hogar), para encontrarse de nuevo con su mujer e hijo, el desafío diario que estaba sometido era extremo, agotador, imposible de superar. Sin embargo, el héroe nunca se acomodó en el asiento negativo de la vida y combatió con mente, cuerpo y alma todos los obstáculos terrenales, incluso, llegando a dominar su propia naturaleza interna.

Odiseo creció espiritualmente, nunca se sintió víctima, ni tampoco culpó a los demás. Se levantaba con cada golpe que recibía. Cambió de actitud, bajando al Hades (al mundo del infierno) para invertir su brújula interna, buscando el lado positivo de las cosas y rompiendo todas las ataduras que le mantenía ligado al sentimiento de victimismo logró imponer su luz espiritual ante la sombra oscura y fatalista que le acechaba en cada momento. Tras salir del Hades, siguió su recorrido con pies firmes, pero, sobre todo, conectado con la Realidad, aprendiendo las lecciones en su camino con sabiduría. La evolución eterna de Ulises es un fiel reflejo de este viaje humano que tenemos que recorrer.

En los tiempos actuales de nuestra sociedad, las huellas de Odiseo, Homero y de los héroes mitológicos aún perviven con nosotros hilvanando todas las virtudes del mundo griego. La paciente Penélope se ha inmortalizado en el techo de San Jerónimo (Iglesia de la Concepción de Granada) reflejando sus virtudes (inteligente, paciente, fiel, refinada…) en la esposa del Gran Capitán, doña María Manrique. Precisamente, de alusiones mitológicas está llena la cubierta de la iglesia, todo un recorrido histórico-literario para recordarnos los valores del Renacimiento español. En la iglesia de San Jerónimo, al Gran Capitán se le representa como un hombre virtuoso y con un historial rico en hazañas y proezas, por eso se destacan ocho figuras que guardan una correspondencia directa con él: Homero, Escipión, Marco Tulio Cicerón, Julio César, Pompeyo, y Aníbal, entre otros. Homero va relatando las hazañas de estos ingentes hombres para que sus recuerdos pervivan para siempre. Concretamente, en la imagen de abajo, Homero representa una cosmovisión amplia, clara, armoniosa y espiritual, mostrando la luz de todo lo que existe y sucede.

También destacamos las figuras relacionadas con las virtudes de la duquesa doña María Manrique, que son cuatro de origen bíblico y otras cuatro de origen mitológico. Las bíblicas son Judit, Ester, Débora y Abigail, representando la Fortaleza, la Templanza, la Justicia y la Prudencia.

En cuanto a las figuras de origen mitológico, son Artemisia, Alcestis, Penélope y Hersilia,  con las que la duquesa se identificaría por su entrega a sus respectivos esposos: Artemisia por haber encargado el gran Mausoleo para su esposo Mausolo, Alcestis por haber ofrecido su vida para salvar la de su marido, aunque en el último momento fuera salvada por Hércules, Penélope por su paciencia y fidelidad esperando tantos años el regreso de Odiseo y Hersilia por su fecundidad al haber dado un heredero a Rómulo.

Los relieves nos señalan temas tan evocadores sobre la vida y la muerte, el hombre y dios, la libertad, el destino, todo bajo la tela del relato mítico, sin dogmas ni credos religiosos.

Son evidentes muchas analogías entre el mundo de Odiseo y el Gran Capitán. Ambos son héroes épicos que adquieren su gloria en el campo de batalla. Otra característica que comparten es que los dos están por encima de los demás seres humanos. Otra seña de identidad muy común es que ambos están unidos por un cordón espiritual inquebrantable, moviéndose entre lo divino y lo humano, buscando el amparo celestial para acometer sus respectivas empresas.

En definitiva, presentamos dos mundos donde el mito es perenne en ambos lados de la historia; el mundo de que hablamos es un mundo trascendente de la vida más allá de lo cotidiano, más allá de lo mundano. Ambos héroes son referentes para recuperar la fuerza del mito en el mundo presente desde un punto de vista espiritual. Hay que distinguir el Ser del Devenir, salir de este desorden mundial. Odiseo, el Gran Gran Capitán, grandes leyendas por sus grandes gestas, nos aportan fuerza interior y a explorar los recovecos internos de nuestro Ser. Son referentes para romper las barreras de nuestros mundos interiores.

VÍNCULOS ODISEO/GRAN CAPITAN:

  • Desintegración de sus egos.
  • Cosmovisión de la vida trascendental y espiritual.
  • La espada como símbolo de equilibrio, fuerza, justicia.
  • Búsqueda de la verdad.
  • Honor, patria, respeto hacia lo sagrado.

Referencias:

http://aracelirldeloleoalcincel.blogspot.com/2019/07/el-monasterio-jeronimo-de-granadala.html

https://viajarconelarte.blogspot.com/2015/09/la-iglesia-del-monasterio-jeronimo-de.html

Imágenes:

Por cortesía de Sagrario Malagón.

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La concepción del alma en el pensamiento homérico

El río Estigia (Imagen: Wikipedia)

El pensamiento homérico sobre el alma reflejaba la resignación y no el deseo del hombre, cuya existencia después de la muerte se reducía a vagar como un alma en pena, existiendo sin duda, pero carente de todo sentido.

 En los poemas de Homero, la concepción del alma después de la muerte es la de no descansar de los oleajes de la vida.

 Odiseo refleja en el célebre Canto XI de la Odisea el sufrimiento de Sísifo:

Vi de igual modo a Sísifo, el cual padecía duros trabajos, empujando con entrambas manos una enorme piedra. Forcejaba con los pies y las manos e iba conduciendo la piedra hacia la cumbre de un monte, pero, cuando ya le faltaba poco para doblarla, una fuerza poderosa hacía retroceder la insolente piedra que caía rodando a la llanura. Tornaba entonces a empujarla, haciendo fuerza, y el sudor le corría de los miembros y el polvo se levantaba sobre su cabeza.

También describe el tormento de Tántalo:

Vi a si mismo a Tántalo, el cual padecía crueles tormentos, de pie en un lago cuya agua le llegaba a la barba. Tenía sed y no conseguía tomar el agua y beber: cuantas veces se bajaba el anciano con la intención de beber, otras tantas desaparecían el agua absorbida por la tierra; la cual se mostraba negruzca en torno a sus pies y un dios la secaba. Encima de él colgaban las frutas de altos árboles (…) y cuando el viejo levantaba los brazos para cogerlas, el viento se las llevaba a las sombrías nubes.

Parece que el reino del Hades no ofrecía una luz de esperanza, aunque sea una llamita tenue y ligera. El Hades es el fin para el hombre, cerrando así cualquier vestigio de luz y esperanza.

La única vía de esperanza para eludir el lóbrego reino del Hades era que los dioses enviaran a los héroes a los Campos Elíseos, un lugar donde la luz es eterna, nunca hay nieve, ni largo invierno, ni vientos ni lluvias, acompañado de una paz inquebrantable y eterna.

Según la creencia más popular, un dios podía, de repente, sustraer a un mortal protegido suyo y llevárselo a la eternidad, bien sea a los Campos Elíseos o al Olimpo. De manera arbitraria en algunos casos y otras por parentesco directo con el dios, el mortal pasaría a ser inmortal.

En la Odisea (Canto IV) Proteo, que tenía el don de leer el porvenir, le profetisa a Menelao

Oh Menelao, alumno de Zeus, el hado no ordena que acabes la vida y cumplas tu destino en Argos, país fértil de corceles, sino que los inmortales te enviarán a los campos Elíseos, al extremo de la tierra, donde se halla el rubio Radamanto – allí se vive dichosamente, allí jamás hay nieve, ni invierno largo, ni lluvia, sino que el Océano manda siempre las brisas del Céfiro, de sonoro soplo, para dar a los hombres más frescuras ­-, porque siento Helena tu mujer, eres para los dioses el yerno de Zeus.

Entendemos que el alma de Menelao (Psique) no tenía que separarse de su cuerpo ni ser sepultada. Por lo tanto, los Campos Elíseos era un lugar inasequible para los demás mortales, solamente para algunos privilegiados: a Menelao le garantiza un lugar especial de bienaventuranza e inmortalidad. La inmortalidad de los dioses tenía además otros disfrutes como el néctar y la ambrosía. Así pues, el hombre que se alimentaba de estos divinos regalos se convertía en dios, en inmortal. En suma, Menelao fue transportado vivo a la eterna vida gozosa y plena de felicidad, a un lugar especial.

En la otra cara de la moneda nos encontramos a Aquiles hundido y desolado en el reino de las sombras en el Libro XI de la Odisea así lo narra:

No me consueles de la muerte, ilustre Ulises. Preferiría estar en la tierra y servir a un hombre pobre, sin muchos medios de vida, que ser el señor de todos los consumidos.

Por otro lado, en el ámbito religioso, los héroes de la epopeya homérica no están a la altura de los dioses. Es decir, en la época homérica no hay indicios de que se realizaran rituales en honor a Menelao o a Heracles para que fueran los intermediarios entre los dioses y los hombres, sino que pasarían a ser fuerzas divinas de pleno derecho que tenían un trato de culto propio, unos santuarios cargados de pomposidad en su lugar de origen, y, por supuesto, detrás un mito indeleble e inquebrantable. Era muy común que, casi siempre, cada héroe fuera conocido solamente en su territorio, excepto Heracles que traspasó fronteras. Curiosamente, el caso de Hércules es muy peculiar porque Odiseo lo ve en el Hades de la siguiente manera:

Vi después al fornido Hércules o, por mejor decir, su imagen; pues él está con los inmortales dioses, se deleita en sus banquetes, y tiene por esposa a Hebe, la de los pies hermosos, hija de Zeus y de Juno, la de las áureas sandalias.

Odiseo se refiere a la “imagen” de Hércules como un término llamado “eidolon”. Heracles, cuyo eidôlon fue visto por Ulises en los infiernos, vivía al mismo tiempo entre los dioses inmortales.

Nos referimos con eidôlon a una imagen con idéntico aspecto al de una persona, pero que no siempre está relacionado con el alma de un difunto, ya que también se menciona dicho término para moldear el doble de una persona. Un ejemplo de esta peculiaridad característica la observamos cuando Apolo aleja a Eneas del templo para que fuera curado de sus heridas tras su lucha con Diomedes: y fabricó un eidôlon a imagen y semejanza de Eneas (Ilíada, V).

En definitiva, las descripciones del eidôlon sugieren que los griegos creían que el alma del muerto tenía también la apariencia del ser vivo y describían las acciones físicas de las almas de los muertos de dos formas contradictorias: por un lado, pensaban que las almas de los muertos se movían y hablaban como un ser vivo; y, por otro lado, que las almas de los muertos no podían hablar o moverse y en su lugar chillaban y revoleteaban de un lado a otro.  Por lo tanto, podemos expresar que la representación material del alma es el eidôlon, el doble de la persona.

Bibliografía:

Bremmer, J. N. «El concepto del alma en la antigua Grecia». Ediciones Siruela (2012).

