La religión griega en Homero y Hesíodo

La religión griega es un tema con el que estamos obligado a pensar no sólo en  la religión, sino también en la política, la antropología, la historia, la moral y la vida cotidiana. Para el griego, la religión era una experiencia más que un dogma, es decir, una forma de vida intrínseca que empieza justo cuando el individuo nace y termina cuando muere. Todo este proceso conlleva a que brote la conciencia individual y esa experiencia misma no se puede describir si no es a través del lenguaje ritual, el lenguaje mítico y el lenguaje conceptual, que son, a la vez, su expresión y su instrumento.

Hay que destacar que la religión griega no fue prescrita al pueblo por una fuerza exterior ni por una revelación sagrada, sino más bien nace de la fantasía del pueblo, originaria de sus supersticiones, miedos y temores. En otras palabras: la comunidad no tiene libros sagrados, ni dogmas ni tampoco levantan una iglesia con su jerarquía. La única finalidad es la de  encumbrar templos para rendir culto a una divinidad y a través del mito, transmitir el significado natural de los hechos que rodean al hombre.

Homero

Más adelante, Homero y Hesíodo modelan las fuerzas de la naturaleza de los demonios primitivos de manera antropomórfica, convirtiéndolos en dioses maravillosos, leyendas que unen a los hombres y a los dioses. Aunque hay un desprendimiento de los demonios primitivos, siguen siendo fuerzas naturales. Ambos autores fueron los transmisores de la religión griega, del canto épico, de los himnos, recabando las fantasías populares de los campesinos, así como la tradición religiosa de los distintos pueblos, los cultos a la naturaleza, etc. Fueron los rapsodas, poetas, primeros maestros de la lengua griega, los creadores del dialecto épico, sintetizando con ello la base de todas las leyendas, mitos y héroes.

El mundo homérico tiene una forma de ver la verdad que ha llegado a nosotros,  convirtiéndose en una tradición poética, en parte por reflejar su sociedad, no tan distante y lejana como podemos creer. En Homero, por ejemplo, se puede destacar las relaciones del hombre con la naturaleza, del hombre con el hombre, del hombre con dios, donde la ética, la moral y la psicología son las herramientas fundamentales del hombre para posicionarse ante la vida. Nuestro mundo, tal como se ve hoy día, está desequilibrado, desmoralizado, desestructurado y hay una carencia de valores humanos en cada rincón de la tierra. Así son los dioses homéricos, que se presentan en el mundo real tal como los vemos, con sus objetivos irracionales y sus intervenciones más bien erráticas. Homero y Hesíodo han llegado a nosotros porque nos muestran, en cierto modo, la verdad, una verdad con la que yo me identifico plenamente y que trato de ensalzar y a la vez de desmenuzar.

¿Qué se aprende con Homero y Hesíodo? Con Homero y Hesíodo se aprende un camino: el hombre tiene que ser fiel a sí mismo, sin más.

De la obra de Homero emana una sabiduría que llama poderosamente la atención: una crítica a una sociedad y una comprensión de esta. Homero  nos presenta la cruda realidad tal como es, no acorde con nuestros deseos y sueños que anhelamos diariamente. Por eso, nosotros, como lectores, como observadores de la vida, de la naturaleza, de nuestro entorno,  debemos usar la inteligencia (Nous) en su más alta esfera porque las exigencias de la vida son tal como nos las presentan Homero y Hesíodo. Por eso, hay que penetrar dentro de dicho pensamiento para discernir el papel que el hombre juega en esta vida.

Hesíodo

Homero y Hesíodo, entre otros, eran los sabios de la época arcaica, poetas que hacían de magos, de videntes, presentándonos mundos irreales e imposibles de entender a través de los sentidos, pero ellos consiguen con su gran maestría que nos lo creamos, porque ese mundo irreal, mítico, casi surrealista, que nos presentan es para nosotros una forma de ver la realidad y de reconciliarnos con ella.

¿Cuál es su llave maestra para hacernos creer en ese mundo? El mito. El mito es la expresión (vehículo) simbólica de algo que está más allá. Ambos poetas crearon la teogonía y cosmogonía, dando como producto final la visión de todo el pueblo, en moral y ética.

Por lo tanto se crea una teogonía y una cosmogonía fiel al pensamiento griego. No es de extrañarnos: cada pueblo indígena se encuentra el mismo ideario sobre la creación del hombre, su destino y la formación del universo. Esto se debe a que la naturaleza humana siente una necesidad profunda de encontrar una justificación de todas las cosas. De hecho, Rodas y Creta, por ejemplo, tenían también su propia teogonía; Eleusis y Samotracia eran fuentes de misticismo.

Dioses

La idea principal es que los dioses no existen desde siempre, no han creado el mundo, han surgido del seno oscuro de las fuerzas naturales; los elementos engendran al dios, por ejemplo, el Ponto crea a Nereo, los hombres no han sido creados por los dioses. Los dioses han nacido pero no mueren. Se alimentan de ambrosía, néctar y humo (el que sube de los altares cuando se realizan sacrificios). Por sus venas no corre sangre, sino un líquido especial: el ícor.

