El estudio sobre la religión micénica (aprox. 1580-1150 a.C.) se basa casi por completo en las excavaciones e investigaciones arqueológicas. Bajo esos resultados, la comunidad científica llegó a la conclusión de que había afinidad entre la religión micénica y la cretense.
Si nos basamos en las tabillas halladas en Pilos, se leen los nombres de los dioses, bien conocidos por nosotros, de la religión posterior de los griegos: Zeus, Hera, Poseidón, Ares, Dionisos. Si estos nombres han sido leídos correctamente cabría llegar a la conclusión de que el panteón de los dioses del Olimpo comenzó a crearse ya en la época micénica entre la población aquea que sobrevivió a la invasión doria, y fue luego heredado por la sociedad homérica, pero rotundamente no es así, pues todo indica que al lado de estos exponentes religiosos del tiempo micénico subsistían muchos elementos del antiguo fetichismo.
El fetichismo religioso es de carácter espiritual y tiene que ver con creencias religiosas que dan culto a objetos inanimados o animados conocidos como “fetiches” a los que se les suponen atributos sobrenaturales. De este modo, el hombre puede protegerse de las fuerzas naturales a través de los fetiches, medio del que supuestamente dispone para actuar sobre los elementos que no es capaz de controlar.
Por otra parte, la religión micénica era politeísta, pero no se trataba de una religión politeísta típica, más bien eran nombres minoicos, seres sobrehumanos (de tipo primitivo) transformados en dioses con el surgir de una religión politeísta en una segunda época, afianzado en la veneración de una pluralidad de seres divinos complejos, diferenciados e incluidos en un panteón.
Los dioses micénicos no son dioses divinos reconocibles, son más bien rasgos genéricos: “diosa madre” “diosa de la vegetación”, etc. Destacamos, por lo tanto, la ausencia de templos independientes y la ausencia de imágenes dedicadas al culto.
Asimismo, cabe destacar la presencia de nombres divinos de origen indoeuropeo en el panteón micénico, poniendo de manifiesto que la religión micénica no provenía completamente de la minóica o cretense, aunque sí comparten algunos rasgos comunes. (Para ampliar más información sobre esta cuestión: dioses micénicos)
Hay que subrayar que en la sociedad micénica alcanzó una amplia difusión la creencia en la vida de ultratumba y el culto a los muertos, de los cuales son testimonio las tumbas micénicas. A juzgar por algunos hallazgos casuales de restos de cadáveres en estas tumbas, es probable que los antiguos micénicos conocieran algunos métodos de embalsamamiento del sistema egipcio.
Máscara micénica realizada en una lámina dorada, llamada «máscara de Agamenón», Museo Arqueológico Nacional de Atenas.
En la religión micénica son inhumados los príncipes a los cuales se les entierran enjoyados con ricas alhajas. Los cuerpos descansan sobre cascajos y aparecen cubiertos por una capa de piedras y barro. Señales de humo, restos de cenizas y carbón indican que los cadáveres permanecieron algún tiempo yacentes sobre la pira de los sacrificios funerarios, previamente levantada en el lugar de enterramiento. En otras palabras, se encendía el fuego para el sacrificio, depositándose luego el cadáver sobre las brasas casi apagadas, cubierto con arena, barro y piedras. Era muy común encontrarse restos de animales (ovejas o cabras) quemados en honor al muerto. Un cuerpo intacto, sin descomponer, puede retornar también al otro yo; la idea de enterrarlos con sus mejores tesoros en la propia tumba era una precaución que se toma para que las almas de los muertos no aparecieran entre los mundos para atormentarles.
Continuando con las manifestaciones religiosas en relación con el mundo micénico, principalmente, partían de la creencia de una Diosa Madre y de su divino hijo, a veces esposo, destinado a morir o a ser sacrificado, con la muerte de año viejo que simbolizaba él mismo y el renacer en primavera. El renacimiento se celebraba con gran solemnidad acompañado de ritos relacionados con la fertilidad. Lo que es seguro es que en la religión micénica predomina una fuerza tal que termina con la formación y propagación de los mitos y coloca en el pináculo de la religión una pareja divina con un divino hijo que renace todos los años y todos los años muere, o una trinidad, o dos principios cósmicos, con su séquito de demonios. Todo lo demás se reduce a dioses locales, demonios auxiliares y figuras legendarias.