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«Odiseicas»

La escritora sevillana Carmen Estrada publica el libro ‘Odiseicas’, una lectura del clásico con perspectiva de género.

¿Pudo el poema épico de la ‘Odisea’ ser escrito por una mujer?

Si La odisea fue escrita por una mujer, nunca lo sabremos. De la misma manera que no es posible afirmar categóricamente que la compusiera un hombre, si bien la tradición histórica y académica sobre la condición varonil de Homero, sea este un solo poeta o una sucesión de ellos, es abrumadoramente dominante.

En cualquier caso, especular y volver a leer el poema épico griego con una mirada desprejuiciada es un buen ejercicio para descubrir matices nuevos en su trama y personajes. Esa es la propuesta de Carmen Estrada (1947, Sevilla) en Odiseicas (Seix Barral, 2021), a través de una aproximación contemporánea a la epopeya escrita en el siglo VIII a. C. y atribuida al poeta Homero. Y lo hace a partir de los personajes femeninos, humanos o no, que pueblan sus cantos: Penélope, Helena, Atenea, Arete, Circe, Nausícaa, Calipso, Euriclea…

«Cuando nos acercamos al libro en una primera lectura, es tan fuerte el constructo que tenemos de esos personajes, que tendemos a ver los estereotipos que de ellos ha ido creando la tradición. De hecho, en mi caso, ha sido al traducir el libro cuando he descubierto aspectos de esas figuras que en otros tiempos me pasaron desapercibidos. Y esa es la intención de Odiseicas: que las personas que la lean por primera vez, o se vuelvan a acercar a La odisea, lo hagan sin prejuicios heredados», comparte Carmen Estrada con 20minutos.

Una lectura de género que lleva a la autora a preguntarse -y no es la primera, otros como Samuel Butler ya formularon la posibilidad– si, quizá, «La odisea pudo ser escrita por una mujer».

Más allá de los arquetipos

La odisea narra a lo largo de 24 cantos (las partes en que fue dividida mucho más tarde por los sabios de Alejandría) el regreso de Odiseo, esto es, Ulises, a Ítaca tras la guerra de Troya.

En ese viaje del héroe, las mujeres, claves en su avance o retroceso del periplo, son complejas y están muy lejos de poder ser reducidas a un mero arquetipo, pues todas, en algún momento de la obra, desafían el orden establecido. «Por ejemplo, Circe y Calipso viven solas, son independientes, autónomas. Eso era impensable en su época. Porque una mujer no era entonces un sujeto jurídico y se veía obligada a depender de un hombre para tener un valor social. Eran mujeres tan insólitas que la tradición posterior les atribuye hijos, cuando en La odisea no los tienen», cuenta la autora.

Penélope: la que maneja

Si en La ilíada, anterior epopeya también atribuida a Homero, la guerra está en el centro, en la Odisea cobra especial protagonismo el oikos, término equivalente a ‘casa’, pero que también engloba la familia, la hacienda y las propiedades. «Es un ambiente en el que las mujeres están viviendo, entre comillas, en igualdad de condiciones con el hombre», opina Estrada. 

«La situación de Penélope, mujer de Odiseo, es particularmente anómala. No depende de su padre porque es una mujer casada, pero tampoco del marido porque no está. Pronto empezará a depender del hijo, Telémaco, pues no le queda mucho para ser mayor de edad. Ella realmente es una mujer muy libre», explica. 

Y añade: «El rechazo de los pretendientes puede ser porque añora a Odiseo, pero también porque ama esa libertad que le aporta la situación insólita que vive. Es interesante ver cómo es capaz de manejar a los aspirantes. Más allá del famoso ardid del telar, a veces les da esperanzas a unos o a otros. Esa es la manera de protegerse del grupo: tener siempre a alguno como aliado que le pueda contar lo que están tramando contra ella. Es muestra de una gran habilidad y una gran valentía». 

«Maneja la situación. De ellos obtiene regalos, en un momento dado, para compensar el saqueo que sufre la casa. Consigue así aumentar la hacienda como lo hubiera hecho Odiseo si no se hubiera marchado a Troya».

Helena: astuta y con amigas

En la Helena que describe La iIíada se encuentra, quizá, el origen de ese vínculo entre la belleza y la culpa asociado tradicionalmente a las mujeres, pues cuando Paris queda prendado de ella y la rapta para llevársela a Troya, su marido Menelao declara la guerra. «En La odisea esta imagen es subvertida», afirma Estrada. 

«No se hace mención a esa belleza. Es mostrada como una mujer sabia, que ha viajado. Es la única viajera de La odisea. Ha estado en Troya y en Egipto, ciudades de gran prestigio y rica cultura. Mientras en ese periplo su marido se ha hecho rico, ella ha aprendido a manejar las hierbas y a modificar con ellas el ánimo de las personas. Ha hecho amigas que le hacen obsequios y a su vez ofrece presentes a Penélope y a la futura esposa de Telémaco. Un par de anécdotas nos permiten apreciar cómo se mide en astucia con Odiseo: el héroe está disfrazado y ella lo descubre. Y cuando está encerrado en el caballo, se da cuenta de la treta».

Calipso, Circe y Nausícaa: sujetos deseantes

En La odisea, las mujeres no son objetos de deseo. Reivindican, cada una a su manera, sus impulsos sexuales. La princesa Nausícaa, uno de los ejemplos más ilustrativos, se insinúa al apuesto Ulises, sin esperar que sea el varón quien se acerque. «Después de que la diosa Atenea lo ha dejado especialmente atractivo tras el baño, Nausícaa se queda encantada al verlo. Al declararle su amor, la joven personifica una clara inversión de papeles», opina la autora.

También en la demanda de Calipso hay un desafío a la norma. «Se queja de que a las diosas no se les permite tener amantes humanos, cuando los dioses varones sí disponen de ese privilegio. Pero al mismo tiempo descubrimos un lado oscuro, pues hace de Odiseo su esclavo sexual. Al principio a él le gustó, pero luego quiso marcharse y ella no le dejó. Es algo inusitado», afirma Estrada.

Circe, por su parte, ha pasado a la historia como la personificación de la mujer malvada. Sin embargo, aclara la autora, «en el libro aparecen solo veintitrés versos sobre esa Circe maléfica que administra un filtro que transforma a los hombres en cerdos. En los restantes -324- aparece retratada como benefactora que, más allá de las relaciones sexuales que mantiene con Odiseo, ejerce de consejera. Circe es magnánima, poderosa y clarividente».

Una revelación le aguarda en las páginas inagotables de La odiseaestán esperando su visita mujeres mortales o inmortales, pero todas eternas y fascinantes. Las ha convocado Carmen Estrada en sus Odiseicas.

Fuente original: 20minutos

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El ateísmo en la antigua Grecia

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Acrópolis

La religión griega es un tema con el que estamos obligados a pensar no sólo en la religión, sino también en la política, la antropología, la historia, la moral y la ética, pero no cabe la menor duda que la propia religión era el principal motor que movía la sociedad griega.

Para el griego, la religión era una experiencia más que un dogma, es decir, una forma de vida intrínseca que empezaba justo cuando el individuo nacía y terminaba cuando moría. Por ejemplo, en la religión minoica el culto religioso estaba relacionado con la fertilidad humana y el ciclo de las estaciones. Asimismo, sus orígenes también estaban vinculados a ceremonias funerarias como bien atestiguan los restos arqueológicos.

 Todo este proceso conllevaba a que brotara una conciencia individual religiosa de manera natural, y esa experiencia misma no se podía describir si no era a través del lenguaje ritual, el lenguaje mítico y el lenguaje conceptual, que eran, a la vez, su canal de expresión.  

Como bien sabemos, la civilización griega no conocía conceptos como iglesia o dogma alguno, y, en consecuencia, las conductas religiosas, la piedad o la impiedad no tenían ese carácter definido que pueden tener hoy día las religiones monoteístas. Partiendo de dicha base, ¿podemos imaginar cómo era la vida de un “ateo” en la Grecia a través de toda su historia?

Si hubiese ciertos rasgos de “ateísmo” en la época griega sería muy diferente al de hoy, así que partimos de la idea que el ateísmo griego no es nuestro ateísmo.

El ateísmo antiguo tendría dos enfoques:

  • No dogmático.
  • Indiferencia a la cuestión religiosa (politeísta) de la Polis, es decir, de la ciudad-estado.

Desde los tiempos remotos, la matriz de la religión griega se inició con los santuarios situados en cuevas, como es el caso del Monte Ida, la primera cueva sagrada, en el periodo micénico. Después, pasaría al culto doméstico privado, erigiendo en cada hogar un pequeño santuario, sustentado por unas creencias innatas que fueron heredadas por transmisión oral de padres a hijos. A partir de ahí, sería el prototipo de unidad familiar la que después invitaría a participar a su comunidad en el culto doméstico y a expandir unas creencias acogiendo una deidad como protectora del hogar, de la comunidad y de la ciudad, de manera gradual. Lógicamente, no todo el mundo participaría en su comunidad y declinaría los favores de los dioses, así que el ateísmo sería también un tema estrictamente privado y su conducta privada no preocuparía en absoluto a los poderes públicos que sí tenían una vinculación más estrecha con la religión y con sus tradiciones ancestrales. Es importante destacar que hay que considerar que la religión era principalmente una materia fuertemente vinculada a la tradición. Por ejemplo, los micénicos tenían pautas y concepciones muy afines a los griegos posteriores sobre cómo relacionarse con los dioses. Luego, más tarde, Homero y Hesíodo detallaron en sus obras cómo las fuerzas divinas influenciaban las acciones humanas y cómo evitaría graves castigos a aquellos que les ofendieran. Por esta razón, era sumamente importante eludir la ira de los dioses, no transgrediendo la naturaleza y no vulnerando las leyes del universo. Por eso, era imprescindible llevar los rituales de manera concienzuda.

En suma, si analizamos las civilizaciones griegas a través de sus periodos, el vivir y el sentir del individuo es ya de por sí un suceso religioso continuado, como el trabajar, tomar el alimento, realizar deporte o ir a la guerra. Por consiguiente, sus actos poseían un valor religioso sagrado. Es decir, el hombre se hacía religioso y honraba cada acto como un elemento fundamental y sagrado de su vida. Toda manifestación de lo sagrado era importante para el hombre. Sólo hay que citar los misterios de Eleusis que pervivieron durante dos mil años. También, un elemento básico pero sagrado era el núcleo familiar donde la felicidad conyugal y la armonía de la familia era fundamental para el bienestar de la sociedad. Así, Hestia, diosa del hogar y del fuego, protegía los altares de cada hogar y por analogía también las polis. La última finalidad era que en cada rincón de la tierra y del universo ardiera un fuego sagrado místico que daba vida a toda la naturaleza.