Los dioses son fuerzas no personas. El pensamiento religioso organiza y clasifica estas fuerzas; distingue varios tipos de poderes sobrenaturales con su propia dinámica, su modo de acción, sus dominios y sus límites. Cada divinidad tiene su nombre, sus atributos, sus aventuras. Además, son antropomórfico, es decir, a la divinidad se le atribuyen la apariencia y las cualidades del hombre, porque consideran que la figura más bella es la humana, Aunque los dioses sean invisibles para el hombre, éstos se manifiestas de manera indirecta: disfraces, sueños, fenómenos atmosférico (lluvia, trueno…), animales (cisne, toro…)

Los dioses simbolizan la eterna juventud, llevan una vida fácil, teóricamente son omniscientes, prevén el futuro pero no pueden desviarlo, dominan a los hombres y a la naturaleza, pero  la única fuerza que se les escapa es el destino. Por ejemplo, dirigen la guerra de Troya, Zeus conoce de antemano la caída de Troya, pero no puede evitar el destino de su hijo Sarpedón: su muerte. Cada dios elige un bando, pero ¡ojo!, del mismo modo que el hombre depende de los dioses, los dioses también dependen de los hombres. Deméter (disfrazada de anciana) le pide ayuda a los vecinos de Eleusis y éstos le dicen quién raptó a su hija Perséfone. Los hombres intervienen en los conflictos de los dioses, por ejemplo, con el asunto de la manzana de la discordia, en el que Paris decide quién es la más bella.

En definitiva, la religión griega hace algo más que amparar la vida cívica del ciudadano griego, cala cada uno de sus gestos desde que nace hasta que muere. Otra peculiar seña de identidad es que no conocen  la diferencia, que a nosotros nos resulta familiar, entre lo sagrado y lo profano, el ámbito religioso y el ámbito laico. Esas distinciones no tienen sentido para el ciudadano griego ya que la mayoría de sus actos humanos tienen una dimensión religiosa en la cual la comunidad vibra en una perfecta sintonía.

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2 comentarios

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2 Respuestas a “La religión griega en Homero y Hesíodo

  1. Eduardo

    En reciente conversación con algunos amigos (en Cali, Colombia) surgió este tema: ¿tenían los griegos (por ejemplo, en Homero, Hesíodo, los trágicos) una concepción del yo, del individuo, del sujeto?
    Yo les cité este pasaje:
    «Soy Odiseo, el hijo de Laertes, que entre todos los humanos destaco por mis tretas, y mi fama alcanza hasta el cielo. Habito la despejada Ítaca. Hay en ella un monte elevado, el Nérito de sombrías arboledas. En torno suyo están tendidas numerosas islas, muy próximas entre sí: Duliquio, y Same y la hoscosa Zacintos. Itaca se alarga llana en un extremo de la mar, hacia occidente, y las otras a distancia hacia la aurora y el oriente. Abrupta es, pero buena criadora de jóvenes. Yo, al menos, no soy capaz de imaginar nada más dulce que esa tierra». Homero: Odisea (canto IX).
    Es la traducción de García Gual. En este pasaje es evidente que Odiseo tiene conciencia de sí, se atribuye ciertos rasgos que lo individualizan respecto de otros.
    ¿Has escrito algo al respecto? ¿Conoces estudios relativos al tema?
    Un cordial saludo.

    • Para responder a tu pregunta me remito a las fuentes eruditas. Un crítico que ha escrito con profundidad sobre la cuestión es Hermann Frankel, que destaca que el hombre homérico no tiene más puntos de referencia que la sociedad por la que se mueve. Para Frankel, el hombre homérico se caracteriza por una vitalidad elemental. No concede un solo pensamiento a otra vida, sino que se realiza en la intensa experiencia de esta, experiencia que oscila entre alegría y pesadumbre. Por grandes que sean sus sufrimientos al hacer frente a la dura necesidad, el hombre homérico sigue aceptando todo lo que le reporta la vida, incluida la muerte.
      Ese Yo es apasionado, inteligente, impulsivo, reflexivo, sus pasiones son objetivas, pero nunca dirigidas hacia dentro sino hacia el exterior. El hombre homérico sabe lo que quiere, no está confundido ni deprimido; se enfurece contra alguien o bien sufre a consecuencia de algo. Pero no te confundas, el hombre homérico, al ser objetivo, carece de interioridad. No tiene nada oculto, ni interioridades que esconder; habla y actúa tal como es, es como un volcán en erupción. Según James Redfield no existe para él ninguna frontera clara entre el ego y el alter. Para Frankel, “el hombre no es una síntesis de su historia, sino su historia misma”.
      Sin embargo, en la Odisea cambia totalmente el concepto del Yo. En la Odisea, Ulises es capaz de ocultar sus pensamientos, Ulises tiene un mundo interior más desarrollado donde su Yo alcanza otras dimensiones, opuestas, por ejemplo, a Aquiles. Hablo extensamente de Ulises, sobre este tema, en Animasmundi: “Ulises, más allá del mito”. El Yo de Ulises es consciente, conectado a una realidad metafísica, ese Yo está empastado al Nous, como la manifestación de un Yo espiritual.
      En definitiva, según qué autores se lea, unos dicen que Aquiles tuvo más interioridad de la que Homero le otorga. Hay que tener claro una cosa: si te refieres a ese Yo como claramente condicionado por la sociedad, o bien, ese Yo que se salta los roles y estatus de su sociedad. Está claro, que el hombre homérico está solapado a su sociedad, a sus creencias, a sus objetivos, como lo puede estarlo tú o yo; sin embargo, si te refieres a ese Yo, como manifestación espiritual, como cuando dijo Cristo “Yo soy quien soy” manifestando con ello un estatus divino, espiritual, crístico, lógicamente, el hombre homérico está en las antípodas de ese estadio.
      Gracias por seguir el blog. Un saludo.

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