Asclepio era hijo de Apolo y de la mortal Coronis. Cuando estaba en estado, se casó con Ischis. Apolo, obviamente, se sintió agraviado por la infidelidad y mató a Ischis; y, por otra parte, Artemisa, hermana de Apolo, mató a Coronis. Pero antes de que Coronis ardiera en la pira funeraria, Apolo sacó de su vientre a Asclepio y se lo entregó al centauro Quirón, quien le enseñó todo lo relacionado con las artes curativas y plantas medicinales. Además, Asclepio tenía un don especial: el poder de devolver la vida a los muertos. Zeus, que velaba por el orden del universo, no veía con buen agrado que se alterara el orden natural de la vida. Así que tuvo que matar a Asclepio con un rayo y lo ascendió a los cielos convirtiéndose en la constelación serpentina conocida con el nombre de Ofiuco. Asclepio está en el cielo rodeado de la serpiente, símbolo de la vida. La serpiente juega un papel destacado con múltiples significados e interpretaciones, por ejemplo, la serpiente se despoja de la vejez renaciendo, la relación con la sanación y la capacidad para devolver la vida, su relación con el falo masculino y la fertilidad femenina, con la eternidad y su configuración tardía como símbolo del tiempo que retorna sobre sí mismo, su papel de custodia de las fuentes de la vida y la inmortalidad; las creencias acerca de su androginia, omnisciencia, agresividad, insomnio, vigilia, así como su unión con las fuerzas oscuras y la consideración como ser que realiza, facilita o dificulta la transición entre niveles, rompiendo así el propio espacio de la realidad presente. En definitiva, la creencia en una fuerza especial, residente, emanada, inherente o simbolizada en la serpiente, una energía alineada con el lado de lo primordial, la fuerza pura y sola. En suma, la vida, con todas sus paradojas y complejidades.
Asclepio puede verse en ambos hemisferios entre los meses de abril y octubre por estar situada sobre el ecuador celeste.

Asclepio sentado sobre un ónfalos (piedra sagrada), S. V a. C.(Museo Acrópolis de Atenas)
Asclepio, por lo tanto, es el dios griego de la medicina, el que sana y cura. Le hicieron un santuario en el lugar donde nació: en Epidauro, en la Argólida (Peloponeso). El santuario (Imagen 1) descansa en una llanura rodeada de montañas; este valle es aún llamado Hierón (Sagrado). En el templo de Asclepio destacaba la estatua criselefantina del dios sentado en un trono, obra de Trasímenes de Paros. En un costado del templo estaban las salas para los que iban a consultar al dios. Detrás del templo había un pequeño edificio para recibir a los moribundos y mujeres embarazadas, pues en el propio templo de Asclepio había una máxima que se debía respetar: nadie podía morir ni nacer allí.
En el santuario también destacaba el Tholos, una planta circular de mármol blanco de doble columnata, en cuyo interior se hallaba la fuente sagrada, un manantial con propiedades curativas.
Como es habitual en los recintos sagrados, cada cuatro años se celebraba un festival, en este caso en honor de Asclepio, con música y eventos deportivos. En la figura 2, vemos el estadio olímpico del santuario de Asclepio.
Enfermos de toda la Hélade acudían especialmente a este santuario, aunque tenían otros repartidos por distintas ciudades de Grecia, implorando su ayuda para curar sus enfermedades. Se solían encerrar durante toda la noche cerca de una cámara donde se custodiaba la estatua del dios. Luego manifestaban que Asclepio se les había aparecido en sueños y, como consecuencia de ello, quedaban curados: una especie de milagro. Como la gente acudía en masa a este lugar, era lógico que apareciesen otros edificios, e incluso otros negocios para aprovechar esta corriente milagrosa.
La peculiaridad del santuario con respecto a otros es el edificio, denominado “enkoimetérion”, el lugar de la incubación en el cual los peregrinos aguardaban a que el dios les curase milagrosamente en su sueño, tal como atestiguan las numerosas inscripciones de agradecimiento que han sido halladas y están expuestas en el museo. La zona más interesante es el interior del sagrado témenos de Asclepio. La importancia de la vida onírica en la Grecia antigua era ya atestiguada por Homero (El mundo onírico en Homero). No obstante, se pueden encontrar antecedentes de la incubatio tanto en el Imperio Hitita como en Babilonia desde el segundo milenio a. C.