Indudablemente, la religiosidad griega conectaba, de manera inseparable, con el mito. Pero, los mitos se bifurcaban en dos tipos diferenciados: por un lado, aquellos mitos de connotaciones exotéricas que trataban de explicar las circunstancias del entorno cultural de la sociedad y que serían conocidos por todos a través del calendario litúrgico; mientras que, por otro lado, los mitos esotéricos eran aquellos que reportaban un carácter sagrado y donde el individuo pasaba unas pruebas de carácter iniciático y ritual, como es el ejemplo de los doce trabajos de Heracles. Sin embargo, ambas concepciones conllevan a un acto religioso de respeto hacia la naturaleza, las leyes, la ética, la educación, lo que los griegos llamaban paideía, es decir, la formación íntegra del individuo para ejercer sus deberes cívicos dentro del campo de la filosofía, la ciencia, las humanidades y la política. La religión era, sin ninguna duda, el basamento que sostenía la integridad de todos esos saberes del hombre siendo la virtud el último fin.

El término “ateo”, desde el punto de vista social y político, era aquel que de algún modo hacía temblar los pilares de la sociedad y que rechazaba el sistema religioso de las polis, pues podía perturbar la paz pública al no reconocer los dioses que honraba la ciudad o el estado, como pudo ser el caso de Sócrates. La historia de Sócrates es conocida: le obligaron a beber cicuta por no reconocer los dioses de la Polis, aunque hay ciertas teorías que indican que fue por razones políticas más que religiosas.

La sociedad griega no era atea, pero esto no quería decir que hubiera personas que tuvieran un planteamiento “no creyente” y que se resistían a creer en un poder divino. Pero estos caracteres de indiferencia o de resistencia eran un rasgo muy común a lo largo de la historia y que puso en liza varios debates en torno a la impiedad, a la inmoralidad o a desestabilizar la armonía de las polis. De hecho, si repasamos los autores más brillantes de Grecia para ver sus planteamientos religiosos destacamos el ejemplo de Platón: su vida giró en la búsqueda de la Verdad, inmutable, eterna y absoluta, en la que creyó siempre y con constancia, bajo la influencia de Sócrates. Platón expone en sus Leyes (Libro X) su famoso programa de castigo al ateísmo y a la herejía. Por ejemplo, si alguien expresara abiertamente que el universo es producto de la agitación de elementos corpóreos carentes de inteligencia era ateísmo. O bien decir que los dioses eran indiferentes con respecto al hombre iba en contra de las bases religiosas más importantes del pensamiento griego. La base griega era inconcebible una separación hombre-dios y hombre-naturaleza. Platón advertía que, antes de perseguir a alguien bajo la acusación de impío, era fundamental determinar «si el delito lo cometió por convicción o sólo por pueril ligereza». Depende del grado de acusación se podía condenar al ostracismo, ir a la cárcel o, por último, la pena de muerte.

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ZEUS

Platón quería dejar claro que el hombre debía vivir su vida con el dominio de la razón y bajo un arquetipo ideal de vida, pues se intentaba reconocer también que en el Cosmos había un Orden, unas directrices divinas donde operaba el auténtico Espíritu. Por eso, el ateísmo quedaba totalmente rechazado y el orden del mundo se atribuía a la Razón divina que ordenaba el cosmos y que a su vez debía reflejarse en la Polis conforme al plan divino. En suma, El hombre era artífice de la Gran Obra, el arquitecto de ese modelo que había de plasmarse sobre la tierra.

En la otra cara de la moneda, tenemos un ejemplo claro y conciso de rebeldía religiosa. Jenófanes de Colofón (nacido entre el 580 a. C. y el 570 a. C. – muerto entre el 475 a. C. y el 466 a. C) criticó a los dioses antropomórfico como un invento humano que corrompía a la sociedad, pero según que versiones sus doctrinas tenían una base panteísta.

Como panteísta entendemos a:

  • Dios es idéntico a todas las cosas. Dios es el mundo.
  • Todo es divino.
  • Está identificado con el mundo.
  • El universo entero, la naturaleza y Dios son lo mismo: Esto significa que todo es de una sola esencia: Dios, el universo, la materia, las personas, etc.

Sin embargo, otros autores señalan a Jenófanes como politeísta, aunque priorizaba una “divinidad” por encima de las demás de naturaleza incorpórea (de ahí su feroz ataque al antropomorfismo de Homero y Hesíodo).

Jenófanes subraya la expresión “el más grande entre los dioses y los mortales”, que éste utiliza refiriéndose al dios central de su cosmovisión (Zeus), deja claramente abierta la existencia de más dioses, pues el poeta y filósofo griego aclara que en el término que utiliza,  a esos “dioses” no les otorga forma (ni antropológica ni animal), por lo cual hay que pensar en esos dioses como fuerzas sutiles que forman parte del entramado suprasensible cósmico y lo articulan y lo armonizan, y no en dioses exotéricos como el vulgo así lo percibía.

Así, por lo tanto, se podía ubicar a Jenófanes como un filósofo metafísico (y no como un teólogo) de su época.

Para aclarar el crisol de términos relacionados con la metafísica griega de índole indoeuropeísta, Eduard Alcántara expresa que:

el Ser Supremo Incondicionado se manifiesta, primeramente, a través de fuerzas o numens que en momentos dados (en épocas y tradiciones diferentes) fueron caracterizados  –en modo mayoritario- de manera antropomórfica. Así el hombre empezó a hablar de dioses y de esta manera no sucedió que el vulgo devoto cayera en el olvido del hecho de la existencia de la Trascendencia, pues el Conocimiento del Ser Supremo y la Identificación con el mismo sólo están al alcance de unos pocos que ostentan una aptitud o unos impulsos proclives a la transformación real interior, pero la mayoría hubiera dado, por completo, la espalda a lo Espiritual si no se le hubiera hecho más fácil de ´entender´ y ´contemplar´ lo Trascendente gracias a la existencia de divinidades con forma; formas que se diferenciarán para cada etnia y/o cultura con el fin de que se adaptaran mejor a sus respectivos  parámetros existenciales, a sus sensibilidades y a sus idiosincrasias.

En síntesis, hay que considerar el Principio Supremo como origen de todo el Cosmos y sin condicionamiento de ningún tipo (p.ej., de forma antropomórfica) siendo las fuerzas sutiles (que de él derivan) una característica propia del mundo manifestado y trascender hacia una visión metafísica-esotérica que está muy lejana de aquella visión exotérica-religiosa acaecida desde el punto de vista del vulgo.

Hay otros autores que propagaron el monoteísmo de Jenófanes, pero en mi opinión personal está fuera de lugar. El monoteísmo (ligado después al ateísmo) surgiría con el cristianismo y con las religiones monoteístas (judía, cristiana e islámica).

El monoteísmo, sin ningún tipo de vacilaciones. no estaba asentado, ni mucho menos, en la cultura popular del pensamiento griego. Es cierto que hay pensadores relevantes como Jenófanes que postulaba un dios moral, único y todopoderoso, una fuerza unificadora, formador del mundo, pero que defendía a su vez la diversidad dentro de la unidad, pues Jenófanes cita a Dios como “el más grande entre los dioses y los mortales”.

Puede que haya referencias literarias o filosóficas de la idea de un solo Dios, pero es una referencia general como unidad, denominada Theo (Dios) sin indicar un nombre concreto (Zeus, Poseidón, etc.)

Por otra parte, hay que matizar que los griegos no se definieron a sí mismo como politeístas. La palabra politeísta la inventó Filón de Alejandría, filósofo cuya religión de origen fue judía. Una religión politeísta se caracteriza por la pluralidad de fuerzas divinas y de cultos. La diversidad de dioses no era contradictoria con la idea de unidad de lo divino.

En el siglo VI a.C. se produce la transición del mito al Logos, es decir, el paso del pensamiento mítico al racional. Destacamos al panteísta Tales de Mileto (624 a. C.- c. 546 a. C, aproximadamente), que atribuía “alma” a todo lo que pertenecía al Cosmos (minerales, vegetales, animales, personas), siendo para él “lo que anima”, lo que es causa del movimiento. Así surgiría la filosofía, el debate y la crítica.

Los atomistas como Demócrito (S. V-IV a. C.) intentaron explicar el mundo de una manera puramente materialista, sin referencia a lo místico o espiritual. Entre otros filósofos presocráticos que probablemente tenían opiniones ateas se incluyen a Pródico de Ceos y Protágoras. Protágoras de Abdera (485 a. C.- c. 411 a. C) fue el primero que se llamó sofista y fue acusado de ateísmo y tuvo que abandonar Atenas. El propio Protágoras declaró: de los dioses no puedo saber si existen, ni qué forma tienen. En efecto, son muchas las dificultades que obstaculizan tal conocimiento, como la imposibilidad de recurrir a la experiencia sensible, y la brevedad de la vida.

Diágoras de Melos,  también filósofo sofista  griego del siglo V a.C, se llevó de hecho la mala fama del primer “ateo” en la Grecia clásica, y es citado como tal por Cicerón en su De Natura Deorum.

El atomista y materialista Epicuro (341-270 a.C.) disputó muchas doctrinas religiosas, incluyendo la existencia de un más allá o una deidad personal; consideró el alma puramente material y mortal. Aunque el epicureísmo no haya descartado la existencia de dioses, él creía que, si existieran, ellos estaban despreocupados con la humanidad. Pero Platón en su libro Leyes argumenta muy bien sobre estas cuestiones y respondía con maestría estos pensamientos que causaban malestar en la sociedad.

Conforme la sociedad griega asentaba nuevos ramales filosóficos, destacaría a Carnéades de Cirene, que dirigió la Academia de Platón en el siglo II a.C., y que consideraba «la creencia en dioses como algo ilógico». El filósofo formuló contra la prueba teleológica de la existencia de Dios, inclinándose como un escéptico pues postuló que era imposible un conocimiento auténtico, sino una probabilidad.

Destacaría, sin lugar a dudar, el ejemplo de la importancia del tejido religioso en la antigua Grecia en la organización en torno al culto de Eleusis, como motor político que impulsaba el ideario griego.

La profanación de este culto supondría un delito de asebeia (impiedad) porque más allá del terreno religioso sus tentáculos se extendían a la esfera política y social.

La religiosidad en torno a Eleusis daba, principalmente, mucha importancia a la ritualidad y a la práctica religiosa. Había un profundo respeto hacia los misterios de Eleusis y transgredir sus tradiciones suponía romper con los moldes socio-político de la sociedad.

Es bien conocido que Esquilo (525 a.C.- 456 a.C.) fue juzgado por haber revelado los secretos de los Misterios de Eleusis en una de sus obras. Cabe destacar, que su defensa se fundamentó en una falta de intencionalidad, debido a su ignorancia sobre el rito.  Fue finalmente absuelto precisamente por declararse ignorante.

Básicamente había que preservar los valores cívicos de la comunidad entre los ciudadanos de las polis. Si se vulneraba dichos valores, el individuo le daba la espalda a la sociedad, y el poder político podía tomar las medidas pertinentes, desde el destierro hasta la pena de muerte. Por lo tanto, poder político y poder religioso era el mismo corpus, pues las magistraturas políticas ejercían poder en el campo religioso, teniendo como fin la defensa de las tradiciones religiosas y el respeto al estado social. El aviso principal para el ciudadano era claro y conciso: se desgranaba los valores éticos y morales de la comunidad con una misma creencia. En otras palabras, si un ciudadano vulnerase los valores o cualquier actividad relacionada con el rito, sería castigado, siendo el tipo de delito la asebia, en sus diferentes grados y acepciones.

