Los orígenes de los oráculos

250px-Themis_Aigeus_Antikensammlung_Berlin_F2538Si leemos a Heródoto, el primer escritor en prosa y fundador de la historia como género literario, nos damos cuenta que es un buen representante de lo mejor de la ilustración del siglo V a.C. El historiador destaca que habían sido las sacerdotisas de Dodona quienes le habían facilitado el siguiente testimonio: “dos palomas negras, que emprendieron el vuelo en Tebas de Egipto, llegaron la una a Libia y la otra a su propio territorio. Esta última se posó sobre una encina y, con voz humana, señaló que en aquel lugar tenía que haber un oráculo de Zeus; los de Dodona, entonces, comprendieron que la orden que se les daba tenía un carácter divino y obraron en consecuencia (…) La paloma que fue a Libia ordenó a los libios que fundaran un oráculo de Amón, oráculo que también pertenece a Zeus”. (Historia I 344-345)
En la Odisea (XIV 327-328)en el oráculo de Dodona la voz de Zeus se dejaba oír con el ruido que hacía el follaje de una encina agitada por el viento. De acuerdo con el murmullo de las hojas se pronunciaban los oráculos a los fieles, aunque no era el único procedimiento adivinatorio que allí se empleaba. Por ejemplo, también se basaba en la interpretación del gorjeo de las palomas que se posaban en la encina sagrada (Sófocles Traquinias 171-172), de ahí que las profetisas del dios fueran llamadas palomas.
Por otro lado, las fuentes arqueológicas sugieren que Dodona, situada entre las montañas del suroeste de Ionnina, estuvo poblada ya en los comienzos de la Edad del Bronce y, en Homero, el oráculo de Dodona era el santuario oracular por excelencia ( Ilíada XVI 233; Odisea XIV 327 y XIX 296). Las fuentes clásicas son unánimes en afirmar la antigüedad del oráculo (Esquilo, Suplicantes 249); Platón (Fedro 275 b; Aristóteles (Meteorología I 14, 352 a).
Al parecer en el oráculo de Dodona, Zeus parece haber heredado un santuario previamente consagrado a Gea, la diosa de la Madre Tierra donde eran adorados al aire libre en torno a la encina sagrada. Los restos de un altar de piedra y bronce y los trípodes de hierro dan mucho testimonio sobre la tradición de los sacerdotes de Zeus, los Selli. El santuario de Zeus se convirtió en un monumento de piedra. Un pequeño templo fue construido al lado del árbol de encina y un muro rodeaba el complejo, atravesado por una pasarela ornamental.

Oráculo de Delfos

Oráculo de Delfos

En cuanto al santuario oracular de Apolo, era muy respetado por los griegos que resolvían las preocupaciones derivadas de las incertidumbres de los humanos, pero más allá de dichas preocupaciones también era empleado para aclarar conflictos éticos y judiciales y aclarar conflictos políticos.

