Electra

Electra (ópera) - Wikipedia, la enciclopedia libre
Electra (Wikpedia)

Almuñécar (Granada, España) abrió su XIII Festival de Teatro Grecolatino el primer fin de semana de septiembre con la presentación de la comedia “Mercado de amores” de Plauto, estrenada este verano en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.

La comedia de Plauto está llena de enredos, engaños y confusiones de inspiración grecolatina escrita por Eduardo Galán Font a partir de la fusión de tres comedias de Tito Maccio Plauto: ‘El mercader’, ‘Asinaria’ y ‘Cásina’. Resultó alegre, entretenida y cargada de humor.

La segunda jornada fue el plato fuerte del festival con la tragedia “Elektra.25”, de Atalaya Teatro TNT de Sófocles.

La obra de Sófocles, a través de la compañía teatral Atalaya, ha supuesto para mi la primera catarsis por su fuerte carga emotiva, su fuerza descomunal en los personajes y su intensidad, con la proyección coral como motor principal, pues es precisamente el coro quien marca y dirige el ritmo y el tono trágico de la obra, acompañado de cánticos étnicos y de una coreografía perfectamente ejecutada en cada escena. Con esta atmósfera, los principales personajes de la trama iban in crescendo hasta alcanzar el punto más trágico de la obra. La interpretación de la música, la danza y el coro transformaban el escenario en un tsunami que te arrastraba al fondo de la tragedia provocando sensaciones muy fuertes, con esa intensidad en los personajes, pero con la exquisitez y refinamiento tan característico del espíritu griego en sus calculados diálogos. Gracias al conjunto de la obra tan bien concertada es, precisamente, la primera obra clásica en la que veo la esencia de ese espíritu griego que suelo leer en los textos clásicos, en sus personajes, esa fuerza que arrastra al ser humano hacia lo más bajo de su ser para luego elevarse hacia lo más alto, como es el caso de Orestes y de su hermana Electra. Esa elasticidad, con el sentimiento trágico de los personajes, se refleja muy bien en la obra como trenes que chocan entre ellos a toda velocidad, pero que luego son capaces de reconstruir de nuevo su mundo interior y restablecer finalmente la justica cívica.

Precisamente el choque conflictivo de intereses cívicos entre Clitemnestra, Electra y Orestes tenía que suceder, una situación que rebasaba los límites de lo racional y que se llevaba incubando interiormente años atrás durante la guerra de Troya y después de ésta, enraizados por unas tradiciones religiosas fortísimas y con el único fin de poder vengar el crimen de Agamenón (con el ardid de Electra y su hermano Orestes) perpetrado por su esposa Clitemnestra y su amante Egisto. Precisamente, durante la guerra de Troya, Egisto (hermano de Agamenón) se quedó en Micenas y sedujo a Clitemnestra, esposa de Agamenón, que cedió a tal pretensión y vivieron juntos hasta el regreso del rey Agamenón que fue asesinado por ambos.

Según la antigua tradición, la muerte violenta del caudillo rompe la triada de equilibrio Estado-naturaleza-sociedad. No solamente expresa un acto de traición y crimen, sino que hay que elevarlo a una dimensión simbólica que va conectado al mundo masculino que subordina al femenino.

Hay que destacar que la visión del mundo clásico se basa en tres pilares fundamentales: el linaje (o la casta), que va conectado a la vida ciudadana y al Estado; luego, el núcleo familiar relaciona al hombre con un grupo humano y que se rige por la ley de la sangre, sumamente importante; por último, el hogar(oikos), la vida privada del palacio en el que ardía el fuego ofrecido a los antepasados, a sus héroes y a los dioses. Cuando estos tres principios se rompían se entraba en crisis, en una ruptura de los tres basamentos, se penetraba en una profunda oscuridad y se producía todo tipo de males que podían desatar la destrucción de una forma de vida, el cambio o transición y, finamente, el establecimiento de un orden nuevo.

Por esta razón, la familia constituía el basamento principal, y la estabilidad y el equilibrio le correspondían al varón. Un caso como el acto criminal llevado por Clitemnestra se debía castigar. La venganza era el único cauce para superar la crisis y restablecer los patrones naturales de conducta. Orestes tenía la autoridad plena para ejecutar al culpable que convertía el matricidio en un asunto privado y no de responsabilidad pública, aunque hay que destacar que el acto de Orestes carece de sentido de individualidad pues su decisión y la de Electra se fundamenta en la concepción tribal del clan, inscrita en la ley de la sangre. El papel de Electra está bien definido: conservar y defender las tradiciones, fortalecer los lazos de parentesco y asumir el patriarcado; su madre, sin embargo, invirtió el orden establecido, buscando sus propios intereses (Clitemnestra es la antítesis de Penélope) siendo una figura del hogar negativa y destructiva, dejando huérfanos a sus hijos y sembrando el caos en Micenas, rebajando a su hija como despojo y usurpando, a su vez, el gobierno de Micenas con su amante Egisto.

La maldición de la estirpe de los atridas pesa en cada uno de ellos, las percepciones e ideas de cada personaje se turban con ideas antiguas de creencias sobre el “ojo por ojo y diente por diente”, en medio de un ambiente hostil y tóxico. Los personajes entran en un bucle de agresiones, culpabilidad, remordimientos, yendo con todas sus fuerzas al abismo del final de sus vidas. Sea cual sea el grado de violencia, cada personaje defiende su creencia social, política y religiosa, bloqueando así otra alternativa. La venganza, finalmente, se consuma.