¿Por qué Asclepio sanaba a través del sueño?
En mi opinión más íntima y personal, a la mente, que es básicamente pura por naturaleza, la saturamos de apariencias y todas las apariencias son ilusorias. La mente materializa a su vez las formas, levanta todo tipo de prejuicios, de formas externas, es un caldo de cultivo donde crecen las ilusiones que nacen directamente de la mente ordinaria. La mente tiene tanto poder sobre nosotros que llega a inocular nuestras enfermedades, nuestro sufrimiento y nuestro dolor. A través del sueño el lenguaje no tiene expresión, pero sí tienen gran importancia los símbolos, pues es la propia alma, que es intrínsicamente pura y sin ningún tipo de mácula, la que no necesita precisamente expresarse con palabras.
El hombre es esclavo de su mente y es en la fase del sueño el momento de la sanación, pues la energía del dios Asclepio, su energía, conecta con el alma del paciente y ésta hace la función reparadora de su cuerpo, limpiando las impurezas que hay dentro de sí. Por otra parte, el cuerpo debe ser un espejo del alma, pero el hombre no puede conectar su Yo superior, del mismo modo que no puede enlazar el principio con el fin, esto es realizar el movimiento circular completo, pues dentro del ideario griego creían en la idea de la perfección como círculo y no conciben la idea de manera lineal, de creación. El hombre, de esta manera, acaba sucumbiendo al desgaste de su propia materia de manera enfermiza.
Desde mi perspectiva, para armonizar cuerpo, alma y mente, el dios realizaría una canalización de energías al cuerpo del paciente, conectando con su alma. No es de extrañarnos que, durante el tránsito de la noche, al dormir, no controlemos la conciencia, pero los sueños, las pesadillas, las imágenes o cualquier objeto que provoque malestar, procede de la mente y no de otro sitio. Después del tormento de las pesadillas, se cae en un sueño más profundo, emerge una luz más brillante que el sol. Entonces, los apegos, las incomodidades, empiezan a cesar repentinamente para después revelarse la naturaleza primigenia del alma. Es lo más parecido a ver un nuevo amanecer diferente a los que se hayan visto antes, pero, al parecer, es una sensación que solamente sabe el paciente y es difícil de explicar, pues la mayoría de los enfermos, al despertar, olvidan esa experiencia directa y sublime, pero su mente queda limpia y su cuerpo comienza a sanar. Pueden recordar una luz tenue, otros pueden recordar un lugar tranquilo y sosegado; otros ven la alternancia de las noches en días o viceversa.
Por lo tanto, para el alma, la Vía del sueño es una herramienta que repara los daños causados en la materia, en este caso, en el cuerpo humano. Cuando el paciente duerme, el alma está despierta, activa, administra su propia autoridad y puede llevar a cabo todas las actividades porque el cuerpo está pasivo. El alma irradia una luz inherente y conoce todas las cosas, tiene poder, es visible y tangible en el mundo sensible cumpliendo perfectamente todas sus funciones, entre ellas, la de sanar el cuerpo durante el sueño.
Durante el sueño, hay que destacar que no sólo el alma tiene relación directa con el dios Asclepio para llevar a cabo el proceso de sanación, también puede acceder a conocimientos superiores que le están cotados durante la vigilia y gracias a la sensibilidad propia del alma, puede captar, entre otras cosas, las premoniciones, pues el alma está receptiva y preparada para ello. Hay que subrayar que el ensueño es un camino abierto para llegar al verdadero ser de las cosas, aunque no todos los conocimientos son accesibles, pues hay algunos conocimientos que llegan con la muerte.
Sin embargo, no todas las personas que acudían al santuario de Asclepio se curaban pues sus almas habían entrado en una absoluta obscuridad y tenebrosidad cortando el “cordón umbilical” entre su cuerpo y su alma, o lo que es lo mismo, entra en la fase que yo denomino, la “ceguera del alma”.
