Fue hijo de Poseidón, descendía por vía materna de la familia real de Corinto. Su padre «humano», el rey Glauco, era hijo de Sísifo. Belerofontes consiguió domar a Pegaso, el caballo alado, gracias a una brida de oro que le había proporcionado Atenea. A lomos de Pegaso, el héroe llevaría a cabo diversas hazañas.
Cuenta la leyenda que Belerofontes había causado involuntariamente la muerte de un hombre y tuvo que exiliarse de su tierra, pues todo homicidio es una tacha sobre el culpable que exige expiación. Se refugió en la corte del rey Tirinto, Preto, que lo acogió en su casa después de purificarle de su crimen. Pero la reina Estenebea se prendó de él y, despechada por haber sido rechazada, le acusó de haber intentado seducirla. Preto, a quien las leyes de la hospitalidad impedían dar muerte a su huésped, decidió enviar a Belerofontes a su suegro Yóbates, rey de Licia, en Asia Menor, con una carta sellada en la que se le pedía matar al mensajero. Yóbates le recibió amistosamente, pero no leyó la carta hasta el noveno día de la llegada de Belerofontes. Como las leyes de la hospitalidad le impedían a su vez ejecutar por sí mismo lo que la misiva pedía, encargó a Belerofontes que librase a su país de la Quimera, un monstruo híbrido que escupía fuego y devoraba los rebaños de sus tierras, con la esperanza de que muriese en la empresa. Pero Belerofontes, montado sobre Pegaso, consiguió matar al monstruo. Yóbates le envió entonces a luchar contra los belicosos sólimos y más tarde contra las amazonas. El héroe salió victorioso de ambas campañas y de una emboscada que le tendieron los guerreros del rey Yóbates. Éste, maravillado de las hazañas del héroe, renunció a matarlo y reconoció su origen divino. Le dio a su hija en matrimonio, haciéndole heredero de su trono.
Belerofontes vivió feliz largos años y tuvo dos hijos y una hija, Laodamía, que fruto de sus amores con Zeus, concebiría a Sarpedón, el héroe troyano al que la Ilíada muestra combatiendo gloriosamente por su ciudad antes de caer bajo la espada de Patroclo. Pero Belerofontes, henchido de orgullo por sus éxitos, montó un día sobre Pegaso con la loca pretensión de alcanzar el Olimpo. Zeus, para castigar su soberbia, envió un tábano que picó al caballo alado, el cual, corveando asustado, desmontó a su jinete. Belerofontes se precipitó al vacío y cayó a la Tierra, donde erró solitario y miserable el resto de sus días.
Significado del mito
Esta leyenda ofrece analogías evidentes con los mitos de Heracles y Perseo. En el primer caso, por la mancha originada por un crimen y las pruebas sucesivas que se imponen al héroe para la expiación de este. En el segundo, por la similitud de situaciones: el monstruo, símbolo del caos de los primeros tiempos (Quimera, Gorgona o dragón) es vencido por un héroe procedente del cielo, función simbólica que cumplen tanto las sandalias aladas de Perseo como el Pegaso de Belerofontes. Pero, al contrario que estos dos héroes, que conseguirían elevarse hasta el cielo (Heracles adquirió la inmortalidad y Perseo se convirtió en una constelación) Belerofontes representa el fracaso de esta aspiración ascensional del alma. A esta interpretación espiritual se añade otra moralizante, familiar para los griegos, que ve en este mito el castigo del hombre que se deja llevar por el orgullo y la desmesura (hybris).
Como dato curioso, Belerofontes fue el nombre con que se bautizó el navío inglés donde Napoleón Bonaparte firmó su rendición el 15 de julio de 1815.
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Así es, la soberbia representa una mácula en el alma impropia del que brega por aquietarla para impregnarla de la Luz del Espíritu y, por lo que muy bien explicas, Belerofontes padecía de ella en su mente, por lo que al no superarla no podía esperarle la Gloria Inmortal del Olimpo.
Asimismo, en la línea que apuntas sobre el significado del monstruo en los mitos escribía hace algún tiempo que «en los mitos y leyendas de las diferentes tradiciones de los pueblos indoeuropeos siempre fue un tema recurrente el de la lucha de dioses o héroes contra titanes, gigantes, ciertos animales y todo tipo de monstruos. Lucha que simbolizaba el enfrentamiento cósmico del Espíritu contra la Materia o la disputa que en el interior del hombre acaecía entre las fuerzas que tienden a llevarlo hacia lo alto y las que pretenden arrastrarlo hacia lo bajo.» (https://septentrionis.wordpress.com/2009/12/28/sobre-las-corridas-de-toros/). La lucha de San Jorge contra el dragón no tiene otros significados diferentes.
Agradezco tu aportación al blog. Un saludo!