Archivo mensual: junio 2014

El mito en el pensamiento griego

Mitología griega

Mitología griega

Durante el período del pensamiento griego existía un crisol  de cuestiones filosóficas, científicas y religiosas, cuyo pensamiento giraba en torno a las creencias sobre mitos. La mayoría de la población griega basaba sus afirmaciones en supersticiones, rituales, leyendas heroicas de poder sobrenatural. Sin embargo, la vida religiosa, de carácter politeísta, tenía un peso muy arraigado en sus vidas cotidianas. El griego común vibraba en sintonía con las obras de Hesíodo y Homero, y en ese sentido les llevaba hasta el cenit de sus pensamientos más profundos, a direccionar su esfera más íntima hacia el mito. Detrás de cualquier mito griego se esconde un mensaje metafísico, de lacado cósmico que, obviamente, no llegaba a toda la red social griega, sino a un sector privilegiado de conocimientos espirituales, una fuente de sabiduría que ha ido emanando desde otras civilizaciones, tales como la egipcia,  e influidas también por corrientes orientales. La hondura de este pensamiento ha llegado a nosotros, hoy día,  a través de la cultura, el arte, la música, incluso en nuestro argot popular existen infinidades de referencias hacia la cultura griega que nos es muy distintivo en nuestra sociedad.

En la cultura griega se produce una escisión en los siglos V y VI a.C. con interrogantes sobre la naturaleza, el hombre, el destino, el universo, la muerte, entre los temas más destacados, que debían ser evaluados por un conocimiento más racional. Se creó un ambiente intelectual cuyo rango principal era despejar la membrana pagana que giraba en torno a la sociedad griega. Sin herir sensibilidades y con el máximo respeto hacia el pueblo, los filósofos presocráticos fueron los pioneros en abrir una brecha entre mito y filosofía.

Parte de la dificultad que se encuentra en el estudio del pensamiento griego anterior al siglo IV a.C. es la escasez de fuentes documentales directos; de hecho, el pensamiento y la tradición más  antiguas han llegado hasta nosotros por referencias y alusiones de autores posteriores.

Los problemas de los antiguos pensadores griegos surgen a partir de tres eslabones que se relacionan directamente con los sucesos de la vida humana y que siempre han ocupado el interés de los hombres, desde el más humilde, hasta el docto más reconocido: nacimiento-desarrollo-muerte.

FilósofosEl hombre ha estado bajo una nube de interrogantes, dudas, crisis, que se hallan ligadas en un sistema de mitos y creencias, cuya función, a menudo no explícita, es canalizar y , en última instancia, disipar las poderosas y perturbadoras emociones de alegría y de pena, de esperanza y de temor. Pero a veces, cualquiera sea la razón de ello, queda en la mente una especie de emoción residual, un sentido del misterio de la vida, que es la curiosidad o asombro en los cuales los filósofos veían el comienzo de la filosofía.

Indagar en nuestro ser más íntimo y personal era la asignatura pendiente de la filosofía griega, demostrando un especial interés sobre el alma, de comprender el posicionamiento del hombre en el universo, su relación directa con la divinidad, el contacto con seres sobrenaturales y, sin declinar, la apertura del más allá, después de la muerte.

Estas cuestiones no son una huella original de la filosofía, pues también podemos encontrar en las obras más consolidadas de Homero y Hesíodo.

Mi tema principal se centra en el alma al ocupar un lugar determinante en la filosofía de los grandes pensadores de la civilización griega y que además supuso una notable influencia no sólo entre los filósofos cristianos sino en las corrientes filosóficas venideras. La importancia del alma no es casualidad. El hombre ha estado llamado a reconocer su verdadera naturaleza a través de los tiempos, y ese palpitar por despertar y nacer de nuevo ha sido una tarea constante, metódica y reflexiva.

 

 

 

Deja un comentario

Archivado bajo Antigua Grecia, Mitología

Sibila: el don de la profecía

Sibila délfica, fresco de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.

La Sibila es una mujer inspirada por lo dioses que, según los antiguos, tenía el poder de predecir el futuro. Originariamente, Sibila era el nombre de una muchacha legendaria dotada del don de la profecía, pero pasó luego a designar a todas las profetisas. Este sistema de adivinación estaba extendido por toda Grecia y luego se desarrolló en Italia. Aunque se  desconozca el significado original de la palabra sibila, se cree que fue el nombre de una vidente de Marpeso, cerca de Troya, que expresaba sus oráculos en forma de acertijos, escribiéndolos en hojas de plantas. Lo cierto es que la tradición de las sibilas fue trasmitida a los griegos, y de ellos a los romanos, localizándose en lugares concretos. De esta manera, sibila se convirtió en un término genérico, aplicado a muy distintas profetisas, especialmente inspiradas por Apolo y encargadas de dar a conocer sus oráculos.  Por ejemplo, en el oráculo de Delfos, en Grecia, la profetisa, llamada pitia o pitonisa, era sacerdotisa de Apolo. Masticaba hojas de laurel (el árbol de Apolo) para sumirse en trance profético o inhalaba vapores volcánicos tóxicos  para tales fines proféticos.