Los motivos de asebia eran muy heterogéneos, pues no sólo se refería a romper una estatua o profanar un templo, sino que también se utilizaba el término para acusar a un ciudadano por no creer en los dioses, o que enseñaban otras áreas del conocimiento fuera de los parámetros dictados por las polis, como por ejemplo el caso de Sócrates, donde Meleto (poeta trágico del siglo V a.C.) le acusó por investigar sobre las cosas del subsuelo así como las cosas celestes. Meleto creía que Sócrates incurría en delito y traspasaba las líneas marcadas por la sociedad ateniense. (Plutarco. Ap.19b)

Sin embargo, existen casos en la segunda mitad del s. V a.C. como el caso de Diágoras de Melos (465- 410 a.C.), también conocido como el ateo, según Diodoro Sículo fue acusado por profanar los Misterios y condenado a muerte en Atenas, aunque murió en el exilio.

En suma, y sin entrar en profundidad, el pensamiento ateniense preservaba el mundo religioso, cuyo canal de transmisión más poderoso era la política y que, junto a la Tradición,  formaban un triángulo equilátero en pro de la comunidad. Así, se evitaría que la comunidad entrase en una crisis o cuestionara los conceptos del bien, la justicia, la verdad, etc. que fue, precisamente, lo que Sócrates quiso discutir a la política ateniense. Pero, la historia griega está llena de grietas, y ya en la segunda mitad del siglo V a. C. fue una época agitada donde las convulsiones sociales y políticas estaban al orden del día con temas relacionados con las creencias de fe, conspiraciones políticas, desprecio a los valores, etc. Sólo hay que analizar los acontecimientos tras la cruenta y devastadora Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.), como las polis pertenecientes a la Liga de Delos comandada por Atenas perdieron su esplendor y hegemonía y cayeron en un gobierno oligárquico mucho más sangriento: el gobierno de los Treinta Tiranos. Bajo este gobierno, destacamos a Critias (discípulo de Sócrates y pariente de Platón) y un ateo declarante que solidificó un sistema antidemocrático. Probablemente, durante este periodo la brújula religiosa oscilaba entra una nueva reforma social política y la confusión. Más adelante, con la entrada en el poder de Alejandro Magno (S. IV a. C.) el núcleo religioso se diseminaría con otros movimientos religiosos y finalizaría con la entrada de la primera globalización del mundo occidental. Cabe destacar que durante el periodo helenístico se iría modificando la vida helénica hacia una nueva apertura al influjo oriental y a un confuso y desorientado sincretismo que sepultó al modelo tradicional griego pasando definitivamente a la conquista romana, testimoniando con ello una pérdida del sentimiento religioso griego, el cierre definitivo de una etapa y el comienzo de otra religión apartada de la ciudad y los lazos políticos.

Con este nuevo panorama, el hombre, en general, se planteó otros horizontes religiosos, otra perspectiva a su existencia y, no menos importante, encontrar su lugar en el mundo. Indudablemente con otro rumbo a lo desconocido la percepción del hombre comenzaría con otros planteamientos éticos-religiosos bajo un marco globalizado y cosmopolita donde la metafísica, por ejemplo, se había enterrado para preocuparse del problema de la conducta humana. Con la muerte de Alejandro Magno, la sociedad griega entró en diferentes estadios de inseguridad e incertidumbre a pesar de que surgieron dos escuelas notables como el estoicismo y el epicurismo. Con el epicureísmo, por ejemplo, se daba solución, precisamente, al problema de la felicidad. Los epicúreos anhelaban la paz consigo mismos desarrollando un método que huía de la tristeza, la melancolía, la angustia y las preocupaciones diarias que llegaban a apesadumbrar al ser humano en este periodo. Con el estoicismo, destacamos a Epicteto (50-135 d. C.) que expresó «A propósito de la religión para con los dioses, sábete que lo principal es tener respecto a ellos opiniones justas: se ha de considerar que existen y que lo gobiernan todo según el orden y la justicia, y además hay que rendírseles con obediencia y someterse a ellos en todos los sucesos, aceptando de buen grado cuanto ocurra, puesto que representa el cumplimiento de los más elevados designios.» Epicteto condenaba el ateísmo y la negación de la divina Providencia.

Con la caída de los valores tradicionales griegos, Atenas y Esparta irían perdiendo poder y solemnidad religiosa, y el espíritu de antaño terminaría su ciclo de existencia dando paso un flujo de corrientes individualistas que rechazaban la religión olímpica, aunque, es cierto, que seguía manteniéndose cultos importantes como lo fue Eleusis. Pero, concretamente, Eleusis tuvo que competir con otros estándares de creencias como fue la de Isis, Serapis, Attis, por mencionar algunos ejemplos. De Serapis se puede destacar que representaba ese nuevo sentimiento religioso, uniendo la cultura greco-egipcia bajo el mandato de Ptolomeo I, vinculando con ello Grecia y Egipto. Así, Eleusis pasaría a ser un culto mistérico subterráneo, de segunda clase. De este modo, y de manera gradual y paulatina, la clase social más representativa (media-baja) les faltó un basamento seguro y sereno para su vivir cotidiano. Al no encontrar un refugio espiritual ni tampoco poder alcanzar el entendimiento de una filosofía elevada como la de Platón (la escuela de Platón continuó la obra filosófica y la Academia sobrevivió hasta el siglo I a. C) o la de Zenón de Citio, fundador del estoicismo, buscaban apoyo en otras creencias religiosas que les garantizaban una promesa de mejor vida después de la muerte, aunque para muchos le surgiera nuevos temores: el temor al más allá, la angustia del juicio tras la muerte, entre otras inquietudes y zozobras.

A través de este texto, se ha comprobado que desde la antigua Grecia, desde un enfoque espiritual-metafísico, el hombre a través de los diferentes periodos entraría en un proceso de decadencia, pues, básicamente, había abandonado la experiencia directa y sublime de lo Trascendente para sustituirla por otros métodos más caviloso y racional-científico creado por la mente humana, encontrándose ésta en otro plano diferente al del espíritu. La iniciación, como vía elevada, habría quedado anulada en la postrimería cercana al periodo romano y nunca pudo mantener el Ser como lo Eterno y Trascendente. Así, los misterios dionisiacos, apolíneos, eleusinos fueron apagando su fuego eterno para pasar a otra realidad más mundana y terrenal, la filosofía discursiva y especulativa y canalizar mentalmente la idea de ateísmo, pecado y sufrimiento.

Fuentes:

Bruit Zaidman L. “La religión griega en la polis de la época clásica”. Editorial AKAL (2002)

Fernández Monterrubio, M. “Testimonios de divinidades no griegas en las inscripciones micénicas”. Departamento de Ciencias de la Antigüedad y de la Edad Media Universidad Autónoma de Barcelona. (2014)

Eliade, M.  “Historia de las creencias y las ideas religiosas: de la Edad de Piedra a los Misterios de Eleusis” Vol. I. Editorial PAIDOS.

Ríos, E.J. “La naturaleza del mito más allá de la mitología griega”. Vol I. Semper Eadem Ediciones.

Copleston, F. “Historia de la filosofía”. Tomo I. Editorial Ariel.

Abbagnano, A. “Historia de la filosofía” Vol 1. Hora S.A. (1994)

DICCIONARIO AKAL DE FILOSOFÍA

Fuentes/Internet:

La concepción panteísta. Recuperado de: http://www.armandfbaker.com/book/chapter_1.pdf

Sobre Jenófanes. Recuperado de: https://www.uv.es/~japastor/jenofa.htm

Tradición y metafísica. Recuperado de: https://septentrionis.wordpress.com/2015/07/18/numen-numina/


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Breve introducción a la doctrina del emanacionismo en la mitología griega

La mitología griega tiene una doble cara: por un lado, detalla el relato tradicional y arcaico del origen de los dioses, del universo, del hombre y de qué manera interactúan entre sí. Son relatos que provienen de un periodo remoto y que han ido creciendo sobre una base “mítica”; por otro lado, la otra cara (desconocida y alejada de nuestra actual sociedad) es la interpretación de la carga simbólica de acuerdo con sus orígenes y el lenguaje derivado del mismo y que permite una lectura y reflexión desde un punto de vista tradicional e indoeuropeo. Sin embargo, ambas caras coinciden en que la mitología viene de tiempos remotos, legendarios y es aceptada y transmitida de generación en generación. No son, pues, relatos inventados o de modas fugaces. De hecho, la tradición mítica detalla los aspectos más importantes de la vida de una raza y de cómo se produjeron los hechos más determinantes, lo que le hace tener un sello de autenticidad, como por ejemplo los seres primigenios que dieron lugar al mundo y los dioses que intervinieron en el orden de las cosas y, lógicamente, de la vida humana. No tenemos que olvidar tampoco a los héroes que nos marcan el camino y nos enseñan de qué manera se relacionan con los dioses. En suma, la identidad de un pueblo nos explica (por medio de la narración mítica) por qué sucedieron estos procesos originales.

Ulises atado al mástil de su barco tratando de vencer la atracción de las sirenas. Cuadro de Leon Belly Las sirenas (Museo de l’Hotel Sandelin, Saint Omer, Francia).

En el horizonte (pero no tan lejanos como pensamos) el mito, los dioses y los héroes van trazando los fundamentos de nuestros orígenes; asimismo, explican y detallan las causas de las cosas desvelando los orígenes sacros de la emanación y los sucesos que han dejado huella en nuestro mundo que, lamentablemente, están ahora apagados, mudos, aletargados, donde el hombre, sin sensibilidad a lo sagrado, le ha dado la espalda a la chispa divina de nuestros orígenes.

Cabe destacar que es un rasgo muy distintivo que la base de las fuerzas naturales en formas próximas a lo humano sea de tipo antropomórfico, pero ¿el antropomorfismo de los dioses es una de las características más distintivas del origen de la mitología?

Si repasamos los orígenes de la mitología griega, éstos nos ofrecen una explicación minuciosa del universo animado por fuerzas sutiles y figuras de rostros humanos. Sin embargo, el eslabón principal sobre el origen y estructura ontológica del mundo griego es la del emanacionismo. Esto quiere decir que todo aquello que existe no es sino una emanación que procede de una unidad primordial, lo que Plotino denominó “lo uno”. Después de lo Uno y, siguiendo con la visión griega, es la Inteligencia o Nous (también se le nombra como espíritu, intuición), lo que sería el mundo platónico de las Ideas. Estos rasgos se observan en el mundo indoeuropeo de la Tradición que explica el sentido sacro sobre el mundo ordenado bajo las leyes del cosmos.

