Noûs: el alma del mundo

Zeus

Zeus (Photo credit: crafterm)

El Noûs es un término griego que etimológicamente remite a significados relacionados con la visión, el pensamiento y la reflexión, derivado de noéin (tener un pensamiento en la mente, en el espíritu) y que suele traducirse por inteligencia, intelecto o espíritu.

Por lo tanto, el noûs es exclusivo del ser inteligente, de aquel que se conduce según un objetivo anteriormente fijado, por lo que la comprensión de la realidad está dotada de sentido. Así, el noûs se presenta como una visión intelectual opuesta a la visión sensorial, aunque en la literatura arcaica, en ocasiones, su sentido está más próximo a esta última. En este término los atributos más destacados son la facultad de pensar, la capacidad reflexiva y la meditación con la comprensión, la percepción e incluso con la memoria. Estos atributos son puestos en conexión con un pensamiento objetivo, con una forma de inteligencia divina. De ahí que en el griego posterior, sobre todo en escritos filosóficos, el noûs se utilizara para designar la Inteligencia Suprema, el principio ordenador del universo.

También, los griegos denominaban a la Mente noûs porque contiene las formas originales de las cosas – las cuales reciben el nombre de ideas (idéai)- y ha nacido y proviene del dios supremo. Por esta razón, el dios supremo y la Inteligencia Suprema (denominada Alma del Mundo) son las fuentes de todas las almas, por lo que se entiende que existen las realidades celestes que llegan hasta nosotros. De acuerdo con este pensamiento, se descubre que desde el dios supremo hasta el último eslabón de la cadena existe una relación única e ininterrumpida de vínculos recíprocos: ésta es la cadena áurea de Homero, quien recuerda que el dios ordenó que colgara desde el cielo hasta la Tierra. Añadiremos un ejemplo:

Zeus reunió a la junta de dioses en el Olimpo. Y así les habló, mientras ellos atentamente le escuchaban.

¡Oídme todos, dioses y diosas, para que os manifieste lo que en el pecho mi corazón me dicta! Ninguno de vosotros, sea varón o hembra, se atreva a transgredir mi mandato, antes bien, asentid todos, a fin de que cuanto antes lleve al cabo lo que me propongo. El dios que intente separarse de los demás y socorrer a los teucros o a los dánaos, como yo le vea, volverá afrentosamente golpeado al Olimpo; o cogiéndole, lo arrojaré al tenebroso Tártaro, muy lejos en lo más profundo del báratro debajo de la tierra —sus puertas son de hierro y el umbral, de bronce, y su profundidad desde el Hades como del cielo a la tierra— y conocerá en seguida cuánto aventaja mi poder al de las demás deidades. Y si queréis, haced esta prueba, oh dioses, para que os convenzáis. Suspended del cielo áurea cadena, asíos todos, dioses y diosas, de la misma, y no os será posible arrastrar del cielo a la tierra a Zeus, árbitro supremo, por mucho que os fatiguéis, mas si yo me resolviese a tirar de aquella os levantaría con la tierra y el mar, ataría un cabo de la cadena en la cumbre del Olimpo, y todo quedaría en el aire. Tan superior soy a los dioses y a los hombres. (La Iliada, Canto VIII).

También, según Homero, el nous de Zeus es siempre más poderoso que el de los hombres. El nous, pues, también implica cierta visión de largo alcance porque no solo penetra más profundamente, sino que también ve más lejos que nuestros ojos tanto en el espacio como en el tiempo.

Por otra parte, Anaxágoras lo introduce en su filosofía con un significado similar al de «inteligencia ordenadora», para explicar el movimiento de las «semillas» que da lugar a la constitución del cosmos. Sin embargo, el papel de la inteligencia queda reducido al de causa inicial del movimiento que, una vez producido, sigue actuando por sí mismo sometido a causas exclusivamente mecánicas.

Por último, el noûs se localiza siempre en el pecho, pero nunca se considera algo material y tampoco se contempla en su origen como un órgano del cuerpo. En La Odisea, Canto XI, Circe da a beber la droga a Odiseo con la intención de convertirlo en cerdo y fracasa en el intento, le dice al héroe:

Estoy sobrecogida de admiración, porque no has quedado hechizado a pesar de haber bebido estos brebajes. Nadie, ningún otro hombre ha podido soportarlos una vez que los ha bebido y ha pasado el cerco de sus dientes. Pero tú tienes en el pecho un corazón imposible de hechizar.

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