Las más conocidas eran la sibila de Eritras, en Lidia (Asia Menor), y sibila de Cumas, en Campania (Italia), a las que la leyenda confunde a menudo. La sibila de Cumas, según la leyenda, fue una mujer llamada Amalthaea que se escondía en una cueva en los Campos Flegrei (Nápoles). Ella había sido joven y hermosa, lo suficiente como para atraer la atención del dios Apolo, quien le ofreció un deseo a cambio de su virginidad. Tomando de su mano un montón de polvo, Amalthaea pidió un año de vida por cada grano, pero por desgracia olvidó pedirle también la eterna juventud. A medida que iba envejeciendo, fue encogiéndose y resecándose hasta parecer una cigarra, entonces la metieron en una pequeña jaula que colgaron en el templo de Apolo en Cumas. Virgilio la representa escribiendo el futuro en las hojas de roble que había en la entrada de su cueva, esta cueva ocultaba una entrada al inframundo.

En suma, las sibilas estaban vistas como el símbolo de la sabiduría antigua. Según cuenta una tradición cristiana, habían predicho el advenimiento del cristianismo. Asimismo, hay que mencionar los Libros sibilinos: una recopilación de oráculos, escritos en griego, que los latinos llamaron libris fatales o fata sibilina. Según refiere la tradición, una anciana (se dice que fue la sibila de Cumas) propuso al rey romano Tarquino “el Soberbio” venderle los nueve volúmenes de estos libros. Tarquino no aceptó, pues la cantidad que pedía la anciana le pareció demasiado elevada. Ella entonces quemó tres volúmenes y le pidió la misma suma por los restantes. El rey volvió a negarse y la mujer quemó otros tres. Sorprendido por tanta obstinación, el rey terminó comprándole los tres últimos. Estos libros se conservaban en el Capitolio al cuidado de una secta de sacerdotes encargados, por orden del Senado, de consultarlos en caso de prodigios o calamidades públicas. En el siglo I fueron quemados, aunque más tarde se restauraron y pasaron al templo de Apolo, en el Palatino.

Por otra parte, también tenemos que destacar a los Oráculos sibilinos: recopilación del siglo VI d.C. compuesta por diatribas y profecías griegas de inspiración judeocristiana.

En el área literaria, Virgilio describe el antro de la sibila de Cumas y la convierte en la guía de Eneas en su descenso al Hades (Eneida, III y VI). El culto de Apolo era nigromántico, dedicado a los difuntos y al otro mundo. En el sexto libro de la Eneida, de Virgilio, la sibila de Cumas aparece como guía al más allá. Eneas, el héroe troyano, acude en consulta a su santuario, “una caverna enorme y oscura” situada bajo el templo de Apolo. Ella le entrega la Rama Dorada, credencial mágica para el más allá, y luego les guía, a él y a sus hombres, a las puertas del mismo, en el lago Averno.

También se menciona en la Metamorfosis de Ovidio (XIV):

Cuando éstas hubo preterido y a la diestra de Parténope las murallas abandonó, por la izquierda parte del canoro Eólida en el túmulo y, lugares preñados de palustres ovas, en los litorales de Cumas y en las cuevas de la vivaz Sibila entra y que a los manes paternos él acuda a través de los Avernos, le ruega. Mas ella su rostro, largo tiempo en la tierra demorado, erigió, y, al fin, delirante del dios por ella recibido: “Grandes cosas pretendes”, dijo, “varón por tus hechos el más grande, cuya diestra a través del hierro, su piedad a través de los fuegos se han contemplado. Deja aun así, Troyano, el miedo: dueño serás de tus pretensiones y las Elisias moradas y los reinos postreros del mundo conmigo de guía conocerás y las efigies amadas de tu padre. Inviable para la virtud ninguna vía hay”, dijo y fulgente de oro una rama en el bosque de la Averna Juno le mostró y le ordenó desgajarla de su tronco.

También, Petronio, en el Satiricón  presenta a la sibila convertida en juguete de unos niños que le preguntan: “Sibila, sibila ¿qué quieres?”. Ella responde: “Quiero morir…”

 

Sibila  pintada por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.

Sibila pintada por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.

En el área iconográfica, destaca, entre otras obras, la sibila de Cumas que fue pintada por Miguel Ángel que la retrató en la capilla Sixtina en el Vaticano.

Es preciso señalar la frecuente presencia de sibilas en el arte cristiano que se explica, como ya hemos indicado, por la tradición según la cual la venida de Cristo habría sido anunciada por oráculos sibilinos. Como mención especial destacaremos a Rodrigo Alemán (S.XVI): en la Sillería del coro de la catedral de Zamora, aparecen, junto a la figura del Antiguo y el Nuevo Testamento, otras de las sibilas, y en particular de la de Delfos.

