Autor: Javier Jara Herrero @JavierJaraH (Twitter, 24 diciembre de 2022)
La famosa Saturnalia romana no era la celebración más antigua del renacer de los días. El solsticio de invierno, naturalmente, ya se celebraba en la antigua Grecia con una festividad dedicada a Dioniso, deidad asociada al vino y a la fertilidad.

Coincidían con el mes griego de Posidonia, que podríamos identificar con la segunda mitad de diciembre y la primera de enero. Durante las Dionisias rurales tenían lugar grandes actos públicos y musicales, así como otras celebraciones privadas de los «misterios» dionisíacos.
Pero el evento más popular de esta festividad consistía en una procesión que comenzaba a las afueras de la ciudad. Ciudadanos de toda clase social dejaban de lado sus diferencias (hasta cierto punto) y se reunían en un entorno natural para conmemorar sus orígenes comunes.
Los congregados iban ataviados con máscaras que escondían su identidad y que favorecían un sano intercambio de sátiras y burlas antes de comenzar el desfile hacia la ciudad. No faltaban tampoco hombres y mujeres travestidos, lo que potenciaba la igualdad entre los participantes.

Durante la procesión, unos individuos (‘phallophoroi’ o ‘portadores de falos’) cargaban sobre sus hombros un carro con imágenes del dios Dioniso, estatuillas de madera que en su forma más antigua representaban un gigantesco poste fálico, coloreado de rojo y ricamente decorado.

Esta comitiva iba precedida por muchachas jóvenes con cestas, que anunciaban el paso del dios lanzando pétalos al aire. El broche de la procesión lo protagonizaban sátiros y mujeres con diversas ofrendas, particularmente hogazas de pan y jarras de agua, pero sobre todo de vino.

La celebración culminaba con las correspondientes ofrendas de alimentos y bebida en el templo consagrado al dios. Era el momento dejar paso a los placeres terrenales, que consistían en un lujoso banquete que, en algunas ocasiones, corría de parte del erario público.

En esta fase final no era extraño encontrar a las llamadas ‘ménades’, mujeres que representaban a las musas relacionadas con Dioniso y que se dejaban caer en el trance salvaje y orgiástico que se asociaba con este dios.

Pero lo más corriente era organizar concursos de baile y canto mientras los coros interpretaban composiciones poéticas. Con el paso del tiempo se incluyeron representaciones dramáticas, probablemente de las obras que habían alcanzado la fama durante ese año.
Las Dionisias rurales alcanzaron gran fama a mediados del siglo V a. C., momento en el que Aristófanes las plasma como telón de fondo de su obra ‘Los Acarnienses’.
Forman también parte de los festejos generales griegos conocidos simplemente como ‘Dionisias’, que contaban con otra celebración urbana (las ‘Grandes Dionisias’) en nuestro mes de marzo, en esta ocasión para celebrar el final del invierno y la calma en los mares navegables.
No es que falte el vino (junto con otras libaciones) en nuestra forma actual de celebrar estas fechas, pero quizá, solo por probar, podríamos honrar también las antiguas costumbres griegas un año de estos. Seguro que, al menos, será divertido y saldremos en los periódicos.
PARA MÁS INFORMACIÓN:
Bernabé, A. y Macías Otero, S. (eds.) 2020: Religión griega: una visión integradora. Madrid: Guillermo Escolar Ed.
Larson, J. 2016: Understanding Greek Religion. New York: Routledge.