Por otra parte, el emplazamiento arqueológico de Delfos fue uno de los lugares más importantes del mundo griego. Está situado cerca del golfo de Crisa, rodeado por el monte Parnaso, que la mitología considera como la morada de las musas. Dentro de este emplazamiento se encontraban distintos monumentos, pero todo giraba en torno al templo de Apolo, el lugar que albergaba el oráculo donde la pitia hablaba en nombre de Apolo para responder  las preguntas de los visitantes.
Por él pasaron personajes como Filipo II, rey de Macedonia;  Pirro, rey de Épiro; Cicerón, Juliano, etc. Sin embargo, no todos podían comprender las palabras y los mensajes. La respuesta de la sibila era ambigua, se tenía que interpretar. «El oráculo no oculta ni revela la verdad, solo la insinúa» (Heráclito, siglo VI a.C.).
Y no por casualidad en el templo de Apolo estaba la famosa frase “Cónocete a ti mismo”, ya que sólo quien puede entrar dentro de sí mismo puede comprender el mensaje.
pitonisa
La pitia o pitonisa se encontraba en el recinto del templo que se llamaba “adyton” (del griego τὸ ἄδυτον, literalmente «lugar en el que no se puede entrar»). Recibía al consultante sentada sobre un trípode de madera de laurel. Las patas simbolizaban el pasado, el presente y el futuro, lo cual venía a significar otra enseñanza interesante: «Sin aceptar el pasado, sin conocer el presente, ningún futuro puede construirse».
Los autores están de acuerdo con la existencia de una fuerza en el interior, sobre la que la pitonisa inhalaba los vapores que allí se desprendían, o tomaba del agua de la fuente que allí se ubicaba, para poder transmitir los juicios, frecuentemente ambiguos, que determinaba el dios Apolo.
Tanto en la República como en las Leyes, Platón insiste en la importancia del culto a Apolo, necesario para satisfacer a las masas populares que reclaman una magia ritual. Fuera del ámbito adivinatorio, recientemente al leer a Eurípedes, encontré otro epíteto para Apolo:
«- ¡Ay, ay, vuelve el dolor, me vuelve! ¡Dejadme a mí desdichado! ¡Ojalá me venga la Muerte Sanadora! (Eurípedes Hipólito, 1370)
En este caso, “Sanador” es el epíteto común de Apolo, considerado médico de los dioses y de los hombres, pero aquí se aplica a la Muerte (masculino en griego), que, para Hipólito, en esos momentos, es su salvación.»

Los Oráculos de Delfos y Dodona siguieron funcionando hasta el siglo IV, cuando la creciente popularidad del cristianismo llevó finalmente al cierre del santuario de Apolo y de la tala y desarraigo de la encina sagrada de Zeus en Dodona.
Estas son las referencias  a los oráculos en la Ilíada y la Odisea:
La Ilíada, canto 16 (233):
“¡Zeus soberano, Dodoneo, Pelásgico, que vives lejos y reinas en Dodona, de frío invierno, donde moran los Selos, tus intérpretes, que no se lavan los pies y duermen en el suelo! Escuchaste mis palabras cuando te invoqué, y para honrarme oprimiste duramente al pueblo aqueo. Pues ahora, cúmpleme este voto: Yo me quedo en el recinto de las naves y mando al combate a mi compañero con muchos mirmidones: haz que le siga la victoria, longividente Zeus, e infúndele valor en el corazón para que Héctor vea si mi escudero sabe pelear solo, o si sus manos invictas únicamente se mueven con furia cuando va conmigo a la marcial contienda. Y cuando haya apartado de los bajeles la gritería y la pelea, vuelva incólume con todas las armas y con los compañeros que de cerca combaten”.
La Odisea, canto 19 (296):
“También me dijo que Odiseo había marchado a Dodona para escuchar la voluntad de Zeus, el que habla desde la divina encina de elevada copa, para enterarse si debía volver a las claras u ocultamente a su tierra patria, después de tantos años de ausencia. Así pues, él está a salvo y vendrá muy pronto, no permaneciendo ya largo tiempo lejos de los suyos y de su tierra patria”.

Para terminar, recientemente se ha descubierto un antiguo oráculo en el centro de Atenas, un pozo en el cual se realizaba un ritual de hidromancia, un método de adivinación por medio del agua.  En el pozo aparece una inscripción que dice: “Ven a mí, oh Peán, trae el oráculo verdadero”. El término “Peán” es uno de los epítetos con que se designaba también al dios Apolo, el hijo de Zeus. Hasta ahora se conocía el oráculo de Delfos, dedicado a Apolo, pero ninguno en Atenas.

Referencias biliográficas:

  1. Historia (Letras Universales)
  2. Revista «Esfinge»
  3. Los preceptos de Delfos o una filosofía de la vida
  4. Oráculo de Apolo

 

Para ampliar más información:

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2 comentarios

Archivado bajo Antigua Grecia

2 Respuestas a “Los orígenes de los oráculos

  1. Manuel

    En qué bibliografía te has basado para ello?? Gracias.

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