Algunas de las características más representativas del emanacionismo son:

  • Lo Uno no mengua y no se ve afectado por la emanación.
  • Lo Uno Está ajeno al tiempo.
  • Lo Uno está por encima de toda multiplicidad.

Por otra parte, el término Nous está ligado a Zeus como la mente suprema, pensante, observadora, reflexiva y meditativa.

Las características más representativas del Nous son:

Ø Es eterno y atemporal.

Ø No tiene ni pasado ni futuro, sino que lo ve todo en un eterno presente.

Ø Es alma del mundo: incorpórea e indivisible.

Ø Constituye el puente entre el mundo suprasensible y el mundo de los sentidos.

Ø Está orientada hacia arriba pero también hacia abajo, hacia el mundo de la naturaleza. (Lo que es arriba es abajo).

Ø Está fuera del mundo sensorial.

Para Platón, el Nous es la parte más elevada del alma, que permite el conocimiento directo, la intuición de la Ideas; es el acto primero del Bien, la visión inteligible vuelta sobre sí misma, la visión del principio, de lo Uno.

Plotino considera al Nous (la mente divina, el Logos, la razón) como un principio casi absoluto y como la primera emanación del Uno.

En Homero, el Nous se relaciona con una forma de inteligencia divina. En la Ilíada, “el Nous de Zeus es siempre más poderoso que el de los hombres” (XVI, 688).

Aunque en la Odisea, Homero puntualiza que el Nous también es exclusivo del ser inteligente, de aquel que se guía interiormente, a través de la intuición. El ejemplo que se puede citar es cuando Circe desea hechizar a Odiseo con un brebaje para convertirle, al igual que a sus compañeros, en cerdos. Pero el astuto Ulises tomó un antídoto gracias a la ayuda de Hermes y Circe, con gran asombro, exclamó: “sin duda en tu entraña se encierra un Nous indomable” (X, 329). En suma, el Nous es el “cordón umbilical” que une el hombre a los dioses, la esfera más íntima y personal que relaciona el hombre con los dioses.

El camino iniciático está trazado en el cosmos, entre las Constelaciones, como vía de desarrollo espiritual. Este camino ha sido transmitido en los doce trabajos de Heracles.

Para entender la estructura de la emanación el planteamiento sería el siguiente:

SER SUPREMO

  • Incondicionado con respecto al atributo, a la forma o a la raza.
  • Inmanifiesto e Incognoscible (Deus Absconditus).
  • Principio Primero y Eterno, la Realidad Superior del Universo (conocido también como Brahman en el hinduismo).
  • Principio Divino.

MANIFESTACIÓN POR EMANACIÓN DEL PRINCIPIO SUPREMO

  • Dioses
  • Demons
  • Seres vivos
  • Naturaleza
  • Minerales

¿Cuál sería la primera manifestación del Ser Supremo, según el esquema?

Las fuerzas sutiles o numens que:

  1. Dinamizan y armonizan el entramado cósmico.
  2. Cada numens tienen una dinámica diferente.
  3. Forman parte del mundo manifestado.
  4. Emanan del Principio Supremo.

Durante el periodo anterior a los dioses antropomórficos, es decir, hablamos del conocimiento exclusivos de las fuerzas sutiles, el hombre era consciente de:

  1. Su origen sacro.
  2. Vivía de acuerdo a ÉL.
  3. No dudaba de su existencia de una realidad superior que le era evidente.
  4. El origen del hombre era el mismo que el del cosmos.

¿Quiénes fueron las fuerzas sutiles o numens en la mitología griega?

Las fuerzas sutiles o numens en la mitología griega fueron:

  1. Caracterizados de manera antropomórfica (los dioses olímpicos).
  2. El hombre empieza a hablar de dioses con el fin de no caer en el olvido de la existencia de la trascendencia.
  3. Conocimiento relacionado con el Ser Supremo.
  4. Identificación del Ser Supremo.
  5. Las divinidades se adaptaron a cada cultura, según sus valores existenciales, a sus sensibilidades y a su idiosincrasia (formas, atributos, razas).

El rol del hombre griego que dicta Homero:

  • Está supeditado a las potencias del universo. Siempre tiene presente estas potencias.
  • Reconoce y vive bajo esos poderes mágicos, bajo un orden general del universo, de una ordenación de los embrollados acaecimientos de la vida de los individuos.
  • Su certidumbre considera el mundo como un cosmos, una organización cósmica, como lo que pretende instaurar en sus organizaciones sociopolíticas con el fin de establecer el orden macrocósmico en el mundo de aquí abajo.
  • Se resigna a su suerte, y en eso reside su poder, su fuerza, pero a la vez interactúa con el plano sutil de la realidad; no adopta, pues, una actitud pasiva hacia el mundo Suprasensible.
  • La religión de Homero vive en el mundo de lo racional, sus dioses son perfectamente comprensible para el espíritu griego. De la misma manera, también se puede acceder a ellos, interactuar con los mismos y Conocerlos (gnosis) con las herramientas Suprarracionales que se dan, por ejemplo, la Iniciación en los Misterios mayores, tales como sucedía en Eleusis o en Samotracia.(Veáse ambos enlaces).

Según van avanzando los periodos históricos junto a los mitos de las edades, la erosión de los dioses se ajustaría a los siguientes parámetros:

  • Antropomórficos.
  • De Carácter religioso-exotérico, fiel reflejo de las creencias del pueblo griego.
  • Adaptados a culturas-etnias, según sus sensibilidades e idiosincrasias.
  • De base politeísta.

El hombre, dada las circunstancias y según sus tradiciones, rebajó aquellas fuerzas sutiles o numens al grado más grosero (con cualidades muy reconocidas entre los dioses como la envidia, la cólera, la inmoralidad, los caprichos…) con el antropomorfismo, ya que no supo entender aquellas fuerzas sutiles o numens como origen sacro, viviendo de acuerdo con Él, pues no era necesario transformar las fuerzas sutiles a divinidades con formas humanas y con unas cualidades mezquinas y poco adecuadas a sus orígenes divinos y sacralizados.

En cuanto a los vegetales y los minerales:

  • Son formas burdas de la Manifestación del Principio Supremo.
  • No contienen el Principio de la Eternidad (Atman), por lo tanto, son otros tipos de realidad.
  • Al no tener el Principio Divino, el panteísmo, por ejemplo, sería inviable en estos casos.

En suma, y según el esquema, hay una emanación con una jerarquía clara, definida, descendente y sucesiva de entidades espirituales intermedias entre la cúspide divina y el mundo material que nos rodea.

Atman

El Atman solamente anida en el hombre, en estado aletargado, es la semilla divina. La finalidad del hombre es el despertar de la semilla divina a través de la iniciación. Heracles (con la realización de los doce trabajos), Jasón (en la búsqueda del Vellocino de Oro), Ulises en su odisea, son ejemplos claros donde se da el proceso iniciático para el despertar de la divinidad en nosotros; los numens y demons no tienen Atman.

En síntesis, el Principio Supremo se manifiesta por Emanación, y el hombre comparte el principio activo de la eternidad (el Atman). Así se entiende que el hombre se considere eterno, pero no inmortal; todo lo contrario que los dioses.

Por otra parte, Atman comparte esencia con Nous y no se aprecia diferencia ontológica entre ambos. Nos referimos a Nous cuando lo ubicamos en el origen y más allá del mundo manifestado; sin embargo, tal como se menciona en líneas anteriores, Atman está en el interior del hombre y, los héroes griegos (por medio de un trabajo espiritual e interiorizado) nos muestran la forma de activar esta semilla divina. Atman y Nous comparten esencia en el interior del hombre, ambos puentes nos unen con nuestro origen divino, sagrado y eterno.

En la Ilíada nos encontramos, por ejemplo, a Sarpedón cuyo padre es Zeus (Divino) y su madre (mortal) la bella Europa. Según el emanacionismo, de su madre hereda el Atman, de Zeus el linaje divino. Por esta razón, los héroes se jactaban de ser descendientes (pequeños microcosmos) e iguales a lo Uno y no una creación por la voluntad de Dios. Se trata, en definitiva, de que el hombre recorra el camino ascendente hasta conseguir despertar ese Atman que se halla como aletargado en su fuero interno. Gracias a esa paternidad divina a Sarpedón le proporcionaría la posibilidad privilegiada de activar los poderes (numina) que le faciliten esa activación, la del Atman,

Pneuma

Pneuma viene del griego y significa soplo, viento; aliento, respiración; espíritu o soplo divino. Pneuma se colocaría dentro del cosmos como fuerza sutil dentro del mundo manifestado (al mundo celeste, al Olimpo) y no con el principio supremo inmanifestado.

Por lo tanto, nos referimos a un principio de vida activo que, tras el fallecimiento, regresa al mundo celeste. De este modo, unos pocos héroes tenían el privilegio de estar con los dioses, como es el caso de Heracles, cuyo eidôlon fue visto por Ulises en el Hades pero que, al mismo tiempo, vivía entre los dioses inmortales (Odisea, XI-601). La parte que vivía en el Olimpo sería el pneuma del héroe. Esta naturaleza (pneuma: espíritu o soplo divino) atrapada dentro de nosotros debe ser recordada y redimida ante la orden divina superior.

También, y según el mito órfico, Dioniso es hijo de Zeus y Perséfone, antes de que esta se convirtiera en reina del Hades. El pequeño creció en Creta, protegido por los mismos guardianes que habían guardado a Zeus de los ojos de Cronos. Pero los Titanes, enemistados con Zeus, esperaron a que los guardianes descansaran para atraer al pequeño con juguetes dorados. Cuando los Titanes se abalanzaron sobre él el pequeño intentó defenderse tomando la forma de diversos dioses y animales, pero terminaron por despedazarle y devorar su carne cruda. Atenea interrumpió el espantoso banquete justo a tiempo para rescatar el corazón del pequeño, lo encerró en una figura de yeso en la que insufló vida (pneuma=aire) y así Dioniso se hizo inmortal. Zeus, preso de ira, mató a los titanes con sus rayos. Según el mito de las cenizas nació la especie humana, que es una mezcla de la parte terrena de los titanes y la parte divina de Dioniso. Esta parte divina es la que debe quedar libre y redimirse.

Para las corrientes filosóficas-sectarias, como los pitagóricos o los órficos, el pneuma era la sustancia primordial que el cosmos respiró antes de que nada parecido al aire existiera, principalmente porque en sus cosmologías los elementos estaban en este estadio primigenio aún por diferenciar y separar.

Mencionamos el término eidolon cuando es la representación material del alma, muy atestiguado en la sociedad arcaica y en la épica de Homero. La psique (alma) sería como el negativo de la imagen, una “sombra” que revolotea en el Hades; mientras que el eidolon es la representación más indiscutible del alma del difunto.

En las fuentes homéricas, Ulises, durante su visita al Hades, habla con el eidolon de su amigo Elpenor (Odisea, XI). De lo contrario, si fuera la psique de Elpenor, ésta produciría un sonido como el de un zumbido, ininteligible y su manifestación sería como un humo opaco y escabroso.