La escenografía pone de manifiesto todos los elementos descritos en párrafos anteriores, la música y el coro dirigen y ejecutan cada acto de manera sobresaliente. La atmósfera que envolvía el escenario te hacía mascar la densidad de la tragedia en toda su plenitud. No había fisuras en la composición de la obra, de ahí se entiende que se diera la catarsis al final. Es muy importante este componente en el espectador.

Hemos hablado ya alguna vez en este blog de la catarsis (del griego κάθαρσις kátharsis, purificación). La palabra catarsis es utilizada por Aristóteles para definir la tragedia griega (La Poética o Sobre la poética). Ver representadas sobre las tablas las debilidades humanas, ayudaba al hombre a ver los efectos y las consecuencias negativas de éstas, contribuyendo así a la purificación del alma como finalmente consigue Orestes en su largo peregrinar hasta alcanzar la expiación de su alma.
Pero existe otro término griego que podemos relacionarlo con la obra y que nos permite conocer también mejor la mentalidad griega. Nos referimos a miasma. La palabra proviene del griego μίασμα, mancha, pero es mucho más que eso. Según la R.A.E miasma es un efluvio maligno que, según se creía, desprendían cuerpos enfermos, materias corruptas o aguas estancadas. De ahí se creía que provenían infecciones que se propagaban de unos a otros como por ejemplo las bacterias. En la obra, los personajes tienen que expulsar hacia fuera ese efluvio maligno que le corroe por dentro, el peso de un crimen y así romper con las ligaduras de una maldición que arrastraba a los atridas de generación en generación. En el griego antiguo miasma es también una impureza no sólo física sino moral. Era necesario expiar los miasmas a través de rituales y ceremonias para que estos no se propagaran ya que estas personas podrían ser perjudiciales para la sociedad. Electra insiste en realizar dichos rituales sobre su madre, la culpable de la deshonra moral del núcleo familiar y de la impureza del linaje de los atridas. Orestes cierra la mancha de su estirpe y con ello el ciclo trágico en la magna obra La Orestíada, una trilogía de obras dramáticas de la Grecia Antigua escrita por Esquilo. La obra en sí trata del final de la maldición de la casa de Atreo.

En la obra de Sófocles resalta, por un lado, el convencimiento de la solidez del equilibrio divino y, por otra parte, la creencia de que el hombre está conectado de manera consciente a sus excentricidades y desarraigo con respecto al mundo de lo divino y esta conciencia, que casi se podría calificar de “existencial”, es siempre dolorosa.
Si mirásemos con lupa a los protagonistas de la obra de Sófocles, observaríamos que estos no conocen el consuelo ni la redención, ya que los conflictos a los que se enfrentan son irreparables. Es decir, la enseñanza primordial de sus textos nos expresa que dentro de la esfera de la razón, la prudencia, la justicia, la fuerza y la inteligencia son limitadas; en otras palabras, el héroe trágico es derrotado finalmente por fuerzas superiores a él, fuerzas cuya comprensión íntegra no está a su alcance, ni mucho menos se puede vencer por la prudencia racional.
Hay que destacar que esta visión humana, ese desenlace trágico y abismal no desemboca en el total pesimismo, sino que conlleva la existencia de un orden y un equilibrio superior a él, provocando al espectador un sentimiento de alegría, calma, incluso de paz interior, en otras palabras, se daba la Kátharsis que, por medio de la piedad y el terror, producía la tragedia entre los espectadores.

Orestes - Wikipedia, la enciclopedia libre

El cuadro se titula “Las Erinias”, realizado en 1862 por William Adolphe Bouguereau, y trata de Orestes perseguido por las Erinias después de matar a su madre con un cuchillo. En este cuadro podemos observar a Orestes desnudo, tapándose los oídos para así no escuchar a las Erinias que señalan la trágica muerte. En la obra, la escena central es opresora, no da tregua, es un tiburón hambriento detrás de su presa, con la danza, la música, el coro de fondo con voces de ultratumbra.

Las Erinias se representaban como genios femeninos alados con los cabellos entreverados de serpientes y blandiendo antorchas o látigos. Su morada es el Érebo, las tinieblas infernales. A menudo comparadas con “perras”, vuelven locas a sus víctimas, a las que persiguen sin descanso.

A su vez, son Protectoras simbólicas del orden del cosmos (el universo organizado frente al Caos) y del orden religioso y cívico característicos del pensamiento helénico, opuestos a las fuerzas desestabilizadoras de la anarquía, persiguen a todo aquel que haya cometido una falta susceptible de turbarlos, desde las cometidas contra la familia hasta el pecado de la hibris. Castigan especialmente a los asesinos, ya que su crimen es tanto una mancha de tipo religioso como una amenaza para la estabilidad del grupo social. Expulsado de su ciudad, el culpable errará de ciudad en ciudad, víctima de la persecución de las terribles Erinias, hasta que encuentre una autoridad caritativa que consienta en purificarlo de su crimen. Las Erinias se convierten entonces en las Euménides, “las bondadosas”, eufemismo con el que se pretendía halagarlas para desviar su cólera y conseguir que fueran propicias.

Desde los poemas homéricos, la función esencial de las Erinias es la de vengar el crimen y castigarlo, especialmente los cometidos contra la familia, encabezados por el parricidio. La tradición trágica les otorga este papel fundamental a través de la historia ejemplar de dos familias míticas perseguidas por una maldición implacable: los Labdácidas, en torno a la figura de Edipo y los Atridas, en torno a la de Orestes, ambos parricidas irresponsables que obtendrán la redención de su crimen después de la purificación. La maldición divina original cede así su lugar a un nuevo orden cívico.

Enlaces relacionados con la temática:

Qué es la «hybris»

Las maldiciones en la antigua Grecia

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