No se pone en duda que se producían curaciones, sólo hay que ver la gran popularidad que tuvieron los santuarios durante mucho tiempo y la gran cantidad de exvotos. Los exvotos eran obsequios de las personas que se curaban en recuerdo de un beneficio, en este caso, de la sanación de cualquier tipo de enfermedad. (Imagen 3)

Imagen 3 (Fuente: adevaherranz)
En el santuario se construyeron, por un lado, edificios para las necesidades de los enfermos y pacientes y, por otro lado, otros de carácter recreativo y deportivo como baños, una palestra, un gimnasio, un Odeón, un estadio (Imagen 2) y el teatro famoso de Epidauro (Imagen 4)
La importancia del culto a Asclepio fue un fenómeno excepcional y de suma importancia, pues continuó con una repercusión mediática incluso después del decreto de prohibición de las prácticas de religiones paganas de Teodosio I (391 d.C.) y de Teodosio II (423 d.C.), y sólo con la destrucción provocada por el terremoto del 551 d.C, el santuario fue definitivamente destruido y abandonado.
Lo que más me ha sorprendido de Epidauro es su teatro, el más conocido del mundo griego: por su tamaño, por su belleza y en la actualidad por su buena conservación. Enclavado en medio de un paisaje natural espectacular, rodeado de montañas bajo el manto del cielo azul. La sede tuvo su mayor esplendor desde finales del siglo V a.C. y durante toda la época romana.
El famosísimo y magnífico teatro de Epidauro se yergue en el seno de un frondoso bosque sobre una colina, como si la propia naturaleza lo hubiera dado a luz pues, dicho teatro, armoniza con la naturaleza y con el cielo.
El teatro occidental nace con la civilización griega hacia finales del siglo VI a.C. La esencia del teatro griego no es solamente la representación visual, sonora y gestual que propone el autor para su público. El teatro griego exhala una fuerza espiritual que hacía crujir los cimientos del alma del público allí presente. La mente del dramaturgo y la acción del actor conjugan la espiritualidad griega en sus picos más altos alcanzando una identidad distinta, un destino distinto, una extensión más allá de las dimensiones descriptivas y representativas. “Teatro” para el griego no es igual que para el hombre moderno de ahora. No es observación, no es contemplar, no es “representación” de la vida cotidiana, de las grandes gestas épicas, leyendas o mitos, sino “acción”, “cumplimiento de los hechos” “realización de los hechos”, no en función de una diversión o de una tragedia, pues para el griego era una implicación colectiva ética, moral, espiritual, política, psicológica, filosófica, es decir, un crisol de creencias y de fe que vibraban en sintonía, ya que la línea de la vida real y del teatro era tan cercana y real que elevaban el mensaje hacia lo más alto, pues la vida es como un teatro donde se ponía a prueba el alma y, en la vida, al igual que en el teatro, se halla el auténtico espectáculo trágico o cómico de la condición humana sobre la cual interrogarse.
Los principales nombres de los grandes poetas trágicos: Esquilo, Sófocles, Eurípides; y los grandes comediógrafos: Aristófanes y Menandro.
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El teatro en Epidauro, en el corazón de la Argólida, donde se encuentra el santuario de Asclepio, dios de la medicina, destaca por sus armoniosas proporciones y su buena acústica. Si se deja caer una moneda sobre la piedra en el centro de la “orchestra”, el tintineo se oye perfectamente en cualquier punto de la vertiginosa cávea adosada a la pequeña colina, capaz de acoger a 15.000 espectadores. Esa sorprendente acústica, capaz de transmitir fielmente cualquier sonido de manera intensa, era un signo más del ideal de mímesis (imitación) acorde con la concepción griega del teatro. El teatro está perfectamente integrado en el paisaje, aprovechando la inclinación de la colina para construir su graderío, que forma un enorme semicírculo de 120 metros de diámetro y 24 de desnivel, dividido en dos zonas, alta y baja, por una galería central.
En definitiva, el teatro griego era el lugar de encuentro para miles de ciudadanos que compartían, al unísono, un espacio de recreo y de reflexión colectiva sobre política, acontecimientos históricos, mitos, religión, moral, convirtiéndose en un sello característico del sentimiento griego.

Imagen: Wikipedia
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