Aunque hay que enfatizar que, el significado de eidolon, no siempre va asociado con el alma del difunto. Un ejemplo es cuando Apolo aleja a Eneas del templo para que fuera curado de sus heridas tras su lucha con Diomedes: y fabricó un eidôlon a imagen y semejanza de Eneas (Ilíada, V).

Referencias:

Del Mundo Tradicional me ha sido de gran utilidad:

La teoría del emanacionismo o emanatismo

Es de lectura obligatoria para entender el Mundo Tradicional los siguientes enlaces:

Septentrionis numen-numina

Septentrionis Interpretación-metafísica de los mitos

Para ampliar más información relacionado con la temática:

Santa-María, A. Plotino, las formas platónicas y el noûs aristotélico (2013)

Otras referencias de interés:

Nous

Pneuma 

Eidolon

Agradezco a Eduard Alcántara por tamizar el texto y compartir sus conocimientos e interpretación de la Tradición. Para ampliar más información sobre el autor, os emplazo:

Alcántara, E. (Metapedia)

Alcántara, E. (Septentrionis)

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Viaje a Grecia: Micenas

Maqueta de la ciudad de Micenas

Es inevitable relacionar Micenas con el mundo homérico, concretamente con Agamenón, pues el eco de la guerra de Troya aún resuena con fuerza y frescura en nuestra sociedad actual. El enclave de Micenas está situado en la parte noriental del Peloponeso, con una interminable secuencia de relieves de colinas y montes. Su ubicación está sobre una colina escarpada frente a la llanura de Argos y del golfo de Nauplia. Está muy bien protegida a sus espaldas por montañas. Su enclave estratégico no es casualidad, pues la elección encajaba con el ideario griego para levantar un asentamiento para defenderse en una sociedad guerrera y hostil. Es el yacimiento arqueológico más famoso de la región, vinculado a algunos de los mitos más destacados y significativos del mundo homérico, pues el nombre de Micenas va estrechamente relacionado también con el linaje de los Atreo que son las referencias no solamente del mundo micénico, sino también de las tragedias clásicas griegas, como es el caso de La Orestíada de Esquilo.

Puerta de Los Leones

Puerta de Los Leones (Imagen 1)

 

Micenas es un campo prolífero en mitología y en historia, tiene un halo diferente al de Tirinto, pues solamente cuando uno está en el palacio de Micenas,  la sensación es que te colma de gloria y te consideras el rey del mundo, pues la propia fortaleza inexpugnable tiene fuerza, poder y domina, de manera concienzuda, el punto más alto de la ciudadela, donde uno puede admirar su exuberancia y poderío. Para acceder a la insuperable fortaleza, atravesé por una gran rampa que comienza en la Puerta de los Leones (Imagen 1).

Una vez que entras, el recinto está reforzado con murallas enormes y puertas monumentales y colosales. Dicho estilo tuvo su apogeo en el siglo XIII a.C., cuando las murallas ciclópeas presentaban un aparejo poligonal de grandes proporciones, cuyo mejor ejemplo es Micenas.

En el edificio principal del palacio destaca un gran patio, una casa de huéspedes y, en su centro, el famoso megaron, que a su vez consta de tres partes: un pórtico de columnas, un vestíbulo y el domo o la cámara principal que albergaba el trono del wanax, el rey micénico, y por debajo de él aparecen dos grupos cuyas funciones , roles y responsabilidades están poco definidas, pero en cualquier caso parecen constituir formas diversas de nobleza: los telestai (terratenientes) y los hequetais (funcionarios reales). Otra figura a destacar era la del lawagetas, que pudiera ser el comandante del ejército.

Dentro de la fortificación, el palacio incluye talleres, almacenes, edificios de culto, residencias de altos funcionarios. Destaca también las tumbas reales, y la entrada de un manantial subterráneo donde una cisterna almacenaba el agua. Ya fuera de las murallas destacan los famosos tesoros o tumbas del tipo tholos, que consiste en un corredor de acceso, una entrada y una cámara abovedada. La Tumba de Agamenón o Tesoro de Atreo fue una tumba destacada con respecto a las demás tumbas. En su interior albergaba placas de metal que en la actualidad no se conservan. (Ver imagen 2 y 3)

Imagen 2-3: Tumba de Agamenón, del tipo tholos

Micenas , ya en el siglo XIII a.C., era un enclave estratégico con un poder predominante sobre las fortificaciones rivales de la zona, como Argos, Pilos o Tirinto. A pesar de que cada una de estas ciudades fueran independientes, se cree que el rey Micenas era considerado el soberano supremo de todos los demás reinos. Este sería el motivo por el cual, en los poemas homéricos, Agamenón, rey de Micenas, apareciera como el líder de una poderosa alianza de reinos griegos que lanzó contra Troya  más de mil naves de guerra. De todas formas, las pruebas arqueológicas evidencian que hay que remontarse al siglo XVI a.C,   cuando surgen los primeros centros de poder micénicos. A este periodo pertenece la famosa “Máscara de Agamenón” (Imagen 4) y la guerra de Troya data del siglo XIII a.C,   mientras que  La Ilíada fue compuesta en el siglo VIII a.C. Entre el ajuar había armas, corazas de oro, perlas de ámbar, un ritón y una caja hexagonal de madera recubierta de láminas de oro decoradas con relieves.

Máscara de Agamenón. Museo Nacional Atenas (Figura 4)

Figura 5

 

En las excavaciones de las tumbas, se encontraron dos niños cubiertos de joyas de oro y rodeados de hojas con adornos de mariposa y espirales, cetros de plata, gemas de ágata y amatista y una diadema de oro con motivos florales. También había balanzas de oro. Encima de los dos niños hay una diadema de oro. El ajuar funerario estaba cubierto de ornamentos de oro, correspondiente con la figura 5.

 

El gran hallazgo se lo debemos a Heinrich Schliemann, descubridor de Troya y Micenas. En 1876, encontró, con la obra de Pausanias  Descripción de Grecia, las tumbas reales y pudo identificar los restos de la ciudad, como la muralla y la famosa Puerta de los Leones que había permanecido perdida en el olvido. A partir de ahí, se ha vuelto a recuperar gran parte de la acrópolis de la ciudad. Schliemann descubre los restos de tres hombres en una tumba de Micenas, dos de ellos tenían el rostro cubierto por una máscara de oro. Cuando Schliemann levantó las máscaras, una de las calaveras se deshizo al instante, pero la otra se mantuvo lo suficiente para ver su carne y sus “treinta y dos hermosos dientes”. El arqueólogo, al descubrir la belleza del hallazgo, proclamó ante el mundo que había contemplado el rostro de Agamenón. Sin embargo, sabemos que aun en el caso de que Agamenón hubiera existido, la tumba precedía en varios siglos a la fecha estimada de la supuesta guerra de Troya, tal como hemos comentado en párrafos anteriores.

Hay que destacar que el hallazgo de las dos máscaras funerarias de oro, junto con otras cuatro, son una confirmación única y exclusiva de una tradición que no tiene parecido en el resto del mundo minoico-micénico y se trata de objetos sin antecedentes por lo que se considera una práctica ritual exclusiva de los reyes de Micenas entre los siglos XVI y XV a.C. Por lo que se deduce que en Micenas alcanzó una amplia difusión la creencia en la vida de ultratumba y el culto a los muertos, de los cuales son testimonios las tumbas micénicas. A juzgar por algunos hallazgos de restos de cadáveres en estas tumbas, es probable que los antiguos micénicos conocieran algunos métodos de embalsamamiento del sistema egipcio.

Para el estudio de la religión micénica contamos con información proporcionada por las inscripciones en lineal B sobre tablillas encontradas en las excavaciones. Estas tablillas fueron redactadas por escribas anónimos para contabilizar la economía de los centros palaciales; no encontramos en ellas mitos, himnos, plegarias, descripciones de rituales ni de santuarios, ni tampoco leyes sagradas. Las fuentes son limitadas, aunque también hay que contar con otras influencias como las tomadas de la cultura minoica y de algunos sustratos pregriegos de la península.

Las tablillas encontradas del periodo micénico (Figuras 6 y 7) registran fundamentalmente el envío de materias primas a una serie de destinatarios, entre los que se encuentran tanto deidades como individuos: el problema, pues, es identificar si una tablilla tiene o no fines religiosos, es decir, si interpretar las entregas de productos como ofrendas a los dioses o envíos a santuarios para su manutención. En cualquier caso los recursos obtenidos se concentraban en el palacio, que los utilizaba para el mantenimiento del aparato de poder y de las élites micénicas.

Figura 6

Figura 7

Figura 7

Las tablillas van relacionadas con la organización del culto: ofrendas de productos agrícolas e industriales, ofrendas de animales de sacrificio, banquetes de estado, ofrendas y raciones para festividades religiosas, personal de culto y otros aspectos económicos del sector religioso.

A grandes rasgos, la religión es un sistema de pensamiento basado en la creencia de un mundo invisible e inmaterial que interactúa con el mundo real; la religión funciona como un sello cultural propio de la época, una unión de creencias y prácticas que une a una comunidad. La religión griega tenía un amplio sistema de creencias y rituales, pero no era fijo, y nada indica que la religión micénica fuese diferente.

No se conserva himnos ni mitos, gran parte de las creencias y prácticas se han perdido para siempre, por lo que únicamente podemos especular. Sin embargo, probablemente los micénicos tenían concepciones similares a los griegos posteriores sobre su relación con los dioses.

Hay que recordar que la religión griega no fue prescrita al pueblo por una fuerza exterior ni por una revelación sagrada, sino más bien nace de la fantasía del pueblo, originaria de sus supersticiones, miedos y temores. En otras palabras: la comunidad no tiene libros sagrados ni dogmas, ni tampoco levantan una iglesia con su jerarquía.

La religión griega no es una religión rígidamente establecida, sino que fue evolucionando a través de tiempo, de la misma manera que otras manifestaciones culturales humanas, y por este motivo, si queremos avanzar en el estudio de esta compleja disciplina, debemos tener en cuenta las influencias y los sincretismos, como por ejemplo el fetichismo.

El fetichismo religioso es de carácter espiritual y tiene que ver con creencias religiosas que dan culto a objetos inanimados o animados conocidos como “fetiches” a los que se les presumen propiedades sobrenaturales. De este modo, el hombre puede protegerse de las fuerzas naturales a través de los fetiches, medio del que se supone dispone para actuar sobre los elementos que no es capaz de controlar. Los dioses micénicos no son dioses divinos reconocibles, son más bien rasgos genéricos: “diosa madre” “diosa de la vegetación”, etc. Destacamos, por lo tanto, la ausencia de templos independientes y la ausencia de imágenes dedicadas al culto. Pongamos el ejemplo del salón del trono (megaron), donde ardía un fuego que recuerda al que se encendía en los hogares griegos del periodo clásico en honor de Hestia, diosa que no se atestigua en las tablillas debido a que no había adquirido todavía una forma antropomórfica y se concebía como un elemento concreto, el fuego del hogar. Los mismos centros palaciegos servían como punto de referencia para rituales unificadores y de aplacamiento de los dioses que cada rey micénico, o wanax, llevaba a cabo en nombre de su ciudad.