Hay que recordar que los micénicos eran griegos y esto bastaba para suponer una sustancial identidad o, al menos, un lazo estrecho entre religión micénica y religión griega. Al existir un fuerte hilo conductor entre lengua y cultura conectando religión micénica y griega, por ejemplo, en las tablillas micénicas, aparecen los nombres de Zeus, Hera, Poseidón, Artemisa, Dioniso, Hermes, como hemos indicado en líneas anteriores, incluso de otros muchos nombres divinos que no figuraban en la religión poshomérica.
Por otra parte, el sincretismo de elementos indoeuropeos y micénicos lo tenemos bien atestiguado en algún caso como es el del culto de la Madre Tierra, adorada con un nombre de claro linaje indoeuropeo. El hecho de que aparezca también como patrona de los herreros muestra, quizás, que su culto fue difundido por herreros minoicos muy helenizados. Por otra parte, junto a divinidades bien conocidas del Panteón clásico -Zeus, Hefesto, Ares, Hermes, Deméter, Artemis- sorprende la falta de algunas importantes como Afrodita, al tiempo que aparecen otras totalmente desconocidas o no identificadas hasta ahora como Ma-na-sa, Pe-re-swa, Di-ri-mi-jo, Do-pota, sin que a fecha de hoy sea posible aclarar si tras estos nombres extraños se ocultan figuras conocidas o bien se trata de dioses de la Grecia micénica muy diferentes de sus sucesores. La aparición de varios de ellos en tablillas de Pilo y Tebas hace pensar que no se trata de meros representantes de cultos locales.
Sin embargo, hay que subrayar, que la identidad de nombres análogos de un periodo a otro no garantiza verdaderamente una identidad de concepto. Concretamente, Zeus Pater griego y Júpiter para los romanos son divinidades “idénticas” en religiones diferentes. Pongamos que para la sociedad micénica Zeus incluyera el éter, las estrellas y que Gea fuera la señora de las fuerzas subterráneas y de los hombres que perviven en los sepulcros. De seguro, abstracciones que en esas épocas muy antiguas se han adquirido con un esfuerzo inmenso, pueden ejercer luego una poderosa influencia sobre pueblos vecinos o lejanos.
Lo que si tenemos que tener claro es que lo que destaca en la religión micénica, es que se conservan rasgos ancestrales y que no hay rastros de un Olimpo.
Igualmente, sabemos que los griegos clásicos tenían una gran variedad y riqueza de cultos, de ofrendas y víctimas, con su calendario litúrgico definido. No es así en los cultos micénicos. En Knossos, por ejemplo, encontramos que en cada mes recibían ofrendas del mismo género, ofreciendo los productos de la estación a la divinidad correspondiente en sus santuarios y a sus sacerdotes. Se trata de entregas regulares que no están ligadas a determinadas fiestas de cada divinidad. No eran propiamente sacrificios tal como se podía ofrecer en la Grecia Clásica, ya que no se encuentra vestigio de sacrificios en la literatura micenológica. Esto no quiere decir que no lo hubiera, más bien el sacrificio en la sociedad micénica correspondía a un puesto diferente que el de la Grecia clásica.
Sintetizando, en la sociedad micénica se ofrecía a las divinidades los bienes más variados porque las divinidades eran consideradas las propietarias de terrenos y dueñas del personal de los templos, y parte de los bienes alimenticios ofrecidos servían para su comida. Bajo este aspecto existía una estrecha afinidad con las religiones del Próximo Oriente, en las que el acto sacrificial también casi desaparece, convirtiéndose en la preparación de la comida divina por excelencia.
“Zeus fue, Zeus es, Zeus será: ¡oh tú, poderoso Zeus!”
“Gea nos da los frutos; alabad, pues, a la tierra como madre”
(Pausanias, X, 12, 5)
La tradición más antigua y coordinada que poseemos acerca de la religiosidad micénica destaca tanto a Zeus como a esos seres colectivos que son los demons.
Datos de interés
Las concepciones religiosas griegas forman parte del gran capítulo fundamental de la creencia de los pueblos arios. A mucha distancia, en la mitología de los Vedas, se han podido hallar no sólo viejos parientes de los dioses griegos: Zeus Pater griego y Dyaus Pita de la religión védica (divinidades “idénticas” en religiones diferentes), y eso sin contar con toda una serie de leyendas y concepciones míticas que los griegos poseen en común con otros pueblos. En suma, en el fondo, la investigación sobre el origen de los dioses griegos se remonta muy atrás. (Enlace sobre la temática: testimonios de divinidades no griegas)
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