Viaje a Grecia: Tirinto

Murallas de Tirinto

Tirinto es la cuna de Heracles, un yacimiento arqueológico enclavado en el Peloponeso. Era una fortaleza descomunal situada sobre una colina hace más de siete mil años, conocida como la de las grandes murallas. Tuvo su máximo esplendor entre el 1200 y el 1400 a.C. Al contemplar el palacio, las murallas y las escaleras, me recordaba mucho a los castillos medievales.

Vista genérica de Tirinto. (Wikipedia)

Tirinto, al igual que Micenas, destaca por sus murallas elevadas y compactas, que facilitaban la creación de un Estado poderoso,  centralizado y con una jerarquía definida. Era muy común los enfrentamientos entre los distintos Estados para controlar y dominar Grecia central y el Peloponeso, pero también se aliaban en grandes Ligas para llevar a cabo las batallas bélicas en el exterior, como es el caso de la guerra de Troya. De este modo, la maquinaria griega desplegaba todo su potencial a nivel terrestre y con una gran actividad marítima para controlar el tráfico comercial y someter a otros pueblos.

Los “micénicos” eran aqueos que compartían la misma lengua, cultura y fisionomía indoeuropea que había ocupado la península helénica a principios del segundo milenio a.C. procedente de la Europa central. Los aqueos, de manera gradual y progresiva, aparecen como la casta aristocrática y dominante que Homero describe y que tuvo que imponer su idiosincrasia a otras etnias del tronco griego y, sobre todo, a las poblaciones pre-helénicas que se asentaban en las costas que bañaban el Peloponeso, con anterioridad a su llegada y las islas mediterráneas.

Un ejemplo fue cuando los aqueos invadieron y conquistaron Creta hacia el 1450 a.C. De esta manera, fueron absorbiendo la civilización cretense y desarrollando  la cultura micénica tal como la conocemos. Aunque la cultura micénica tenga estratos minoicos, también impusieron su fuerte personalidad, propia de un pueblo belicoso y conquistador.

En general, la sociedad micénica estaba fuertemente jerarquizada, con un rey-dios que cumplía las funciones religiosas, un jefe del ejército, la élite sacerdotal, los escribas, funcionarios y supervisores que coordinaban las actividades económicas dirigidas desde el palacio. Este tipo de jerarquía nos recuerda a las monarquías orientales no semíticas, concretamente, a las monarquías indoeuropea, como es el caso de los hititas. Aunque realmente, como aclara Eduard Alcántara: la casta sacerdotal no era propia de los pueblos indoeuropeos, en los cuales la función sacra y la regio-dirigente estaban unidas de la mano de la casta sacro-aristocrática, por lo que la existencia de dicho estamento sacerdotal en Tirinto sería consecuencia de la absorción de modos sociales propios de esos pueblos prehelénicos con los que se encontraron los aqueos en su descenso al Peloponeso.

Para ampliar más información sobre Tradición y Jerarquía os remito al siguiente enlace: septentrionis.

Si nos remitimos a Pausanias,  se refiere a Tirinto de la siguiente manera:

La muralla es lo único que de las ruinas queda. Es obra de los cíclopes y esta hecha de piedras sin labrar, de un tamaño tal que  se podría remover de su sitio, ni la mas pequeña, una pareja de mulos. Entonces  intercalaron pequeñas piedras para encajar entre si las piedras grandes.

En el imaginario griego, se creía que las murallas de las ciudades micénicas fueron construidas por los gigantes llamados Cíclopes. A finales de la cultura micénica, alrededor del siglo XIII a.C., debido a diferentes motivos, aún por determinar, el objetivo principal era el de reforzar las murallas y por ello adquiere estas características ciclópeas, como factor determinante para defender la fortaleza.

El megarón o la “sala grande” principal del palacio Tirinto dará origen después al núcleo principal de los templos griegos posteriores. El palacio, según detallan los expertos, tenía un vasto vestíbulo, una habitación principal que albergaba el trono y una chimenea central rodeada de cuatro columnas de madera sobre bases de piedra que soportaban el techo. Las paredes estaban decoradas con pinturas al estilo cretense.

Heracles, el héroe mítico de Grecia. 

El hombre originario de Heracles era Alcides, un apelativo que le viene de su abuelo Alceo. Heracles es un nombre místico que le fue impuesto por Apolo justo en el momento en que pasó a ser servidor de Hera y se vio sometido a los doce trabajos que la diosa ordenó que se le impusiera. Así pues, Heracles significa “la gloria de Hera”, en honor a los trabajos que tendría que llevar a cabo para la gloria de la diosa.

El origen de Heracles nos conecta a la familia de los perseidas, cuyo fundador fue Perseo. Su madre, Alcmena y su padre mortal, Anfitrión, eran oriundos de Tirinto. Sin embargo, Anfitrión asesinó a Electrión, padre de Alcmena, y se vieron obligados a huir de Tirinto, siendo acogidos por Creonte, rey de Tebas. En Tebas, Anfitrión tuvo que ausentarse y Zeus aprovechó para hacerse pasar por el propio Anfitrión y engendró a Heracles; al regreso , Anfitrión también engendraría a otro hijo, Ificles sin que Alcmena se percatara de la doble inseminación y de un embarazo de gemelos.

La discordia apareció cuando Zeus dijo que el próximo nacido de la estirpe de Perseo gobernaría sobre Argos, pensando que sería Heracles. Sin embargo, Hera urdió un plan para que Heracles no fuera el rey de Argos: alargó el embarazo de Alcmena e hizo que Nicipe, esposa de Esténelo (otro hijo de Perseo), pariera un niño sietemesino. De esta manera, el pequeño Euristeo se convirtió en el dueño y señor de Tirinto y, con ello, de Argos y de las zonas colindantes, mientras que Heracles tuvo que ponerse a ser su servidor por haber nacido después, saltando con ello el juramento de Zeus. Sin embargo, para nosotros, la figura herculina siempre ha destacado sobre Eurísteo, llegando a nuestros días como el héroe griego más reconocido a nivel mundial. Para ello,  y a modo de conclusión, recordemos las palabras de Heródoto sobre el héroe griego:

Mis averiguaciones, pues, demuestran palpablemente que Heracles es un dios antiguo; y en mi opinión, obran muy acertadamente los griegos que han erigido, a título personal, templos a dos Heracles; a uno le ofrecen sacrificios como a un inmortal bajo la advocación de Olímpico, mientras que al otro le tributan honores como a un héroe [Hdt. II 44, 5].

Para ampliar más información:

Alvar Ezquerra,J. (2000), Diccionario Espasa. Mitología universal, Barcelona.

Elvira Barba, M.A. (2008), Arte y mito: manual de iconografía clásica, Madrid.

Bruit Zaidman, L & Schmitt Pantel, P. (2002), La religión griega en las polis de la época clásica. Madrid.

 

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