En los textos en lineal B se encuentren dioses olímpicos conocidos en Época Clásica, como son Zeus, Hera, Ártemis, Poseidón, Dioniso, Hermes, Ares, Hefesto (indirectamente atestiguado en un tipo de antropónimo llamado nombre teofórico), y, aunque es dudoso, quizás también Deméter. Destaca, curiosamente, la ausencia de dos dioses: Apolo y Afrodita. Algunos dioses olímpicos, como Zeus, Poseidón, Dioniso y Hermes, se documentan tanto en el continente como en Creta, mientras que otros, como Ártemis, sólo aparecen en la Grecia continental.

Textos en Lineal B

Se puede partir de la idea de que la religión micénica era politeísta, pero no se trataba de una religión politeísta típica, más bien eran nombres minoicos, seres sobrehumanos (de tipo primitivo) transformados en dioses con el surgir de una religión politeísta en una segunda época, afianzado en la veneración de una pluralidad de seres divinos complejos, diferenciados e incluidos en un panteón. Asimismo, cabe destacar la presencia de nombres divinos de origen indoeuropeo en el panteón micénico, poniendo de manifiesto que la religión micénica no provenía completamente de la minoica o cretense, aunque sí comparten algunos rasgos comunes. Hay que precisar que los griegos no se definieron a sí mismo como politeístas. La palabra politeísta la inventó Filón de Alejandría, filósofo, cuya religión de origen, el judaísmo, es monoteísta.

Una religión politeísta se caracteriza por la pluralidad de fuerzas divinas y de cultos. La diversidad de dioses no es contradictoria con la idea de unidad de lo divino. El politeísmo se parece al sistema de las “muñecas rusas”. Más adelante (Siglo VIII a.C.) Homero y Hesíodo modelan dichas fuerzas de la naturaleza de manera antropomórfica, siendo dioses maravillosos, leyendas que unen a los hombres y a los dioses. Aunque hay un desprendimiento de los demonios primitivos, siguen siendo todavía fuerzas naturales.

Si algo queda claro durante el periodo micénico y, a través de las fuentes religiosas, es que la religión estaba enraizada en la vida cotidiana, formando el mismo “corpus” que la vida política y social. La religión era omnipresente,  con un esplendor cultural y una amplia diversidad de cultos, creencias y prácticas y cuando nos referimos a religión micénica , nos referimos a algo fundamentalmente sincrético: los elementos griegos coexistieron y se fusionaron con un componente minoico predominante en Creta, así como con un componente heládico en el Peloponeso y en la Grecia central. Por otra parte, y, por encima de este sincretismo, hay una divinidad micénica que posee una relevancia muy destacada, conocida como “Potnia”, pero no se sabe con exactitud si se trata de una diosa o de varias. Lo que no se pone en duda es que es una palabra indoeuropea que designa una divinidad femenina y puede ser entendida en términos griegos, pero esto no impide que las diferentes diosas (pues no se trata de una única diosa con varias advocaciones) a las que se refiere tuvieran, en algunos casos, algunas de las funciones de una Diosa Madre.

Fuera del terreno arqueológico y según las fuentes mitológicas, Micenas, conocida como la rica en oro, fue fundada por Perseo, hijo de Zeus y Dánae, y fue en este preciso lugar donde el pomo de la espada de Perseo, “mýkes”, había caído al suelo y se tomó este hecho como señal divina. De este modo, Micenas se convertiría en el centro político y artístico de primer nivel durante la Edad del Bronce. Su popularidad no sólo crecía por su fama de rica en oro sino también gracias a las hazañas de sus héroes que bien reflejó Homero.

Próximo post: Esparta-Leónidas

 

 

 

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Citas célebres de Homero

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Homero

  • Ningún hombre o mujer nacido, cobarde o valiente, puede eludir su destino.
  • La vida es en gran medida una cuestión de expectativas.
  • De todas las criaturas que respiran y se mueven sobre la tierra, no hay nada que sea más agonizante que el hombre.
  • Las palabras vacías son malvadas.
  • La juventud tiene el genio vivo y el juicio débil.
  • Odio a ese hombre que esconde una cosa en su corazón y habla otra.
  • Su descenso fue como la caída de la noche.
  • Llevadera es la labor cuando muchos comparten la fatiga.
  • Si sirves a muchos maestros, pronto sufrirás.
  • El sueño es el hermano gemelo de la muerte.
  • Incluso las penas son una alegría para alguien que recuerda todo lo que forjó y soportó.
  • Fuera de la vista, fuera de la mente.
  • Por las buenas o por las malas, este peligro también será algo que recordaremos.
  • ¿No es sagrado, incluso para los dioses, el hombre errante que viene cansado?
  • Hay un tiempo para muchas palabras, y también hay un tiempo para dormir.
  • No sé lo que depara el futuro, pero sé quién tiene el futuro en sus manos.
  • Un hombre que ha pasado por experiencias amargas y ha viajado lejos, disfruta incluso de sus sufrimientos después de un tiempo.                    Imagen relacionada
  • Un amigo con un corazón comprensivo no vale menos que un hermano.
  • Demasiados reyes pueden arruinar un ejército.
  • Una pequeña roca retiene una gran ola.
  • El esclavo pierde la mitad de su alma cuando entra en servidumbre.
  • No hay mayor fama para un hombre que la que él gana con el trabajo de sus pies o la destreza de sus manos.
  • No sigas cantando este amargo cuento que desgasta mi corazón.
  • Incluso un tonto aprende algo una vez que lo golpea.
  • Sé fuerte, dice mi corazón; soy un soldado; he visto peores lugares que este.
  • Permítanme no morir sin gloria y sin lucha, pero permítanme primero hacer algo grande que se contará entre los hombres en el más allá.
  • No envidies la riqueza del prójimo.
  • El vino puede engañar el ingenio del sabio, pero hacer que el sabio se divierta.
  • Los inmortales nunca son ajenos el uno al otro.
  • Pocos hijos son como sus padres; la mayoría son peores, algunos mejores.
  • Las almas generosas son dóciles.
  • Él sabía cómo decir muchas cosas falsas que eran como verdaderos dichos.
  • Ni el hombre más bravo puede luchar más allá de lo que le permiten sus fuerzas.
  • ¡Cuán propensos a dudar, cuán cautos son los sabios!
  • La desgracia no es tan grande como para morir por un amigo, como para encontrar un amigo por el que valga la pena morir.
  • No digas una palabra a favor de la muerte; prefiero ser un siervo pagado en la casa de un pobre y estar por encima del suelo, que el rey de reyes entre los muertos.
  • La caridad que es insignificante para nosotros puede ser preciosa para los demás.
  • Ni el hombre más bravo puede luchar más allá de lo que le permiten sus fuerzas.
  • Nosotros los hombres somos miserables.
  • ¡Cuán tedioso es un cuento contado de nuevo!
  • Le corresponde a un padre ser intachable si espera que su hijo lo sea.
  • Zeus no presta su ayuda a los embusteros.
  • No hay mejor aguijón que la necesidad.
  • Los mares rugientes y muchas montañas oscuras se encuentran entre nosotros.
  • La raza de los hombres es como la de las hojas: cuando una generación florece, la otra decae.
  • ¡No mentí! ¡Acabo de crear ficción con mi boca!
  • Todo hombre sabio ama a la esposa que ha elegido.
  • Cualquier momento puede ser el último. Todo es más hermoso porque estamos condenados. Nunca serás más adorable de lo que eres ahora. Nunca vamos a estar aquí de nuevo.
  • Ah, qué descarado, la forma en que estos mortales culpan a los dioses. De nosotros solos, dicen que vienen todas sus miserias, pero ellos mismos con sus propias maneras imprudentes agravan sus dolores más allá de lo que les corresponde.
  • Los excelsos regalos de los dioses no pueden ser destruidos con facilidad por los mortales hombres, ni pueden hacer ceder a sus fuerzas.
  • Cada hombre se deleita en el trabajo que más le conviene.
  • Algunas cosas pensarás de ti mismo,… algunas cosas que Dios te pondrá en la mente.
  • Nadie puede apresurarme a ir a Hades antes de mi tiempo, pero si llega la hora de un hombre, sea él valiente o sea cobarde, no tendrá escapatoria.
  • La espada misma incita a actos de violencia.
  • Los hombres se cansan antes de dormir, de amar, de cantar y bailar que de hacer la guerra.
  • Aunque en la casa de Hades los muertos se olvidan de sus muertos, aun así tendré en cuenta a mi querido camarada.

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Crítica sobre «Troya: La caída de una ciudad»

La serie “Troya: La caída de una ciudad” ha sido una de las apuestas que Netflix ha ofrecido en su plataforma para sus clientes. El proyecto ha sido producido por la prestigiosa cadena inglesa BBC con 8 episodios que gira en torno a la figura de Paris, que descubre su verdadera identidad, a Helena de Esparta y a la caída de Troya.

La serie es una estafa, una sarta de mentiras con un producto de calidad pésimo y de mal gusto. Una serie que deja insatisfechos a los amantes de la cultura griega y en estado de shock a los lectores de Homero. No se la recomiendo a nadie. Para los más puristas, ni intenten de visionarla, pues vuestra sangre ardería en el Tártaro.

Para empezar, han buscado una épica y una presentación con un presupuesto bajísimo, comparado con “Juego de Tronos”, “Roma”, “Vikingos”, entre otras. Por lo tanto, se parte de un presupuesto de segunda línea. Después, no han sido fieles a los textos homéricos, pecando de inexactitudes y de falta de rigor en su presentación. Han envasado la Ilíada con la tendencia modernista de hoy día. Es una serie que está al mismo nivel que la basura cinematográfica de “Troya”, la película de Brad Pitt. En esa película, la figura de Aquiles está tergiversada y manipulada intencionadamente, fiel a los principios de inmundicia de la meca de Hollywood.

