Odiseo: ¡Presente!

En la Ilíada Odiseo aparece como un terrible guerrero (Canto X y XI) que en varias ocasiones convence a las tropas griegas para que no abandonen la llanura (Canto II, XIV). Se le presenta también como un hábil diplomático que, aunque fracasa en su primera tentativa de apaciguar a Aquiles (Canto IX), furioso contra Agamenón porque este le había arrebatado a su cautiva Briseida, logra finalmente llevar a buen puerto la negociación que devolverá a Aquiles al campo de batalla (Canto XIX); anteriormente Ulises había conseguido que Agamenón restituyera a la cautiva Criseida a su padre sacerdote de Apolo (Canto I).

Sin embargo, Odiseo queda definitivamente consagrado en la Odisea. Todo el relato se organiza en torno a el, «el hombre de los mil recursos» (Canto I): es el ausente que busca a su hijo (II, III, IV) antes de que su presencia le sitúe en el centro del relato; narra sus propias aventuras a Alcínoo (Canto V a XII) y el lector asiste a su regreso de Ítaca y a su venganza (Canto XIII a XXIII). En todas las circunstancias el héroe se muestra «magnánimo», fiel a sus amigos y a su familia, sagaz y valeroso.
Esta misma imagen es la que refleja la pieza de Sófocles Áyax, que opone a un Odiseo prudente y comedido a un Áyax atacado por una locura asesina y descontrolada. En la pieza de Sófocles Filoctetes, Odiseo, entregado en cuerpo y alma a la causa griega, consigue con su astucia habitual que el último compañero de Heracles les entregue el arco y las flechas necesarias para la victoria griega. Sófocles trató la muerte del héroe en Ulises herido, de la que sólo se han conservado algunos fragmentos. En esta obra, Telégono, el hijo que Odiseo había tenido con Circe (XII), llega a Ítaca y mata a su padre ignorando su identidad.
En el siglo IV a. C. Aristóteles pone la Odisea (Poética, VIII, XVII) como modelo de relato organizado en torno a un tema único: Ulises. Platón, sin embargo, la condena como ficción (La República, III). Los estoicos proponen a Odiseo como ejemplo de buena conducta: es «el héroe paciente» por excelencia. Virgilio se inspira en la invocación de los muertos que hace Odiseo (Odisea, XI) para escribir el canto VI de la Eneida, donde se desarrolla el descenso al Hades de Eneas. Horacio celebra la templanza de Ulises (Epístolas, 1,7) y Séneca su prudencia (Cartas a Lucilo, XX, 123). Los libros XIII y XIV de las Metamorfosis de Ovidio presentan al elocuente Ulises vencedor de Áyax, la rabia de Polifemo, engañado por el héroe y los maleficios de Circe.

Cuando leemos la Odisea, Odiseo es un ejemplo de la conexión directa que tenía con su alma. Exploró sus propias virtudes (inteligencia, paciencia, creatividad, intuición, aceptación, humildad, entre otras cualidades) a través de veinte años que duró su periplo hasta alcanzar su hogar. Muchos avatares, sufrimientos, pérdidas de seres queridos y compañeros de guerra, incluso se vio abandonado por los dioses a seguir escalando a través de los escombros de todos sus torcidos sueños hasta que aprendió a distinguir entre lo que decía su mente y lo que decía su corazón. Odiseo aprendió a controlar las propias emociones para poder percibir la comunicación interna entre el cuerpo y el alma. Durante su regreso a Ítaca (su hogar), para encontrarse de nuevo con su mujer e hijo, el desafío diario que estaba sometido era extremo, agotador, imposible de superar. Sin embargo, el héroe nunca se acomodó en el asiento negativo de la vida y combatió con mente, cuerpo y alma todos los obstáculos terrenales, incluso, llegando a dominar su propia naturaleza interna.

Odiseo creció espiritualmente, nunca se sintió víctima, ni tampoco culpó a los demás. Se levantaba con cada golpe que recibía. Cambió de actitud, bajando al Hades (al mundo del infierno) para invertir su brújula interna, buscando el lado positivo de las cosas y rompiendo todas las ataduras que le mantenía ligado al sentimiento de victimismo logró imponer su luz espiritual ante la sombra oscura y fatalista que le acechaba en cada momento. Tras salir del Hades, siguió su recorrido con pies firmes, pero, sobre todo, conectado con la Realidad, aprendiendo las lecciones en su camino con sabiduría. La evolución eterna de Ulises es un fiel reflejo de este viaje humano que tenemos que recorrer.