 

 

Obras de referencias recomendadas:
Las Sibilas: Oráculos Divinos Entre Los Gentile Documentos Científicos e Históricos Recogidos y Dados a Luz…
La Eneida…
Las Metamorfosis
Satiricón

 

 

 

3 comentarios

Archivado bajo Antigua Grecia

Metamorfosis

metamorfosis2

Zeus y Leda

Como bien sabemos, en la mitología la metamorfosis de los dioses o de los hombres es un recurso común en numerosas leyendas: Narciso en flor, Procne en ruiseñor, Aracne en araña, etc. Los dioses son los únicos que pueden decidir su propia transformación. Por ejemplo, en la Odisea vemos a Atenea transformarse en pájaro o adoptar la apariencia de Mentor. Sin embargo, es Zeus quien aparece como el dios de las mil formas. Su leyenda es casi exclusivamente el relato de sus múltiples metamorfosis en animal, en fuerza de la naturaleza o en simple mortal. Por ejemplo, toma la forma de un cisne para unirse a Leda o la de un radiante toro blanco para raptar a Europa y llevarla sobre su lomo hasta Creta. Se presenta ante Dánae, encerrada en su torre, como una lluvia de oro que atraviesa una grieta del techo para caer en el regazo de la joven. En compañía de Hermes, se presenta bajo la apariencia de un simple viajero en casa de Filemón y Baucis. Estas transformaciones, como las de Proteo o las de Nereo, son siempre voluntarias y, sobre todo, reversibles. Proteo, por ejemplo, después de haberse transformado en león, serpiente, pantera, jabalí, agua o árbol, recupera su forma humana para responder a aquellos que, viniendo a consultarle, consiguen apresarle a pesar de su cambiante apariencia.

En el caso de los mortales, por el contrario, el cambio de forma es impuesto: la metamorfosis es el signo de poder de un dios irritado o, en ocasiones, benévolo. Es el procedimiento de intervención divina más corriente para vengar la moral escarnecida, castigar la hibris (desmesura) de los orgullosos o las afrentas personales a algún dios. La benevolencia mueve a los dioses, por ejemplo, a transformar a Filomena en pájaro para que así pueda escapar de Tereo que, después de violarla, la perseguía con un hacha para matarla. Inverso sería el caso de Licaón, convertido en lobo por haber dado de comer a Zeus carne humana cuando este vino a pedirle hospitalidad, o el de Acteón, convertido en ciervo por Artemisa y destinado a ser devorado por sus propios perros por haber sorprendido a la diosa desnuda.

Rapto de Europa

Rapto de Europa

Como se puede observar, allí donde existe el misterio brota el mito. Ahora bien, la metamorfosis se presenta la mayoría de las veces como una explicación del mundo poética, pero también simbólica y religiosa, como una justificación de cada una de las presencias familiares que rodean al hombre: convirtiendo a Dafne en laurel, queda justificada no sólo la existencia de esta planta, sino también sus características (su brillante follaje, su resistencia al invierno..). Por lo tanto, la metamorfosis es la expresión de una relación profunda del hombre con la naturaleza y la huella del pensamiento animista del hombre de los primeros tiempos. El animismo es un concepto que engloba diversas creencias en las que tanto objetos (útiles de uso cotidiano o bien aquellos reservados a ocasiones especiales) como cualquier elemento del mundo natural (montañas, ríos, el cielo, la tierra, determinados lugares característicos, rocas, plantas, animales, árboles, etc.) están dotados de alma y son venerados o temidos como dioses.

La metamorfosis aparece tanto en los llamados mito etiológicos (de los orígenes) como el de Níobe, cuyo cuerpo petrificado puede explicar la forma de una roca; como en los mitos cosmogónicos: Pirra y Deucalión, únicos seres humanos salvados del diluvio enviado por Júpiter, lanzan tras de sí los «huesos de su madre», Gea, que al transformarse en mujeres y hombres permitirán el segundo nacimiento de la humanidad. También, el mito de la metamorfosis suele aparecer por tanto como un mito antropogónico y genésico (relacionado con el nacimiento) que proporciona al hombre una respuesta no solo a los misterios del mundo que le rodea, sino también al de su propia existencia.

En Homero, los dioses se metamorfosean para intervenir en la vida de los hombres, particularmente en el campo de batalla.

La metamorfosis fue también objeto de una reflexión filosófica sobre la transmigración de las almas y la reencarnación. Así, en el Timeo de Platón, el primer nacimiento del hombre es debido a una acción del demiurgo, pero sus reencarnaciones sucesivas dependen únicamente del buen o mal comportamiento que haya regido la existencia de las almas de los individuos; así, por ejemplo, las aves son la reencarnación de hombres sin maldad, mientras que los imbéciles se transforman en reptiles y gusanos, y los cobardes…¡en mujeres!.

Obras de referencias recomendadas:
Metamorfosis (Clásica)
Platon Timeo (LECTURAS DE FILOSOFÍA)

Enlaces recomendados de Animasmundi relacionado con la misma temática:

Mitos sobre el origen del Cosmos y de los Dioses

Teogonía

Metempsicosis

El mito de los Titanes

 

 

 

 

5 comentarios

Archivado bajo Antigua Grecia, Mitología