Destaquemos los gravísimos errores de la serie:

  • Zeus, Aquiles, Patroclo, Néstor y Eneas son de raza negra. Han “maquillado” a los dioses y héroes y lo han globalizado para que encajen en nuestra sociedad. Lógicamente no me refiero que moleste por temas raciales, sino por las imprecisiones culturales, raciales y mitológicas que suponen estas diversificaciones. Entiendo que hay que vender la serie, a nivel internacional, pero han tocado la “tecla” incorrecta.
  • La homosexualidad de Aquiles y Patroclo, un clásico que empezó en el cine y eso vende mucho, muchísimo. Pero esta vez, en los tiempos modernos que vivimos, han añadido un nuevo elemento, acorde a la tendencia actual: hacer un trío en una playa exótica con Briseida, la esclava de Aquiles. ¿Dónde está entonces la homosexualidad de ambos? Después de que un oráculo obligara a Agamenón a renunciar a Criseida, el rey ordenó a sus heraldos que tomasen a Briseida, esclava de Aquiles como compensación. Aquiles se ofendió por este embargo y, como resultado, se retiró de la batalla, a la que no regresaría hasta la muerte de Patroclo. En cuanto a la orientación sexual, en la obra homérica no existe ninguna mención homosexual entre Aquiles y Patroclo de manera directa, clara y concisa. Los dos héroes tienen una amistad profunda y extremadamente significativa, pero la evidencia de un elemento romántico o sexual es equívoca. La Ilíada describe a ambos héroes como «compañeros de guerra» no sexuales. En el canto IX de la Iliada se presenta a Aquiles y Patroclo durmiendo cada uno con una mujer, Aquiles con Diomeda y Patroclo con Ifis, mujer que, por cierto, el propio Aquiles entregó a Patroclo. ¿Dónde está la homosexualidad?
  • La falta del retrato de cada personaje. No te identificas con ellos, no están bien trabajado a nivel psicológico. Se salva Ulises y el padre de Héctor, Príamo. Es horrible la interpretación de Helena, sin palabras. En general, la interpretación es cutre y no empatizas con ningún personaje.
  • El guion es de segunda mano, una versión para los tiempos decadentes que estamos atravesando, un instrumento desafinado y mal compuesto.
  • Por falta de presupuesto la puesta de escena de los dioses es secundaria, sin actuar de manera directa con los héroes. La relación héroe-dioses es fría, distante y sin aliciente alguno. En la obra homérica la presencia de los dioses es opuesta a la de la serie.
  • Las batallas no son espectaculares, por la falta de presupuesto mencionada anteriormente.
  • La química es inexistente entre Paris y Helena, esa frialdad no se entiende, pero bueno, es normal no se han leído las fuentes originales para crear la serie.

La serie en sí es un castigo para los amantes de la cultura griega, sin tensión, con una dirección a nivel de aficionados, una coctelera llena de mentiras y manipulaciones. Se puede realizar una serie de bajo presupuesto, pero lo más fiel posible. Han sido ocho episodios insoportables, ocho episodios manipulando los textos homéricos.

Desmintiendo los mitos que salen en la serie:

  1. En la serie cuenta que fue Aquiles quien perpetra el asalto a la ciudad de Troya, disfrazado, para hablar con Helena y tejer un plan de conquista en caso de que ella no regrese a Esparta. En las fuentes originales, es Ulises el que se disfraza de mendigo para adentrarse en Troya.
  2. Eetión, padre de Andrómaca, muere a manos de Aquiles, pero los troyanos le hacen una ridícula exequias funeraria con el sacrificio de…¡un caballo! El rito funerario a nivel patriarcal estaba lleno de excesos, no escatimaban en gastos y en sacrificios. Pero, de todas formas, el mito es falso porque en realidad, Aquiles mata a Eetio y es el propio Aquiles quien lo entierra por temor religioso.
  3. Pándaro es un personaje de ficción que sale en la serie, como otros muchos. No voy a entrar en detalles de los múltiples personajes de ficción que no están en el mundo homérico. Otros personajes inventados por la serie: Telémono y Atio. Por lo tanto, todo lo que se relata de la historia de ambos, conectado al ciclo troyano, y relacionado con los episodios de la serie es mentira, lógicamente.
  4. Paris muere en el campo de batalla, pero en la serie muere en sus aposentos a mano de Menelao, bajo la indiferencia y fría mirada de su esposa Helena. El personaje de Paris lo presentan como débil, inseguro, temeroso y propenso al suicidio. Otro invento más de la BBC.
  5. Helena vuelve con Menelao. Abre las puertas de Troya y casi siempre juega a dos bandas en la serie, para darle más emoción e impulso a la trama. La interpretación de Helena es horrible y no es fiel al mito, pues Helena, al morir Paris en el campo de batalla, se casa de nuevo con un hermano de Paris (Deífobo) y lo mata delante de Menelao, por eso, Menelao la perdona.
  6. En cuanto al nacimiento de Alejandro fue Andrómaca, su madre, la que tuvo el sueño revelador de la maldición de su hijo y no Casandra.
  7. La puesta de escena de los dioses es ridícula, distante, sin conexión directa con los héroes de cada bando. En la serie, el mito de la famosa manzana de la discordia es ridículo, una parodia absurda y fuera de lugar. En general, la participación de los dioses nunca es relevante. ¿Qué puede pensar Homero de la serie? Vergüenza. ¿Qué pueden pensar los héroes de la serie? Pensarán que cuando pasen mil años por delante, ellos seguirán reinando las constelaciones y que nadie hablará de esta serie ni de nosotros.
  8. La serie enfoca con luz propia a las amazonas. Destacan con un papel en la serie. Es cierto que en la obra homérica la mencionan, pero no tienen un papel vital como en la serie. Es verdad que cuenta la leyenda que Aquiles tuvo un combate directo con Pentesilea, reina amazona. Pero de este combate, en la obra de Homero no hay rastro alguno. No es una invención de la serie, pues dicho combate se menciona en un poema perdido titulado “Etiópida”, narrando la breve participación de las amazonas en la guerra de Troya, casi un siglo después de la obra homérica. Sobre Etiópida: pinchar aquí.

Aquiles, junto a Zeus. Fuente: hipertextual.com

Vamos a tratar el tema racial con sumo interés, pues he visto en muchos foros que es el tema más conflictivo.

¿Por qué Zeus no puede ser negro? ¿Por qué los héroes de Homero no son negros?

Los rasgos fundamentales de la religiosidad griega fueron propios de todos los pueblos de lengua indoeuropea que nos proporcionaron un arquetipo de su espiritualidad. Si nos remontásemos a Zeus como figura indoeuropea, como el “Padre Celeste”, afortunadamente, podemos encontrar rasgos que nos permiten remontarnos más profundamente al mundo griego, zambullirnos en lo más profundo para alcanzar una originaria religiosidad con sello indoeuropeo. Concretamente, en Grecia, es posible identificar aquellos elementos y atributos espirituales necesarios para comprender la religiosidad indoeuropea en sus picos más elevados. Gracias al pueblo griego se refleja en aguas puras y cristalinas unos de nuestros legados más hermoso, donde podemos contemplar con orgullo y alegría el espíritu primigenio impregnado en sus expresiones más puras.

El estudio sobre la religión micénica (aprox. 1580-1150 a.C.) se basa casi por completo en las excavaciones e investigaciones arqueológicas. Bajo esos resultados, la comunidad científica llegó a la conclusión de que había afinidad entre la religión micénica y la cretense.

Si nos basamos en las tabillas halladas en Pilos, se leen los nombres de los dioses, bien conocidos por nosotros, de la religión posterior de los griegos: Zeus, Hera, Poseidón, Ares, entre otros. La conclusión fue que, a pesar de que el panteón de los dioses del Olimpo no comenzó a crearse en la época micénica, sí existió los primeros vestigios de una estirpe de dioses destacando la presencia de nombres divinos de origen indoeuropeo en el mundo micénico, poniendo de manifiesto que la religión micénica no provenía completamente de la minóica o cretense, aunque sí compartían algunos rasgos comunes. Por lo tanto, el sincretismo de elementos indoeuropeos y micénicos lo tenemos bien atestiguado en algún caso como es el del culto de la Madre Tierra, o el culto a Zeus, con un nombre de claro linaje indoeuropeo y no de procedencia africana.

Otros rasgos fundamentales de dicha semilla indoeuropea de la que Homero es un perfecto canalizador de tradiciones, son las relaciones entre hombres y dioses, pues éstas no eran relaciones incompatibles y dioses y hombres no estaban tan alejados. Como ya sabemos, los dioses son superiores e inmortales, y los hombres de estirpes selectas (Aquiles, Agamenón, Heracles, entre otros) pueden vanagloriarse por su linaje de una afinidad con los dioses. ¿Y por qué esa conexión hombre-dios tan estrecha en el mundo griego? Se basa, fundamentalmente, en que ambos están ligados a los mismos valores, a la verdad y a la virtud, tal como Platón expresa reiteradamente en sus Leyes (X, 889).  Por otra parte, tenemos que destacar que los griegos tuvieron siempre clara la finitud del hombre ante la infinitud de la divinidad, así como la relación de dependencia de los hombres con los seres divinos. Un ejemplo sería el oráculo “Conócete a ti mismo”, inscrito en Delfos, en el Templo de Apolo. O como bien destaca Píndaro en la quinta Oda Ístmica: “no intentes nunca llegar a ser Zeus”. En la serie hay un vacío entre el héroe y los dioses, fiel reflejo de la actual sociedad que ha dado la espalda a lo Sagrado, a lo meramente espiritual.

Del pueblo griego emanaba siempre la herencia de aquellos siglos de historia de cada uno de los pueblos que representaba la gran Hélade, en la que el alma indoeuropea se expresaba en toda su magnitud, queriendo con ello conservar unas tradiciones rica y pura. Un ejemplo ilustrativo sería la nobleza que se plasma en la Procesión de las Panateneas del friso del Partenón. Así, para aprehender la mentalidad originaria de la religión griega era muy necesario inmortalizar sobre el friso del Partenón las tradiciones más arraigadas de un pueblo con sello indoeuropeo, de aquellos verdaderos helenos, llegados desde Europa Central durante el Neolítico y la Edad del Bronce. En otras palabras, desde Homero, Hesíodo, pasando por Píndaro, sin olvidarnos de Esquilo y Sófocles tenían presentes la religiosidad de sus antepasados con el único fin de aprehender el sentido de la vida religiosa indoeuropea.

En los foros en los que se debate sobre el tema racial, he visto que han incluido a los etíopes como claro ejemplo de que hubo héroes de raza negra y que, de algún modo, de ahí se explica la hipótesis de la mezcolanza de raza negra con los aqueos, de esta manera se justifica que la serie no haya visto agravio alguno en destacar a Aquiles o a Patroclo como de raza negra. En primer lugar, la raza negra no componía los pueblos que representaban la gran Hélade, tal como he desarrollado en líneas anteriores, por lo tanto, los dioses no eran negros ni tampoco se mezclaban culturas y etnias de otros pueblos durante la época homérica. En segundo lugar, resulta difícil situar a Etiopía en un enclave geográfico debido a las contradicciones de los textos griegos antiguos, existiendo diversas interpretaciones de donde se hallaba realmente Etiopía según que texto se consulte. Para unos autores Etiopía estaba en Israel, para otros en el Alto Nilo. Así que no podemos divagar con este tipo de inexactitudes. Por otra parte, hay una mención de un rey de Etiopía, Memnón, que cuenta que se alió con los troyanos para la defensa de Troya y que murió a manos de Aquiles, pero dicha muerte se relata en la Etiópida, escrito después de la Ilíada. En la serie, lógicamente, Memnón no aparece, pues es más fácil hablar de  Aquiles, Patroclo, Ulises que de Memnón, personaje menos conocido.

Para cerrar el debate, destaco una célebre frase de Miguel de Cervantes: La historia, testigo de lo pasado, es cosa sagrada, porque ha de ser verdadera.

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