En los tiempos actuales de nuestra sociedad, las huellas de Odiseo, Homero y de los héroes mitológicos aún perviven con nosotros hilvanando todas las virtudes del mundo griego. La paciente Penélope se ha inmortalizado en el techo de San Jerónimo (Iglesia de la Concepción de Granada) reflejando sus virtudes (inteligente, paciente, fiel, refinada…) en la esposa del Gran Capitán, doña María Manrique. Precisamente, de alusiones mitológicas está llena la cubierta de la iglesia, todo un recorrido histórico-literario para recordarnos los valores del Renacimiento español. En la iglesia de San Jerónimo, al Gran Capitán se le representa como un hombre virtuoso y con un historial rico en hazañas y proezas, por eso se destacan ocho figuras que guardan una correspondencia directa con él: Homero, Escipión, Marco Tulio Cicerón, Julio César, Pompeyo, y Aníbal, entre otros. Homero va relatando las hazañas de estos ingentes hombres para que sus recuerdos pervivan para siempre. Concretamente, en la imagen de abajo, Homero representa una cosmovisión amplia, clara, armoniosa y espiritual, mostrando la luz de todo lo que existe y sucede.

También destacamos las figuras relacionadas con las virtudes de la duquesa doña María Manrique, que son cuatro de origen bíblico y otras cuatro de origen mitológico. Las bíblicas son Judit, Ester, Débora y Abigail, representando la Fortaleza, la Templanza, la Justicia y la Prudencia.

En cuanto a las figuras de origen mitológico, son Artemisia, Alcestis, Penélope y Hersilia,  con las que la duquesa se identificaría por su entrega a sus respectivos esposos: Artemisia por haber encargado el gran Mausoleo para su esposo Mausolo, Alcestis por haber ofrecido su vida para salvar la de su marido, aunque en el último momento fuera salvada por Hércules, Penélope por su paciencia y fidelidad esperando tantos años el regreso de Odiseo y Hersilia por su fecundidad al haber dado un heredero a Rómulo.

Los relieves nos señalan temas tan evocadores sobre la vida y la muerte, el hombre y dios, la libertad, el destino, todo bajo la tela del relato mítico, sin dogmas ni credos religiosos.

Son evidentes muchas analogías entre el mundo de Odiseo y el Gran Capitán. Ambos son héroes épicos que adquieren su gloria en el campo de batalla. Otra característica que comparten es que los dos están por encima de los demás seres humanos. Otra seña de identidad muy común es que ambos están unidos por un cordón espiritual inquebrantable, moviéndose entre lo divino y lo humano, buscando el amparo celestial para acometer sus respectivas empresas.

En definitiva, presentamos dos mundos donde el mito es perenne en ambos lados de la historia; el mundo de que hablamos es un mundo trascendente de la vida más allá de lo cotidiano, más allá de lo mundano. Ambos héroes son referentes para recuperar la fuerza del mito en el mundo presente desde un punto de vista espiritual. Hay que distinguir el Ser del Devenir, salir de este desorden mundial. Odiseo, el Gran Gran Capitán, grandes leyendas por sus grandes gestas, nos aportan fuerza interior y a explorar los recovecos internos de nuestro Ser. Son referentes para romper las barreras de nuestros mundos interiores.

VÍNCULOS ODISEO/GRAN CAPITAN:

  • Desintegración de sus egos.
  • Cosmovisión de la vida trascendental y espiritual.
  • La espada como símbolo de equilibrio, fuerza, justicia.
  • Búsqueda de la verdad.
  • Honor, patria, respeto hacia lo sagrado.

Referencias:

http://aracelirldeloleoalcincel.blogspot.com/2019/07/el-monasterio-jeronimo-de-granadala.html

https://viajarconelarte.blogspot.com/2015/09/la-iglesia-del-monasterio-jeronimo-de.html

Imágenes:

Por cortesía de Sagrario Malagón.

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